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Youngho estaba removiéndose en su silla en el largo comedor, separado de Doyoung por más de un metro de madera pulida, la compañía de sus abogados, y la presencia de sus padres. Su miembro estaba semi erecto y así había estado desde el momento en que Doyoung entró en la habitación oliendo a almizcle y al aceite para barba que había empezado a usar. Si todo iba bien hoy, podría ser capaz de tener sexo con él esa misma noche. Y si ese fuera el caso, estaba contento de que el día anterior, los obligó a esperar.

Ayer había regresado a trabajar al jardín con los betas, logrando muchos avances a pesar de sus constantes burlas sobre lo que creían que había sucedido en la casa con Doyoung, cuando estuvieron a solas. No habían estado tan equivocados. Si no hubiera sido por el tranquilizante alfa, le habría dado tan duro mientras lo besaba hasta quitarle el aliento, y luego lo habría puesto boca abajo y se lo habría hecho de nuevo.

Volvió a removerse en su asiento, viendo a Doyoung y Yuta leer los documentos preliminares que detallaba los temas a tratarse en la reunión. Doyoung volteó a mirarlo, con sus mejillas enrojeciéndose por encima de su barba y sus ojos oscureciéndose con excitación, como si supiera exactamente lo que él estaba pensando, y entonces negó con la cabeza y se concentró de nuevo en los papeles.

Youngho se humedeció los labios. Quería ver el miembro de Doyoung. Estaba circuncidado, le había dicho, y quería saber cómo lucía. Si sólo se resolvieran las cosas, entonces podría tener la oportunidad de hacerlo en unas cuantas horas. ¿Por qué no lo había hecho ayer? Estúpido. Había tenido la posibilidad.

Se inclinó hacia delante tratando de concentrarse, cuando Bisme Freet, el abogado de su padre, un beta alto y delgado, de cabeza calva y lentes angostos, preguntó si todos estaban listos para comenzar y empezó a leer en voz alta un aburrido y extravagante documento legal. Youngho ya sabía lo que decía. Anoche había insistido en ver el contrato propuesto, sin encontrarle nada malo. Cada palabra estaba grabada en su memoria.

Su padre le estaba pidiendo a Doyoung el consentimiento para que Youngho consumara la imprimación, el consentimiento para que tomara el control de sus propiedades, un gesto de cortesía ya que legalmente las propiedades pertenecían a Youngho desde el momento de la imprimación, y al menos un hijo nacido vivo. Había también otros detalles, como la discusión de la posible venta de algunas otras propiedades, pero todo lo demás mencionado en el contrato, describía lo que la familia Seo-Kim haría por él.

El corazón de Youngho se hinchó al pensar en todo lo que tenía para ofrecerle. Dado que cada petición era razonable y la atracción entre ellos era fuerte y mutua, Doyoung no lo rechazaría.

Pero no pasó mucho tiempo para que las negociaciones comenzaran a ir mal. Para acabarla, Doyoung no era capaz de ayudarlo en corresponderle sus miradas ansiosas,. Parecía distante y frágil. Para nada el hombre cálido y apasionado con el que había hablado por teléfono o el que había sido mientras se retorcía en el piso de su cocina el día anterior. Sus hombros estaban tensos y su mandíbula lucía como si estuviera apretando los dientes. Yuta también lo notó, y no dejaba de frotarle la espalda y susurrarle al oído, lo cual sólo hizo que Doyoung se pusiera más rígido. Youngho quería decirle a Yuta que se callara, que sólo estaba empeorando las cosas, pero no tenía idea de qué cosas eran.

Y debido a que Dios Lobo no parecía estarles sonriendo en esta negociación, su padre también estaba extrañamente irritable e inestable. Peor aún, su papá no parecía él mismo. Todos estaban ansiosos, y Youngho no entendía por qué. Después de lo que Doyoung y él habían hecho el día anterior, y las confidencias que habían compartido, se había permitido tener fe de que las negociaciones serían pan comido.

Tal vez Doyoung había cambiado de opinión acerca de lo de él y Donghyuck. Youngho trató de nuevo de verlo a los ojos, pero no encontró ira o resentimiento hacia él cuando cruzaron sus miradas. Aunque tampoco se la sostuvo.

zèle - johndo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora