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✮⋆ Dice que la obligó a hacer lo que no debe Entre paredes nadie sabe lo que pasa Después del primer beso nada la detiene ✮⋆
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CATALINA.
Si tenía que mandarle un mensaje más a Enzo pidiendo que se apure iba a matarme.
No podía creer que ni siquiera el día de su divorcio tuviera la decencia de llegar a tiempo. Llevaba sentada en el hall del juzgado desde la siete y media de la mañana, mismo horario en el cuál había comenzado a enviarle mensajes para que llegue a puntual. Evidentemente, la palabra temprano no estaba incluida en el vocabulario del futbolista.
te necesito urgente, apurate por favor
Aunque internamente agradecía que el tiempo a solas con él sea lo más corto posible. Desde lo que paso ese viernes, su persona paseaba por mi mente incansablemente, incluso cuando estaba simplemente existiendo. Volver a verlo significaba que la vergüenza regiría por completo mi comportamiento.
Pasaron diez minutos antes de que una fragancia masculina fuerte inundará el lugar, haciéndome saber que se había dignado a aparecer. Cuando lo observé acercarse mis ojos casi se salen del lugar. Vestía una camisa blanca semi abierta, pantalón de vestir negro, zapatos del mismo color y un saco que colgaba en su codo. Estaba de punta en blanco, y aún pareciendo un muñequito de torta, le sentaba hermoso.
—Por fin— recrimine mientras se desplomaba en el asiento continúo al mío.— Pensé que te había pasado algo.
—No sabes lo que me costó conseguir esta mierda acá— se quejó, extendiendome una caja de chocolates Ferrero Rocher. Lo mire sorprendía.— Jodeme que no te gustan.
—No, no. Me gustan, pero no hacía falta— reproche, agarrando la caja para guardarla en mi cartera. Un regalo es un regalo.
—Mi disculpa por haberme levantado tarde— sonrió, sentándose a mi lado en el extenso sofá. Me puse nerviosa ante la invasión a mi espacio.— ¿No me vas a saludar bien?
—No te mereces que te saludé con tu horario de llegada— dije, haciéndolo reír.
