Louis, es un niño de la tribu mongol de diez años, que parte en un viaje junto a su padre para elegir a su futuro esposo.
El seleccionado es Harry, un bonito chico de una tribu pacífica, que logra impresionar al chiquillo de ojos azules.
Entonces Lo...
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Huyó al campo.
Al tercer día de estar caminando con tan solo beber agua, vio a lo lejos como algunos niños pastaban las cabras y a los caballos.
Estaba salvado.
Quiso decir algo, pero los asustaría, tenía que ser cuidadoso y acercarse.
Tenía que cruzar el gran lado congelado que lo separaba del otro lado, pero estaba tan emocionado por encontrarlos que camino muy deprisa y la capa de hielo sobre la que estaba se quebró.
Louis se hundió sin más.
Fue acuchillado por mil agujas de hielo. Los pulmones se le cerraron, y el miedo lo inundó, sabía nadar, pero el miedo pudo más.
Cerró los ojos esperando la muerte una vez más.
¿Quién es? Escucho una suave voz.
—Es un niño.
—¿Un niño? ¿De dónde?
—Viene del norte. —Alguien revisaba su ropa. No pudo apartarse. —Déjenlo que despierte, lo van a aturdir. —Ordeno esa misma voz.
Abrió los ojos dolorosamente.
Se encontró con un niño de espeso cabello negro que lo miraba atentamente.
El pequeño alfa sostenía una pequeña espada con fiereza apuntando su cuello.
—¿Quién eres?
—Soy... —Su voz estaba ronca por el poco uso. —Soy Louis.
Contestó con simpleza.
—Mi nombre es Luke. —Se presento el pelinegro. —Vienes de las tribus del sur. —Afirmo.
Louis asintió.
No pudo decir más porque se volvió a desmayar por el cansancio y el hambre.
En su segundo despertar las cosas salieron un poco mejor.
Escaneó con su vista el oscuro pero acogedor lugar. Estaban en una especie de cueva al lado de una fogata y cuencos de comida.
Después de permitirle acomodarse y comer como si fuera un muerto de hambre, las preguntas del pequeño alfa que lo había salvado, empezaron a caer una tras otra.
—¿Tu manada?
—No tengo manada. —Dijo con una mueca triste. —Mis padres están muertos y mi hermana también.
Los pequeños se santiguaron en honor a los caídos.
—Lo siento. —Dijo Luke. Louis se encogió de hombros.
—Es lo que es. —Contestó apenado.
—¿Que harás? —Louis no tenía nada ni a nadie y a Luke le apenaba enormemente, tal vez él podría hacer algo más.
