Cuando dos extraños que no tienen absolutamente nada en común se ven obligados a casarse, su relación pondrá a prueba la famosa teoría: ¿Pueden realmente atraerse los opuestos?
Ran Haitani, el rompecorazones tiene dinero, fama, poder y está acostum...
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HARA
Hayate me llevó hasta Shibuya, aunque yo insistí en que podía coger el tren sin problema.
Últimamente, me había estado haciendo todos estos pequeños favores, como esperar fuera de la cafetería de Hiro, incluso cuando le dije que estaría feliz de volver corriendo a casa.
No sabía cuando exactamente me lo había ganado, pero estaba agradecida de tener un aliado. Misaki, por muy buena que fuera, nunca pondría nada ni a nadie por encima de su lealtad a Ran.
En este momento, tener a Hayate allí para llevarme a casa lo más rápido posible fue de agradecer. Debió notar la angustia en mi cara, porque hoy pisó el acelerador un poco más fuerte de lo habitual.
Eso o que viera cómo seguía comprobando nerviosamente mi teléfono cada cinco minutos, esperando que Dae me pusiera al día.
La idea de que la salud de mi padre podía haber empeorado... de nuevo... No sabía si mi corazón podría soportarlo.
— Maldita sea, Dae — Dije, tirando mi teléfono en mi bolso y colocándome la cabeza entre las manos — Respóndeme. Por favor.
Pero mi teléfono permaneció en silencio.
¿Cómo pudo suceder esto?
Después de todo lo que había invertido para asegurarme de que mi padre estuviera bien. Después de probar este nuevo tratamiento experimental. Después de aceptar casarme con Ran Haitani, de entre todas las personas...
No podía ser todo en vano, ¿verdad?
Volví a pensar en aquel horrible collar que había encontrado en mi habitación y me pregunté a qué estaría jugando Ran. ¿Podría ser que, de alguna manera, se tratara de un error?
Conociendo lo cruel que podía llegar a ser, lo dudé.
Mi teléfono zumbó y me precipité hacia él, apresurándome a desbloquearlo, esperando que me diera alguna respuesta sobre mi padre.
Pero no fue Dar quien envió el mensaje...
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