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Ya es martes.

Es martes y todavía no invita a Blas a la cita que le prometió. Olvidó hacerlo, bueno, no lo olvidó, sólo está posponiéndolo por razones boludas.

Esteban sabe que es ridículo que le de vergüenza. Ha tenido cientos de citas (es una pequeñita exageración) antes, y con Blas ya se habían saltado bastantes pasos del manual de "cómo empezar a salir con alguien".

Así que no hay explicación lógica más allá del "me da vergüenza" de un hombre en sus treintas que se siente como un pibe haciendo cosas estúpidas e imprudentes.

No puede pensar bien. Su turno comenzó a las 5 de la madrugada hoy. No paró de trabajar tras su escritorio hasta cosa de las 10.

Ahora, mientras atiende al último gringo de la fila, siente que tiene una mirada sobre él que no se le despega de encima.

Usualmente es Blas mirándolo como tonto.

Ya lo ha pillado varias veces; apoyado en la segunda puerta de entrada, mirando con sus ojos grandes hacia la recepción, para verlo a él.

En efecto, sí es Blas.
Cuando Esteban desvía la mirada un segundo del cliente, hace contacto visual con el chico y este le sonríe mostrando los dientes.

Es tan lindo que duele.

Blas.

El chico de 20 años, altísimo y flaquito, que laburaba de botones en el hotel. Era torpe y no tenía experiencia, pero era todo un pillo porque tenía contactos y sabía cómo usarlos.

Blas.

Que era precioso. Sus ojos siendo la mayor obra maestra creada por el universo; grandes y brillantes, de color café, con pestañas largas que los adornaban. Ya lo dijo una vez, Esteban no huye ni evita el contacto visual, pero con Blas tiene miedo de perderse en su mirada para siempre.

Blas.

Que tiene unos rulos tan lindos, con los que se está obsesionando un poquito. Está lleno de lunares en todo el cuerpo (aunque le faltan por ver), es como un lienzo pintado a óleo; sus lunares son los pequeños detalles que lo hacen perfecto. Y ni hablar de su carita de nene. Su rostro es hermoso, sus cejas gruesas, su nariz recta, le encanta su nariz, sus cachetitos flacos y sus labios.

Quiere acostumbrarse a besarlo, como si fuera respirar.

Esteban quiere ser su novio.

Lo ha pensado durante horas (no seguidas, en general). Y cada vez que lo mira, sólo quiere que ese hombre sea suyo.

Y ser de él.

Hace mucho que no fantaseaba con tener una relación, o con la idea de estar con alguien. Lo atemorizaba, en realidad. Se volvía cobarde ante la mención del compromiso.

Aun así, a Kuku le gustaría tener una relación con él, una de verdad. Poder besarse casualmente siempre que pudiera, agarrarse de las manos, que la gente sepa que están juntos; que cada vez que Blas esté solo, le pregunten en dónde está Esteban.

Admirando a Blas desde su puesto, no entiende porqué se fijó en él, de forma sexual o romántica, la que sea.

El chico lo saluda con la mano y con un gesto le pregunta si puede ir para allá. Le indica que sí con una media sonrisa. Le gustaba pasar tiempo con él.

Blas está frente al mesón y toca la campanita (esa que dice 'no tocar').

-Buen día-Esteban comienza, divertido-¿tenés una reserva?

—Mi pareja tuvo que haber hecho una por mí—Blas apoya los codos sobre el mesón, le mira con ojos tiernos— A nombre de Blas Polidori debe estar.

"Mi pareja".

ʜᴏᴛᴇʟ ʀᴏᴍᴇʀᴏ ᵇˡᵃˢ ˣ ᵉˢᵗᵉᵇᵃⁿ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora