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⋆.˚ Si ellos se llegan a enterar va a ser un papelón
Porque esto de nosotro' es un problemón.
























ᯓ★


























CATALINA.

Mi cuerpo dejó de responder en el instante que ese aterrador sonido llegó a mis oídos. Todo lo que implicaba detrás de ese insignificante ruido podría culminar en un irreversible desastre. Cada parte de mi cabeza procesaba las mil emociones que la avasallaron: miedo, ansiedad, arrepentimiento. La última se posiciona por encima de las demás, haciéndose presente al segundo que entre en razón de lo que estaba pasando. Inhibió todos mis movimientos, paralizó mi lado consciente y me hizo entrar en una especie de shock.

Las peores escenas sobre las consecuencias que traería ese momento se reproducen en mi cabeza con una rapidez inédita, haciéndome pensar tantas reacciones que solo pude elegir la de quedarme quieta, sin emitir ninguna acción.

Sentí unas manos recorrer mi figura con prisa, aparentemente haciendo algo que no lograba descifrar. Ni siquiera me percaté de quién estaba conmigo, hasta que una voz grave me sacudió con fuerza, intentando que le prestará atención. Las palabras se escuchaban lejanas, como si estuviera bajo el agua. Puse todas mis fuerzas para concentrarme en lo que sucedía, girando mi cabeza de un lado al otro para salir del aturdimiento.

—Cata, ¿me escuchas?— susurró Enzo, terminando de pasar mi pantalón por mis piernas, cerrando el botón de este con torpeza.— Dale, boluda. Reacciona. Creo que me voy a desmayar.

Parpadeó velozmente, tragando saliva al caer de nuevo en la realidad. Comprendí que no era una ensoñación, sino que por la puerta de entrada realmente había pasado alguien, y esa misma persona ahora conversaba con otra en el vestíbulo. Por ende, eran dos los individuos que rondaban por ahí. Uno de ellos tenía una entonación bastante profunda y rasposa, dando a entender que provenía de un hombre mayor. El segundo era más fino y con un acento especial, quizá británico, procedente de una mujer. Está última me sonaba extrañamente familiar, pero la distancia que nos separaba no me permitía saber de quién se trataba.

Devolví mi atención al lugar en dónde me encontraba, viendo como el morocho buscaba desesperadamente algo en el suelo. Observé mi cuerpo ya tapado por mi pantalón mal acomodado, la camisa blanca hecha un lío y un saco gris que cubría la misma. En los segundos que pase desconectada Enzo me había vestido, evidenciando que tuvo una respuesta más rápida y superior a la mía. Ahora una expresión de terror decoraba sus facciones, mientras miraba con precaución hacia afuera.

Cerré los ojos unos instantes para acomodar las ideas, analizando cual sería la mejor solución a esto. La excusa de qué el morocho vino para hablar sobre el divorcio era la más sensata, pero el pequeño detalle de que no contábamos con una cita previa la desacredita en un santiamén. Era muy tarde para escribirlo en la libreta de la secretaría, ya que los dos intrusos nos pondrían en completo peligro.

Cualquier pretexto quedaba embarrado con la principal regla que mantenía el estudio; los clientes no pueden frecuentar el mismo, exceptuando los que tengan un arreglo y sea extremadamente necesario. La extrema necesidad, en este caso, era que Enzo me acomodé la matrix en mi propio escritorio.

¿Podría alguna vez resistirme a lo que me provocaba ese varón?

Baje con un salto del mueble donde me encontraba paralizada, lamentando esa decisión en el segundo que mis piernas me fallaron, doblándose de un tirón que me hace caer de rodillas al piso. Enzo captó la situación con rapidez, dándose vuelta para mirarme asustado. Su expresión cambió a un ceño fruncido en cuanto sus ojos se posaron en mí, acercándose a pasos agigantados hasta el lugar donde estaba.

𝗔𝗕𝗢𝗚𝗔𝗗𝗔 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora