Cuando dos extraños que no tienen absolutamente nada en común se ven obligados a casarse, su relación pondrá a prueba la famosa teoría: ¿Pueden realmente atraerse los opuestos?
Ran Haitani, el rompecorazones tiene dinero, fama, poder y está acostum...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
"Conversación WhatsApp"
Hiro Estoy flipando Las puertas se abren en 2 ¿Dónde estás?
"Fin de la conversación"
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hara
Vi que mi teléfono se iluminaba con nuevos mensajes y corrí hacia el escritorio, donde yacía encima. Sabía que se me hacía tarde, lo que no era habitual en mí.
Pero después del estrés de la conversación con Ran en su despacho, necesitaba algo que me relajara, así que me había dado un baño caliente, tratando de exfoliar mi ansiedad.
Me apresure a ponerme el vestidito negro que había comprado con Hiro, lo único que encontré en la tienda. Era hermoso en su sencillez, una falda clásica de línea A con un top ajustado y un escote conservador.
Entonces me puse un par de tacones stiletto y salí corriendo del ático, encontrando por suerte un taxi justo fuera.
Me había olvidado de pedir un chofer cuando estaba arriba y no tenía tiempo de coger el metro, así que opté por el taxi.
Cuando llegué al Tokyo Arts, llevaba quince minutos de retraso. Pero cuando miré a través de los escaparates del suelo al techo, mi sentimiento de culpa se disipó. La galería estaba llena.
Pagué al taxista y me bajé, acercándome al guardia de seguridad que estaba junto a la puerta. Era una bonita tarde de otoño, y el cielo nocturno creaba el telón de fondo perfecto para la fiesta bien iluminada que se celebraba en el interior.
—¡Hola! Soy una amiga de Hiro exclamé. El guardia de seguridad se limitó a mirarme, sosteniendo su portapapeles.
—¿Nombre?
—Hara. Hara Haitani. Se apartó inmediatamente, abriendo la puerta para mí. Tan pronto como atravesé la puerta, me golpeó el calor de una habitación llena de gente.
Gente bien vestida y de aspecto interesante se movia por la galería, con vasos de vino en la mano y riendo entre ellos. Los cuadros colgaban de las paredes, y los distintos grupos de personas se colocaban delante de cada uno, señalando y apreciando el arte.
