16.

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Cuando Saray entró en casa su estado de ánimo estaba bajo cero. Cada vez que pensaba que había tocado fondo en lo relativo a ella, que a partir de ahora todo iba a mejorar, alguien volvía a mover el suelo bajo sus pies y aterrizaba en un lugar todavía más pantanoso.

Dejó el bolso en la mesita de la entrada y se tiró patosamente en el sofá. Mónica no tardó en aparecer en el salón, donde se encontraba Saray, que ya le había avisado al salir de la clínica de que estaba de camino a casa, así que ambas sabían que no habría ningún paciente cuando ella llegara.

—Hace calor, ¿no? —comentó Saray.

Mientras Mónica se sentaba en el sofá junto a ella, Saray se notaba un poco inquieta y su amiga no tardó en darse cuenta.

—¿Te apetece tomar algo fresco y charlar un rato?

Era una tarde de primavera que más parecía verano. Se hacía notar las temperaturas más altas de lo normal para esta época del año.

—Venga va. Trae algo fuertecito.

—¿Qué te pasa, chica? Pareces un poco preocupada —Mónica iba hablando mientras salía de la sala dirección a la cocina para coger un vino blanco fresco y dos vasos.

No es que bebieran habitualmente a esa hora de la tarde, pero hoy parecía que la cara de Saray pedía a gritos que el agua se transformara en vino, como el milagro de Cristo en las bodas de Caná. Mónica no podía hacer milagros, pero intentaría hacer todo lo posible para animar a su amiga, que parecía necesitar un mesías.

Entró en el salón con una botella de vino ya descorchada en la mano derecha y dos copas en la izquierda. Lo colocó todo sobre la mesita, delante del sofá, y sirvió el vino. Luego ofreció una de las copas a Saray, que enseguida bebió un largo sorbo.

—Uy, uy —dijo Mónica al verla beber así, sin criterio—, ¿Por qué tengo la sensación de que lo tuyo no es solamente calor? ¿Estoy en lo cierto?

—Verás, Mónica, hoy ha pasado algo bastante incómodo en la clínica.

—¿Más que simplemente haber visto aquel idiota de Orestes? ¿Qué ha pasado?, cuéntame —preguntó Mónica, preocupada.

Saray resopló.

—Dos chicos se han peleado por mí en el pasillo de la clínica, uno era Orestes y el otro... Axel. Todo por estúpidos celos. Ambos estaban completamente tontos.

—No jodas. Me vas a contar absolutamente todo con pelos y señales, estoy flipando.

—Hasta yo me quedé flipando.

Saray le contó todo lo que había visto, escuchado y hablado en la clínica. Y también la conversación con Orestes sin escatimar detalles, y todas las cosas que se dijeron entre Axel y ella.

—Vaya, menuda situación —respondió Mónica, sorprendida—. ¿Y cómo ha acabado todo?

—Pues por suerte no ha pasado a mayores. Al final ha sido solo una pelea verbal, aunque ha estado a punto de llegar a las manos. Me he sentido muy incómoda y ha sido bastante desagradable.

—Entiendo cómo te sientes, Saray. Es una situación complicada y difícil de manejar. Pero ¿cómo ha podido pasar esto?

—Bueno, ya sabes cómo son los hombres. A veces no saben controlar sus emociones. Axel se ha enterado de que el otro estaba intentando conquistarme y se ha puesto celoso. Y lo que ha empezado como una discusión ha acabado en una pelea.

—¿Axel? Quién lo diría... Menudo lío —dijo Mónica, mientras bebía su vino—. Pero ¿qué vas a hacer ahora?

—Pues nada, seguiré con mi trabajo como siempre. No quiero que esta situación me afecte. Pero he aprendido que a partir de ahora deberé tener más cuidado con los pacientes y saber cómo manejar este tipo de situaciones. Ha sido bochornoso, ¿sabes?

Combate de Amor | Terminada y completaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora