—Lo sé, pero después de mi lesión, me he dado cuenta de que este deporte es demasiado peligroso para mí —dijo la paciente, con una mirada triste en su rostro.
—¿Qué lesión? —preguntó Saray, distraída.
—Me rompí un dedo durante un partido y ahora no puedo moverlo como antes. Los médicos me han dicho que necesito un tiempo de recuperación y quizás nunca vuelva a estar en plena forma —respondió la chica con un tono derrotado.
Saray estaba en la sala de tratamiento hablando con una jugadora de balonmano. Era una paciente nueva y le estaba contando su problema. Pero Saray tenía la mente en mil sitios menos en lo que la chica le estaba contando. Hacía una semana que estuvo en casa de Axel. Le había dicho a su madre que las cosas no iban bien y que no aceptaría un pago por algo que no podía sacar adelante. Le suplicó, al igual que Adelia, que volviera y no le llevara la contraria, pero Saray le dijo que necesitaba tiempo para pensar. Así que Merche decidió no insistir y respetarla por ello. Y Saray no paraba de darle vueltas al asunto.
—Una actitud positiva te da poder sobre tus circunstancias en lugar de que tus circunstancias tengan poder sobre ti —Saray le ofreció una sonrisa a la paciente—. Las lesiones no duran en personas fuertes como tú, pronto estarás sana y haciendo lo que tanto te gusta. Vamos a elaborar un buen tratamiento para ti.
La paciente sonrió débilmente, pero un poco más animada que cuando había entrado en la consulta. Solía ser así con los pacientes. Entraban derrotados y salían confiados después de unas cuantas sesiones. «Insistir, persistir, resistir. Y nunca desistir», pensó Saray. Aquella vieja máxima que llevaba consigo y que siempre transmitía a sus pacientes era la misma que no tenía para sí misma y que no tenía para Axel.
Se preguntó qué tenía aquel paciente en particular que la había desconcertado. Cuál era la razón por la que se sentía tan impactada por su forma agresiva de hablar y aquel tono imperativo e impositivo. No era diferente de otros pacientes, ni la circunstancia era más especial. Sin embargo, había algo en él que hacía que Saray se sintiera incómoda, nerviosa y muy extraña. Su presencia era muy abrumadora.
Al mismo tiempo, sintió una especie de conexión con su historia, tan diferente de la suya, pero tan dolorosamente igual.
Sacudió la cabeza, saliendo de sus ensoñaciones y terminó la consulta con su nueva paciente. El negocio volvía a ir bien, pero los números seguían rojos. A la hora de comer, su amiga llegó a casa después de un tratamiento. Dejó todas sus bolsas en el suelo y se dejó caer en el sofá, donde Saray volvía a leer unos libros de contabilidad.
—Estoy reventada —dijo Mónica—, este ir y venir con cosas a tus espaldas es una gilipollez. Una mierda, vamos. Debíamos abrir nuestra propia clínica, chavala.
Saray levantó la mirada hacia ella y sonrió irónicamente.
—¡Oh sí, claro! En este momento ni siquiera sé cómo vamos a hacer frente a los gastos y tú me hablas de inversión. Pues ¡va a ser que no!
—Si no hubieras abandonado a ese paciente maravilloso, guapo y rico que iba a catapultarnos al éxito, no estaríamos así.
—Serás... es que... ¡manda narices! —Saray se enfadó—, escúchame... has sido tú la que me dijiste para no aceptar el trabajo y ahora me lo dices. Venga...
—No, yo no he dicho eso. No dije que no aceptaras el trabajo —Se le ensancharon los ojos a Saray.
—¿Qué? —casi chilló.
—No, yo lo que te dije fue que era un paciente complicado para ti.
—Ah, ¡vaya!, ¿entonces que quieres decir con eso? —Saray cruzó los brazos en jarras—. ¿Que no doy la talla?
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Combate de Amor | Terminada y completa
RomanceDescubre la lucha por el amor en Combate de Amor Conoce a Drac - El joven pugilista retirado que ha perdido todo lo que amaba, incluyendo su carrera en el ring y su esperanza en el amor. Conoce a Saray - La fisioterapeuta valiente y decidida que se...