La cabeza de Doyoung pulsaba.
Se había negado a la oferta de Yuta de hacerle compañía la noche anterior, y ahogó el horror de las negociaciones bebiéndose la mitad de la botella de ginebra. Ahora se sentía con los nervios a flor de piel y su minúsculo desayuno, amenazaba con salir por su boca.
Con cautela, tomó té y se recargó en su silla del escritorio. El sol del otoño se filtraba por las ventanas, mientras observaba a un ave recolectando de las moras en el árbol cerca de la parte posterior del jardín.
Ruby estaba enroscada en su regazo, amasando el material liso de su bata y pantalones de pijama, dando pinchazos en el tejido. No le importaba. Con la manutención de los Seo, si quería podría comprarse una docena de batas a la semana. Pero eso no calmaba su ansiedad por el futuro o la magnitud del contrato, que con su firma o no, traería a su vida.
Pobre Youngho. No había sabido qué hacer con la tensión en la habitación. Tenía un buen corazón y claramente quería lo mejor para él, incluso a expensas de sus propios deseos. Debió de haberlo sacado de su papá, porque su padre ciertamente no lo compartía.
Había querido estrangular el atractivo cuello de Seo Jongdae, cuando con tanta mojigatería trató de insistir que tuviera un hijo. ¡Como si él no fuera un monstruo que embaraza a su omega en cada celo, forzándolo a soportar la pérdida del mismo! ¡Como si tuviera alguna moral en absoluto! Se frotó las sienes y miró por la ventana hacia el arreglado jardín. ¿Quién se creía ese hombre para pedirle que arriesgara su vida por el bien de pasar sus desalmados genes?
Ruby detuvo el amasado, alzó las orejas y un maullido salió de su garganta mientras saltaba de su regazo y salía por la puerta hacia el pasillo en dirección a la cocina. Doyoung esperaba haberle puesto comida cuando se despertó, porque ahora mismo no podía recordarlo. Su cerebro estaba lleno de molestas bolas de algodón de furia. Ella chillaría si no había nada en su plato cuando llegara allí.
Apoyó la cabeza en el respaldo de la silla, había papeles esparcidos por encima de su escritorio, con poemas incompletos que había comenzado la noche anterior cuando estaba embriagado. No había ni uno bueno. Todos eran acerca de Youngho, y eso era lo peor de todo, ya que no quería que nadie supiera qué era lo que pensaba de no estar con el chico que le hacía sentir como si estuviera siendo cortado en tiras desde el interior. No había cenado nada sólido la noche anterior, y su estómago incluso se rebeló ante el té.
Se frotó los ojos y se enderezó, recogiendo todos los papeles de su escritorio, metiéndolos en un cajón repleto, sin mirar lo que había escrito. Es posible que hubiera algo bueno que pudiera salvar para después, cuando no estuviera tan sensible respecto a todo.
Su mente fue de nuevo a las negociaciones del día anterior. No estaba seguro de lo que había ocurrido cuando salió de la habitación para limpiar la molesta lubricación que le seguía afectando cada vez que Youngho se le imponía de alguna manera o forma, pero el ambiente había cambiado cuando regresó. No necesariamente para mejor, pero tampoco para peor. Habían discutido las propiedades sin muchas ganas, con él negándose a renunciar a su casa y Youngho respaldándolo. Luego acordó en permitirles arreglar la cabaña que sus padres le habían dejado. Podrían decidir si vender o mantenerla una vez estuviera lista.
Pero a pesar de los progresos, había sentido la corriente de la verdad alejándolo cada vez más de firmar el contrato.
Cuando todo terminó, habían intentado darle detalles de a qué hora debía de llegar esta noche para la fiesta del Lobo expectante, pero había interrumpido a Minseok, diciéndole: -No siento que sea apropiado el compartir una fiesta tan importante, cuando las negociaciones siguen siendo tan inestables. Es una celebración para la familia por una nueva vida, familia a lo que tal vez nunca pertenezca.
Youngho había lucido devastado, pero no había protestado.
Por la noche, el teléfono en su escritorio había sonado varias veces mientras escribía furiosamente y tomaba grandes tragos de ginebra. No había respondido, sabía quién era. Pero, ¿qué iba a decirle al chico? «Te di esperanzas. Te dejé pensar...».Dios Lobo, ni siquiera podía completar la frase en su propia mente. Ni siquiera a la luz del día con un estruendoso dolor de cabeza demostrándole que estaba sobrio. Quería tanto a Youngho, quería desesperadamente firmar el contrato con él, y no obstante...
Un golpecito en su ventana lo hizo sobresaltarse, y su cabeza se sacudió. Su corazón dio un vuelco mortal. Pasó saliva y se levantó lentamente para quitar el seguro y levantar el marco.
-Hola. -Youngho apartó el pelo de sus ojos, estos estaban hinchados y no parecía haber dormido en toda la noche. La fría brisa fluyó en la habitación, enfriando a Doyoung a través de sus pantalones de pijama y bata.
-Debes aprender a utilizar el teléfono. -Doyoung se cruzó de brazos.
-Debes aprender a contestarlo -replicó Youngho.
El miembro de Doyoung se llenó de sangre, y gimió mientras luchaba por no tener una erección. Al mismo tiempo, su trasero se mojaba.
-Diablos -susurró-. Esto tiene que parar.
Las fosas nasales de Youngho se dilataron, pero no dijo nada.
-Cuando alguien no contesta el teléfono, por lo general significa que quiere estar solo -continuó Doyoung-. No significa que vayan a su casa a acosarlo.
-Vine para hacerte saber que Mox y los otros betas estarán aquí dentro de una hora. Hoy vamos a volver a trabajar en la parte de atrás, tal como lo planeamos. Siento haberte molestado. -Se apartó de la ventana y se dirigió hacia el jardín, donde recogió una pala y comenzó a cortar la maraña de maleza.
Doyoung tembló en la brisa y alzó su mano para cerrar la ventana, pero se detuvo. Podía oler la tristeza de Youngho, saborearla en su boca, y le dolía el interior, como si una espina fuera torcida en su intestino.
-Ven -gritó, inclinándose en la ventana-. Youngho, ven por favor.
Youngho tiró la pala y se acercó con una expresión sombría. Doyoung nunca había visto a su bebé alfa tan desanimado, y era su culpa.
-Siento ser descortés contigo. No te lo mereces. Tengo un poco de resaca.