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Diego y Mónica llevaban tiempo notando la tensión entre Saray y Axel, sabían que lo que estaba pasando entre ellos los había distanciado. Pero en vez de dejar que las cosas se solucionaran solas, decidieron actuar.

Diego había ideado un plan, esperaría a que Axel tuviera el alta del hospital y lo llevaría a su casa con la excusa de que necesitaba cuidados especiales durante su recuperación. Mónica, por su parte, engañaría a Saray para que se presentara en la casa de Diego bajo el pretexto de realizar una sesión de fisioterapia con él, pero en realidad para que Saray y Axel se encontraran sin saber que estaban siendo orquestados.

Así que, cuando llegó el día acordado, Diego recibió a Axel en su casa, asegurándose de que tuviera todo lo que necesitaba para estar cómodo.

—¿Cómo estás, Axel? Espero que te sientas cómodo aquí —dijo Diego, mientras se ofrecía a llevar su maleta.

—Sigo sin entender por qué tengo que venir a tu casa y no a la mía —rebufó Axel.

—Aquí estaré atento a tus necesidades, mi amigo. Tranquilízate y disfruta. Sabes que en mi casa no te faltará de nada.

Axel intentó levantarse de la silla de ruedas en la que todavía le tenían que llevar debido a su convalecencia.

—No, no, no. Ni hablar. No quieras saltarte pasos —advirtió Diego a Axel.

—No me tratarás como a un bebé, ¿verdad? Además, ¿cómo voy a subir al piso de arriba? ¿Mandaste hacer un ascensor mientras estaba en el hospital o construiste una rampa? Veamos...

—Ni una cosa ni la otra, ¿has olvidado que tenía un despacho abajo? Así que hice construir una habitación y me llevé el despacho arriba. De esta forma puedes desplazarte y no tienes que subir escaleras. Y yo no tengo que cargar tanto contigo.

—Como si eso fuera a ocurrir... —se mofó Axel, pensando que no iba a dejar que su amigo lo llevara como una carga. Pues carga ya estaba siendo él, pensó.

—Y tanto que te llevo. Tengo fuerzas para ello. Para cargar contigo y con cualquiera.

—De acuerdo. Entonces ve a cargar con el diablo y llévame a mi habitación.

Los dos empezaron a reírse de la tontería.

En pocos días Axel estaba cómodamente instalado en el piso de Diego, y la verdad es que su idea fue todo un éxito, porque Axel aún no se sentía capaz de hacer muchas cosas por sí mismo y su amigo estaba siendo un auténtico enfermero para él.

Ahora era el momento de actuar. Y Diego le pidió a Mónica que viniera a casa y trajera a Saray.

Cuando las dos llegaron y entraron en su casa, Diego las recibió con una sonrisa.

―¡Hola, Saray! ¡Holaaa, Mónica! —Diego esbozó una leve sonrisa de lado, realmente contento de volver a ver a la chica.

―¡Hola, Diego! ¡Tanto tiempo! Qué casualidad encontrarnos en tu casa, ¿no? —dijo Mónica, fingiendo una situación inesperada que no existía. Pero, en cierto modo, también se alegró de volver a verlo.

―Sí, realmente —reforzó Saray, sonriendo por dentro de la coquetería de esos dos haciéndose gracia mutuamente—. ¿Cómo has estado? Pensé que estabas apartado del mundo del boxeo.

―¡Sí! Estuve muchos años apartado, pero hace unos meses volví a presentarme a un combate. ¿Por qué no aprovechamos este encuentro y os cuento un poquito? —Mintió Diego, que no tenía la más mínima intención de volver a pisar un ring. Al menos no para luchar.

Combate de Amor | Terminada y completaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora