Puñalada en el corazón

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Entré en la habitación de Rick y le encontré inmerso en la modificación de un dron. Parecía concentrado en su tarea, y dudé si sería el momento adecuado para interrumpirle.

Me quedé en la puerta, observándole durante unos dos minutos mientras trabajaba de espaldas a mí. Se giró para coger un destornillador y notó mi presencia.

—Hombre, ¿qué tal? ¿Cómo no me has avisado de que estabas aquí? —preguntó.

—Me gusta verte concentrado —respondí.

Rick sonrió y dejó el destornillador a un lado.

—Bueno, siempre es bueno tener una audiencia para mis proezas.

Me senté a su lado y observé la cantidad de piezas que estaban distribuidas uniformemente por toda la mesa. Y cómo el dron estaba seccionado en partes que iba él poco a poco construyendo.

—Desde que he vuelto he estado imprimiendo piezas que me faltaban. Y estaba pensando en ti —mantenía una expresión seria—. Bueno, en realidad en como decirte esto. Creo que tenemos que ir un poco cada uno por nuestro lado. Siento que me estoy dispersando.

—¿Qué? —respondí sintiendo una punzada en el pecho—. ¿Ha calado en ti lo de Ed?

—No sé, simplemente no estoy tan enfocado como me gustaría con Dedsec. Y no te estoy culpando... pero no sé.

—Genial —me levanté y salí aguantando las lágrimas.

Trevor me miró cuando pasé de largo para salir a la calle, aparentemente preocupado por mí expresión de gravedad. No quiso preguntar nada probablemente por miedo a empeorar las cosas.

Salí a darme una vuelta y llorar todo lo que hiciera falta. Me senté en un banco frente al agua durante unas horas y recibí un mensaje de Trevor:

[Trevor]: estás bien?

No contesté. Sabía que Rick estaría actuando como siempre, riéndose como siempre y distrayendo su mente de mí y del resto de sus problemas. En parte esa era una de las cosas que más me gustaban de él, pero no cuando se trataba de mí.

Sabía que era algo inevitable que no podía cambiar, pero no podía evitar sentir lo que sentía por él. Y que, además, me había pillado muy de súbito. Estaba una vez más demostrando lo mal que se le daba lidiar con las emociones, por lo menos ajenas. Y me dolía.

Una extraña algo más mayor que yo se acercó a mí, preocupada, preguntándome si necesitaba ayuda. No podía dejar de llorar. Le respondí que no hacía falta y que se lo agradecía, y le dediqué una sonrisa algo forzada, aunque igualmente agradecida.

Ella se sentó a mi lado.

—Debes estar llorando por un tío —dijo con total seguridad—. Y lo sé porque lo he sufrido, por eso me he acercado a ti. Lo reconozco desde lejos.

Hubo un silencio que no me resultó incómodo. La verdad que le agradecía la compañía pero no tenía ganas de comunicarme.

—Tía, los hombres dan mucha pereza. Yo tengo la suerte de ser bisexual. Las tías molamos más.

Me hizo sonar una carcajada breve.

—Sí, tienes razón —sonreí—. Soy Sara, por cierto.

—Martha. Es un placer —contestó—. Mi consejo es que le bloquees y pases de su culo.

—No es tan fácil, convivo con él.

Me miró con pena.

—Vaya por dios. Imagino que habréis hablado.

—Lo justo y necesario. Es inútil hablar más. Me ha dicho que quiere enfocarse en sus cosas y que, básicamente, le distraigo. Así que simplemente salí de ahí y no hemos vuelto a hablar.

—Vaya imbécil. Has hecho bien.

La miré cuando me di cuenta que había dejado de llorar, sorprendentemente. Era muy atractiva, aunque no guapa como tal. Tenía pinta de rebelde. Instantáneamente me vino a la cabeza la idea de que quizá fuese una buena candidata para Dedsec.

—Mira, te entiendo. Pero tienes que hacer lo que sea mejor para ti. Y si te hace sentir mal, simplemente no merece la pena.

Asentí agradecida. Aunque la herida seguía abierta, la conversación con Martha me había dado un poco de consuelo y una perspectiva más clara sobre cómo manejar la situación. Nos dimos los números porque me pareció una persona sumamente agradable, y supe que no era coincidencia que nos hubiésemos encontrado.

Con las ideas más claras decidí levantarme y dar una vuelta para distraerme.

Entré y me puse a curiosear por los estantes llenos de objetos antiguos. Un anciano amable, que parecía ser el dueño, me saludó y comenzamos a hablar sobre algunas de las piezas más interesantes. La conversación me ayudó a desconectar temporalmente de mis pensamientos tumultuosos.

—¿Buscas algo en particular o simplemente disfrutas explorando? —preguntó el anciano con una sonrisa.

—Solo estoy curioseando, necesitaba un respiro —le confesé con una sonrisa agradable.

—A veces, las pequeñas distracciones pueden hacer maravillas —dijo sabiamente.

Seguí explorando la tienda, encontrando joyas de otras épocas que despertaban mi fascinación. Mientras examinaba un reloj antiguo, reflexioné sobre las palabras de Martha y sobre la necesidad de seguir adelante, incluso si eso significaba distanciarme de Rick. Quizá fuese porque me recordó a ese tatuaje del reloj que tenía Rick en el brazo. Bastante irónico.

Finalmente, decidí comprar un pequeño objeto vintage como recuerdo de mi día de reflexión. Al salir de la tienda, sentí que, de alguna manera, estaba dando los primeros pasos hacia la reconstrucción de mi propia fortaleza emocional.

Sintiéndome perdida y vulnerable, caminé sola por las calles, tratando de procesar la tormenta de emociones que había desencadenado en esa noche tumultuosa. El aire fresco de la noche no hacía más que acentuar mi confusión.

Me encontré con un pub y, sin pensar demasiado, decidí entrar. Me senté en la barra, pidiendo una bebida fuerte para intentar ahogar mis penas. Mientras bebía, un hombre se acercó, intentando iniciar una conversación. No era particularmente atractivo, pero mi estado emocional mezclado con el alcohol me llevó a aceptar su compañía.

La charla era un murmullo lejano mientras me sumía en mis pensamientos, y las risas del pub se mezclaban con mis propias risas nerviosas. La situación se volvía agobiante, así que me separé rápidamente de él, sintiendo el peso de mis decisiones.

Al salir del pub, revisé mi teléfono y me encontré con llamadas perdidas de Trevor y Rick. Decidí seguir sin contestar y caminé por las calles, tratando de encontrar claridad en medio de la confusión.

Acabé tirada en un parque a solas, quizá dormí unos 30 minutos hasta que me despertó el sonido de un dron que en mis sueños interpreté como un mosquito pegado a mi oreja, pero en realidad ni siquiera estaba tan cerca. Supe que era Rick.

Como pude y con el alcohol aun en mi sangre le saqué el dedo y entonces, se fue. Le odié porque sentí un sumo egoísmo por su parte. ¿Qué cojones le importaba si estaba bien o mal, cuando claramente había decidido hacerme sentir así?

Punk's Not Dead | DedsecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora