I. Una promesa

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Llegaron a una aldea, situada en campo abierto ante el inicio del río Thenguis, que les quedaba de paso antes de llegar con los merkhins, su destino final

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Llegaron a una aldea, situada en campo abierto ante el inicio del río Thenguis, que les quedaba de paso antes de llegar con los merkhins, su destino final.

Tenían que llegar hasta allí para escoger una esposa para el pequeño Louis, sin embargo el viaje era largo y debían descansar.

Desmontaron en el hogar de los Vordec, y se prepararon para pasar la noche ahí, el líder de esa tribu, Turek, era un alfa muy amable y amigo de Finrod.

Sus habitantes no estaban acostumbrados a pelear y mantenían una buena relación con las demás tribus, además no tenían nada que proteger, ni grandes riquezas, ni terreno ventajoso. Solo nieve, un rio casi congelado y escasas presas.

Eran un pueblo pacífico.

El pequeño alfa estaba asegurando su caballo, cuando escucho las risitas de los niños de esa aldea que lo observaban curiosos desde lejos.

—Hola. —Escucho una suave voz a su espalda.

Se dio la vuelta para ver al causante de aquel sonidito.

Un niño algo menor que él, le dio una sonrisa de hoyuelos, de ojos grandes y verdes, y unas pequeñitas caracolas se formaban en su cabecita. Le pareció un niño tierno y pequeño, con las mejillas sonrojadas por la intemperie.

—Hola. —Respondió, tratando de no verse afectado,por la vista.

—¿Cómo te llamas?

—Louis. —Contestó parco, luego agrego. —Yo debería preguntar primero.

—Mi nombre es Harry. —Dijo sin prestar mayor atención. —¿Por qué están aquí?

No puedo evitar preguntar. El pequeño Harry, era pues muy curioso.

Observaba atentamente al bonito niño de ojos azules, que vestía ropas de invierno y lucía como un salvaje, como decía su madre, de las demás tribus a lo largo de China y una idea vino a su mente.

—Iremos a territorio de los merkhins, donde conseguiré una esposa. —El alfa contestó simple.

Terminó de asegurar su caballo e iba a retirarse, sin embargo, el niño lo siguió.

—¿Y por qué no aquí? —Cuestionó.

Por supuesto que sabía a lo que Louis se refería. Su madre se lo había informado desde que tenía uso de razón. Él era un omega y algún día también tendría que casarse. Conseguir un esposo fuerte, para que pudiera protegerlo y darle lo que se merecía.

Miró una vez más al niño extranjero, le pareció lindo, con esos extraños y fríos ojos azules, su piel caramelizada por el sol. Tan distinto a los de su pueblo.

Louis se encogió de hombros.

—Padre dice que debe ser de allí, son más fuertes que los de tu tribu. —Dijo como sin nada, sin darse cuenta que eso podría molestar al pequeño rizado y a su familia.

IMPERIO (L.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora