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MARATÓN 3/3































𝗝𝘂𝗻𝘁𝗼 𝗮 𝘁𝗶 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿é, 𝘁𝗼𝗱𝗮 𝗹𝗮 𝗻𝗼𝗰𝗵𝗲 𝗱á𝗻𝗱𝗼𝘁𝗲
𝗛𝗮𝘀𝘁𝗮 𝗯𝗼𝘁𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗹𝗮 𝗳𝘂𝗲𝗿𝘇𝗮


























































˗ˏˋ ★ ˎˊ˗


CATALINA.

Atrás había quedado cualquier tipo de incomodidad que habíamos pasado ante el pedido del morocho. Mi mente, nublada por los mil pensamientos que se cruzaban de un lado a otro, me impidió reaccionar rápidamente. Acatar esa orden significa, ahora sí, dar un paso del que sería imposible arrepentirse y echarse para atrás. Cruzar una línea que tenía completamente prohibida. Poner en riesgo el caso que tanto trabajo me estaba costando. Y, lo que más malestar me provocaba, es el hecho de saber que Enzo no sería un polvo común. Porque aunque todavía no tuve la dicha de probarlo, no me hacía falta para saber que podría volverme adicta. Eso, por encima de las demás contradicciones, representaba algo que me atemorizaba y encantaba a la vez.

Impulsada justamente por ese último pensamiento, decidí seguir mi instinto –más sexual que intuitivo– y avalanzarme encima suyo, como tanto quise desde que cruzó la puerta. Mañana la culpa me consumiría, pero ahora disfrutaría al máximo lo que Enzo tenía para ofrecerme. Más tarde acusaría al poco alcohol en sangre de mis malas decisiones.

Sin pena alguna, me subí sobre su regazo con sus manos pegadas a mi cintura para acordarme exactamente arriba de su bulto, ocasionando que suelte un gemido imperceptible ante la sensación. Lo agarre de la nuca, imaginando que me iba a desvanecer de un segundo a otro.

Enzo se dedicó a observarme con curiosidad, esperando por mi reacción al tenernos tan cerca, al igual que los últimos encuentros que estuvimos enfrentando. Pero este era diferente. Ahora solo había una forma para terminar las cosas.

—Dos— dije en un susurro.— ¿Verdad o reto?

—Reto.

En un impulso guiado por la euforia del momento, estire mí brazo para sujetar la botella que descansaba al costado nuestro, llevándola hacia el medio para que él la sostuviera. Su mirada de desconcierto me incitó a seguir con el valor momentáneo, sacando mi remera rápidamente antes de que pudiera acobardarme.

El morocho solo atinó a llevar su mirada a mis pechos, perplejo por mi inesperada acción. Me felicité a mi misma por haber dejado a oscuras el living, ya que ahora solo nos alumbraba la poca luz proveniente de la cocina y la claridad de la televisión prendida. La música no había cesado, reproduciendo ahora una canción que desconocía.

Enzo no comprendía la situación, por lo qué, decidida, deslice junto a él la botella sobre mi torso, dejando que el líquido frío recorriera toda la zona velozmente. Mis pezones respondieron automáticamente al fresco del alcohol, clamando por sentirlo al morocho lo más cerca posible.

—Toma— hablé en un susurro, mirándolo directo a los ojos.

No tardó en aparecer el remordimiento por mi comportamiento, pensando que quizá estaba haciendo muy rápido las cosas. Pero supe que él tenía la misma desesperación que yo cuando, sin tardar un segundo, se pegó a una de mis tetas para dejar un fugaz beso antes de comenzar a seguir con su lengua el rastro aguado de bebida en esta.

𝗔𝗕𝗢𝗚𝗔𝗗𝗔 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora