-¿Dónde has estado?
El padre de Youngho lo jaló, llevándolo por el pasillo hacia la parte posterior de la casa donde a su papá le gustaba relajarse y escuchar música en su antiguo tocadiscos.
Vestido con un pantalón negro y una camisa blanca, su padre parecía que estaba listo para ir a trabajar. Por el contrario, en el salón de música, su papá estaba sentado en el sillón azul marino de cuero, usando unos pantalones deportivos, una vieja camiseta de un viaje al zoológico cuando Youngho tenía nueve años, y pantuflas. También estaba fumando. Eso nunca era una buena señal.
Fumar significaba que estaba molesto.
Fumar significaba que su padre iba a preocuparse.
-Ey -dijo Youngho débilmente, mientras su padre lo arrastraba en la habitación.
Limpia y ordenada, con cada libro y partitura ordenada alfabéticamente por autor o compositor, el salón de música era masculino, pero suave. Cómodas mantas estaban sobre los respaldos de las sillas de cuero acolchadas y el sillón, y las ventanas y puerta de vidrio, dejaban a la vista un jardín bien cuidado, lleno de flores otoñales y hojas desteñidas. Tres guitarras, un piano, un violín y un alto y delgado tambor que producía un sonido suave cuando se le daban palmaditas, estaban a la vista de forma prominente.
Las tablas laterales de madera maciza y la gran mesa de juego que se utilizaba principalmente para la clasificación de la música de su papá, le daban estabilidad a la habitación, y la radio y tocadiscos tenían los lugares de honor sobre un aparador junto al piano que su papá a veces tocaba.
Un círculo plano de vinilo grueso giraba en el tocadiscos, y la música instrumental que provenía de la bocina era melancólica, una pieza profunda interpretada por un violín y un piano. No era un buen augurio, por lo que a Youngho no le sorprendía que su papá luciera aún más frágil de lo habitual, al apoyarse en un codo y centrar sus preocupados ojos color avellana hacia ellos.
-¿Dónde has estado? -susurro su papá, en una cansada repetición de la pregunta de su padre. Se incorporó lentamente, con notable dolor físico y el cigarro colgando en dos de sus dedos.
Youngho hizo una mueca. -¿Estás bien, papá?
Su papá lo ignoró. -¿Fuiste a hostigar a ese hombre?
-A hostigarlo no. Yo sólo...
Los ojos de su papá parpadearon. -¿Así que sí fuiste con él?
-Sí, pero...
-¿Lo atacaste?
-¿Qué? -Parpadeó Youngho, sorprendido.
-¿Lo tocaste de alguna manera?
-No. -Youngho pasó saliva, con un trueno de dolor recorriéndolo-. Yo no... nunca...
Su papá metió la mano en su bolsillo sacando de este la pastilla que Youngho había dejado en su buró. -La dosis que te dejamos era la exacta, Youngho. Cualquier cantidad menor y... -Levantó las cejas, dejando en el silencio la implicación.
-Nunca lo lastimaría. Nunca.
Su papá lo estudió cuidadosamente con los ojos, y luego miró por encima del hombro de su hijo, a Jongdae. Después de encogerse de hombros por lo que sea que vio allí, le dio una calada a su cigarro y se volvió de nuevo hacia Youngho. -Siéntate.
El padre de Youngho se movió a su posición habitual de "Youngho está en problemas". Permaneció parado tenazmente detrás de su pareja, con las manos en el respaldo del sillón y recto, como si estuviera resguardándolo de alguna amenaza, y enfrentando a su hijo con toda la autoridad alfa que podía reunir. Parecía injusto ser dos contra uno.
-No hice nada malo -dijo Youngho mientras tomaba su lugar en la silla orejera del "castigo", llamada así porque desde niño era donde se sentaba cuando le regañaban-. Sólo hablé con él.
Su papá alzó las manos, tirando cenizas del cigarro sobre su camiseta. -¿Fuiste a perturbar la paz de ese hombre? ¿Pasando por encima de los protocolos?
-Quería...
-¿Te das cuenta de que probablemente lo aterrorizaste? -El papá de Youngho le dio una calada al cigarro-. ¡Un alfa presentándose a su puerta con sólo Dios Lobo sabe que intenciones! Probablemente él...
-Sólo quería hablar con él -pronunció las palabras dolorosamente.
-¿Y lo hiciste? -preguntó su padre, agitando su mano para deshacerse del humo que exhaló Minseok con una mueca.
-Sí.
-¿Y cómo fue? -Los ojos del padre de Youngho se entrecerraron.
-Él estuvo... bien con eso. -Se retorció Youngho, en un terco desafío con una pizca de vergüenza. Tal vez había tenido miedo de asustar a Doyoung, de acuerdo, ninguno tal vez, lo había tenido, pero al final resultó bien, ¿no es así?
-Habla -dijo su padre, masajeando los hombros de su pareja.
El papá de Youngho se alejó del contacto y luego se inclinó para tirar la colilla del cigarro en el cenicero de bronce que estaba en la mesita justo para ese propósito.
Youngho frunció el ceño. -Déjenme contarles toda la historia antes de que me regañen, ¿sí? Escúchenme.
Su papá agitó la mano con desdén como si estuviera siendo extraordinariamente amable en dejarlo hablar. Aguantándose la irritación, Youngho se aclaró la garganta y comenzó. Les contó de cuando despertó y se dio cuenta de que no iban a tratarlo como a un adulto.
-Como en este momento -señaló-. Sabía que iba a ser de esta forma. No van a decirme las cosas que en serio necesito saber sobre Doyoung. Van a tratar de decidir por mí lo que yo quiero, lo que debería incluir el contrato y lo que es importante. Y no estoy de acuerdo.
-¿No confías en que queremos lo mejor para ti?-dijo su padre, con sorpresa y dolor reflejados en su rostro.
-Por supuesto que sí. Pero lo mejor para mí es lo que yo quiero. ¿Qué es lo mejor para él? ¿Qué es lo que quiere? Inclusive, quién realmente es, debajo de todos esos hechos estúpidos que el investigador desenterrará.
Su papá suspiró y se frotó la frente. -Youngho, no puedes simplemente ir a su casa y exigirle que te deje entrar.
-No lo hice.
-Admitiste que lo hiciste.
-¡No, no lo hice! Hablé con él a través de la ventana.
-Dios Lobo. Hablar con él a través de una ventana. El hombre debe haber estado aterrorizado.