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—¿Disculpá?

Esteban no lo puede creer.

El recepcionista vuelve a su asiento y se tira indignado.

—¿Con este calor te querés tomar un mate? ¿Me estás jodiendo?

Blas apoya la barbilla sobre sus manos. Le sonríe al rubio sin mostrar los dientes.

—¿Vos no sos argento o qué onda?

—Soy argentino pero no un desquiciado, además—Esteban reflexiona por un momento—. Che, quién te crees que sos para pedir eso. Raja de acá, pibe.

Blas echa la cabeza hacia un lado, como si estuviera analizándolo, aunque en realidad se está viendo en el espejo que está tras el mostrador.

Y Esteban no se da cuenta porque, literalmente, nadie alcanza a verse en ese espejo y olvidó por completo que existe.

—¿Sos Esteban, no?—Blas le pregunta, volviendo la mirada hacia él, buscando la placa con su nombre que debería tener en el saco.

El rubio mira la placa que dejó al lado del teclado; le dibujó unos corazones cuando estaba aburrido y no notó que usó plumón permanente hasta que quiso dibujar una estrella.

Kukuriczka quiere meter la cabeza en un balde de agua. ¿Porqué Blas, un ex empleado de Mcdonalds, sabe su nombre? Su paranoia de verano le hace pensar que Blas es hijo de su jefe y esto es un experimento social para despedirlo por ser holgazán.

Quiere morderse las uñas, pero ¿y si hay una cámara oculta? Qué inapropiado sería.

Tal vez el Poste es hijo del dueño; el dueño es un adulto joven, pero Blas podría ser adoptado, o producto de un embarazo adolescente, tiene toda la cara.

Ay, no, Esteban se va a desmayar.

—¿Vos quién sos?

Esteban por fin formula algo, aunque Blas no parece satisfecho.

—Ya lo sabés—El pibe levanta ambos brazos en un ademan de obviedad—. Blas Polidori, veterano del Mcdonalds, ¿Y tú?

Blas termina por extenderle la mano de nuevo.

El recepcionista no sabe cómo reaccionar. Si lo rechaza capaz que termina en la calle.

—Esteban Kukuriczka—Acepta su mano y la estrecha.

Blas tiene unas manos gigantescas y delgadas. Apenas tuvo contacto con sus dedos, sin embargo, nota que son muy largos.

Ojalá la cámara oculta no lea sus pensamientos. Ahí lo mandarían a la cárcel.

—¿Esteban Kuku–qué?—Blas hace una mueca graciosa de confusión— ¿Cómo escribías tu apellido en el kínder?

Esteban no puede evitar reírse, aunque fielmente esté pensando que ya está despedido.

—Qué pregunta poronga—El contrario se encoge de hombros, sonriendo—. Podés decirme Kuku, más fácil para los boluditos.

—Qué considerado, gracias.

Blas le sonríe mucho, como si él fuera gracioso y no sólo un infeliz trabajando.

Blas no quiere dejar de hablar con Kuku. Al fin y al cabo, sólo vino a entregar un curriculum y rezar para que lo contraten.

El de rulos suspira, Kuku entiende y por su lado carraspea.

—Bueno, empleado del mes de Mcdonalds, dame tu curriculum—Esteban se muerde el labio por dentro, extiende su mano de oficinista para recibir la hoja.

ʜᴏᴛᴇʟ ʀᴏᴍᴇʀᴏ ᵇˡᵃˢ ˣ ᵉˢᵗᵉᵇᵃⁿ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora