❐ dix-sept

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Doyoung despertó de su siesta con una extraña sensación de hormigueo bajo la piel. La reconoció de inmediato. Por mucho que lo negara, no pondría fin a lo que se aproximaba. Probablemente estaba, a lo sumo, a cuatro días del inicio de su celo.

Se bebió el jugo embotellado que Xiaojun había dejado en su refrigerador hacía varios días atrás, sintiéndose enfriarse. Se sentó en la mesa de la cocina y se le quedó viendo a la cola de Ruby que se agitaba mientras observaba por la. Ventana a los petirrojos bañándose en un charco.

¿Qué iba a hacer?

No podía firmar inmediatamente el contrato con Youngho, sólo para tenerlo a su alrededor para el celo, y tampoco podía pedirle a Jeno que le ayudara cuando ya sentía un creciente vínculo con Youngho. Dios Lobo, ¿así iba a ser el resto de su vida? Si no firmaba el contrato con Youngho que lo limitaría a un futuro sin hijos y lo ataría a él mismo a una familia de dudosa moral que podría ser derribada con una indiscreción, ¿tendría que pasar el resto de su vida indeciso sobre cómo hacer para lidiar con sus celos?

¿Qué pasaba con el sexo cotidiano? ¿El deseo por Youngho, interferiría con eso también?

Se frotó los ojos. El hecho de estar pensando en el sexo en lugar de si firmar el contrato era lo correcto o no por hacer, decía todo lo que necesitaba saber acerca de qué tan cercano estaba del celo. Siempre había sido motivado por el sexo, pero cuando un celo se avecinaba, eso era casi todo en lo que podía pensar. Necesitaba mantenerse alejado de Youngho para poder pensar con claridad sobre las negociaciones y no volver a caer preso de cualquier actividad sexual inapropiada entre ellos.

Tocaron la puerta de atrás y maldijo en voz baja. Debía tratarse de los trabajadores, o posiblemente de Youngho, esperando algún tipo de almuerzo y se le habían acabado las opciones de comida fresca, de nuevo. Ruby maulló y salió corriendo de la habitación, derrapando en el pasillo y luego chocando contra una pared, para luego levantarse y seguir su camino con una dignidad que Doyoung imaginó que únicamente poseía la realeza del Viejo Mundo.

-Ya voy -dijo cuándo el toquido volvió a sonar, y se vio hacia abajo a sus pantalones sueltos de pijama e igualmente camiseta floja. No se había puesto otro tipo de ropa desde las negociaciones. Supuso que no tener trabajo tenía sus beneficios, al igual como poder recuperar sus horas de sueño, pero no estaba seguro de que vestir pijamas constantemente, era realmente uno de ellos.

-Te traje el almuerzo -dijo Youngho tan pronto como la puerta se abrió-. Y a los betas también. No tienes que preocuparte por darles de comer hoy. -Le tendió una bolsa de papel, y la boca de Doyoung se le hizo agua cuando el olor familiar le llegó.

-¿Sándwich a la parrilla de tomate deshidratado y queso de cabra? ¿Cómo lo supiste?

Youngho se encogió de hombros. -Soy tu alfa. Es mi trabajo saberlo.

Doyoung culpó su celo inminente por el hecho de que sus rodillas se debilitaran. -Gracias. -Tomó la bolsa y casi lo invitó a pasar antes de recordar que necesitaba mantener su distancia.

-Volveré a trabajar ahora -dijo Youngho, sonriendo.

-¿Ya comiste?

-Sí, en los puestos de comida. -Youngho se humedeció los labios y dijo-: No nos viste trabajar esta mañana.

-Tomé una siesta. -Dejó fuera el hecho de que en parte lo había hecho porque se sentía muy seguro con él afuera-. Necesitaba dormir.

Debido a que su celo se acercaba y su cuerpo estaba acumulando fuerzas, mientras que al mismo tiempo cerraba su sistema digestivo y engrosaba su colon para darle cabida a la tensión de abotonamiento.

-Venos esta tarde -dijo Youngho, imperativamente-. Estate en tu estudio. Te quiero allí.

El trasero de Doyoung se humedeció y tembló, teniendo que apretar los dientes para no invitarlo a pasar.

Youngho sonrió, la luz del sol vespertino brillando en sus dientes.

-Di que lo harás.

-Lo haré. -La voz de Doyoung fue ronca.

No debería, pero lo haría. ¿Qué daño le hacía?

Doyoung cerró la puerta tras Youngho y luego se sentó en la mesa de la cocina. El delicioso sabor del sándwich era lo suficientemente bueno para superar su renuencia a comer. Logró comerse la mitad antes de no poder tragar ni un bocado más.


Cuatro días.

Si tenía suerte.

Dejó la bolsa y el sándwich a medio comer, en la mesa de la cocina y caminó a rastras hacia la biblioteca. Cansado ya de nuevo, se dejó caer en el sillón con un libro, manta caliente, y una gata, inclinando la cabeza para poder ver por la ventana abierta.

Una fría brisa sopló y aunque el clima llamaba para encender la chimenea, calmaba su calor punzante, por lo que estiró un pie descalzo para sentirla más plenamente.

Youngho levantó una mano hacia él pero no se acercó, en su lugar regresó a la siembra y la labranza, excavando y aplanando, y generalmente, a ensuciarse. Sus mejillas brillaban y su pelo resplandecía bajo el sol. Los testículos de Doyoung se elevaron y su miembro se engrosó sólo de ver su manera de moverse con tan poco esfuerzo. Su alfa sería grande y fuerte algún día.

Somnoliento y empapado en un poco de lujuria, fingió leer mientras buscaba desesperadamente en su mente una solución para el problema del celo. Finalmente, no pudiendo llegar a ninguna conclusión fiable, dejó el libro a un lado y tomó de nuevo una siesta. Su sueño fue dulcemente sexual: Youngho a la orilla del mar, luciendo un bronceado. Estaba parado desnudo en donde llegaba la marea, con su miembro en mano, masturbándose lentamente mientras Doyoung se arrodillaba a sus pies con las olas corriendo sobre sus muslos, la boca abierta, tratando de captar en su lengua otro estallido de ese delicioso sabor.

Se despertó con un sobresalto cuando la palabra "adiós" se escuchó en su estudio. Ruby maulló y saltó de sus muslos, arrastrándose debajo del sillón. La luz de la tarde iluminaba la habitación con un brillo dorado. Doyoung se estiró, su miembro seguía semi-erecto y su trasero estaba tan húmedo como las olas en su sueño.

-Gracias por su ayuda -dijo la voz de Youngho, y Doyoung lo vio solo en el jardín, protegiendo sus ojos del sol con la mano-. Envía la cuenta y me encargaré de ella. Y no te olvides del extra que gastaste en los bulbos de Calitan.

-Ha sido un placer trabajar contigo -la voz de Mox sonó desde lo que le pareció el costado de la casa-. Es una pena que probablemente tu papá no quiera que nos ayudes en sus jardines esta primavera.

Youngho sonrió. -Es poco factible que fuera a permitirlo, pero si sigo viviendo allí para cuando empieces, podría escaparme e intentarlo.

-Buena suerte con todo, especialmente con el omega -dijo Mox con un tono que de alguna manera implicaba que pensaba que Youngho lo necesitaba. Sin embargo, Doyoung no podía discrepar con esa opinión. Ambos necesitaban suerte y él mismo necesitaba algún tipo de claridad. Urgentemente.

Luego se hizo el silencio. Youngho se puso de pie en el jardín, mirando a su alrededor con orgullo. Doyoung no sabía qué es lo que habían plantado pero tenía que admitir que incluso desde su posición en el sillón, el lugar parecía limpio y mantenía un aire prometedor que había estado ausente durante años.

La mirada de Youngho fue hacia la ventana abierta del estudio, directamente a Doyoung. Caminó por los senderos recientemente limpiados y se paró justo afuera de esta, al igual que lo había hecho aquella primera mañana.

-Hueles increíble. A mojado y sudor. -La voz de Youngho era ronca-. ¿Con qué estabas soñando, bello durmiente?

-Con la playa. No he ido allí en mucho tiempo. Echo de menos el mar.

La sonrisa de Youngho era de emoción. -Entonces iremos para nuestro primer celo juntos. Mis padres tienen una casa allí. Nos iremos unos días antes, cuando sepas que está por llegar, y disfrutaremos del agua antes de que nos encerremos en el cuarto por el tiempo que dure.

Doyoung pasó saliva.

-Suena bien.

Youngho se apoyó en el alféizar de la ventana y miró por encima de su hombro, como si estuviera asegurándose de que los hombres realmente se hubieran ido. -Ven aquí.

Doyoung se levantó del sillón como hipnotizado, consciente de que debía resistirse, pero incapaz de desobedecer. Sus pies lo propulsaron a la ventana. El olor del sudor de Youngho en la brisa fría, lo hizo querer lamerlo.

-Arrodíllate. -Los iris azules de Youngho brillaban con resolución.

-Youngho...

-Hazlo.

Doyoung pasó saliva y se sometió. El lustroso piso de ladrillo se sentía duro en sus rodillas, pero era una presencia sólida en el océano del deseo que lo reclamaba. Se le quedó viendo a los ladrillos, respirando profundamente y tratando de encontrar su cordura, pero el sudor limpio de Youngho le llenó la nariz, y lo hizo temblar de deseo. Su piel se erizó y ardió, un presagio del inminente celo.

-Muéstrame tu pene -dijo Youngho con voz ronca, como si estuviera en trance.

Los temblorosos dedos de Doyoung, consiguieron aflojar su pantalón de pijama, y los empujó hacia abajo a sus muslos, dejando al descubierto su miembro en el aire frío que entraba por la ventana, el cual no calmó su ardor en lo absoluto. De hecho, el toque de la brisa hizo que se flexionara y una gota de pre-semen rezumó de la hendidura.

-Ay Dios Lobo -jadeó Youngho.

-Está circuncidado. -Doyoung vio hacia su miembro en forma de flecha, con una preocupación arrastrándose en su bruma de lujuria, de que fuera extraño. Que a Youngho no le gustara. Otro tache contra él. Junto con otros tantos más.

-Me encanta. Es hermoso. Como un hongo de piel. -Las mejillas de Youngho se sonrojaron aún más-. Tu pre-semen huele tan bien. Déjame probarlo.

Doyoung se estremeció, doliéndole los pezones.

-Tómalo con tu dedo y dámelo.

Doyoung volteó hacia arriba y cuando vio las pupilas de Youngho, dilatadas por lujuria, un gemido brotó de su garganta. Pasó el dedo índice sobre la punta de su pene, tomando la gota de pre-semen, y levantó su mano temblorosa hacia la ventana.

Youngho gimió, sujetando los dedos de Doyoung, oliéndolos primero. Luego lo miró a los ojos mientras le chupaba el dedo índice. Doyoung se convulsionó por la deliciosa y cálida succión, y gimoteó suavemente. Sus testículos se elevaron endurecidos y casi se vino en el acto.

Youngho cerró los ojos, codicioso, sorbiendo y humedeciendo todo el dedo de Doyoung.

-Por favor -susurró Doyoung.

zèle - johndo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora