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ᯓ  MARATÓN 2/3  ᯓ





















¿𝗩𝗲𝗿𝗱𝗮𝗱 𝗼 𝗿𝗲𝘁𝗼?


























˗ˏˋ ★ ˎˊ˗

































CATALINA.

Me recrimino mentalmente al escuchar la última frase del pelinegro. Dejarme llevar por mis impulsos con él había sido, definitivamente, de las decisiones que más me arrepentía en mi vida. Porque Enzo no era una persona sensata, y por supuesto no se acobardaba a una propuesta que, seguramente, recibía seguido. Pero yo no era igual, y ahora me encontraba hiperventilando mientras él buscaba un lugar para dejar el coche, con la enorme aflicción del qué pasaría en adelante. ¿Cómo se suponía que actuaría tranquila en un espacio solitario y reducido con el mejor hombre que se cruzó en mi corta existencia?

Todos esos remordimientos me atormentaban al tiempo que Enzo dejaba el auto en el estacionamiento, conmigo esperándolo en el porche del edificio. Apareció nuevamente con su típica gorrita para atrás, caminando fingiendo que estaba en una pasarela y jugando con su ropa. Agradecí internamente al santo que me dejaba apreciar semejante vista.

Entramos en silencio al ascensor, sin terminar de procesar la situación. No sabía que iba a pasar una vez que estuviésemos solos entre cuatro paredes. Entendía muy bien las intenciones del morocho, pero no podía encarar eso; ¿qué tenía que hacer? ¿Darle un beso apenas entremos? ¿Hacerme la boluda y esperar a que él dé el primer paso? No obtuve una respuesta concreta ni cuando entramos a mi departamento, con el mismo silencio ininterrumpido.

Prendí las luces y puse las llaves sobre la mesa, sin atreverme a mirarlo a los ojos. Escuché como cerró la puerta y di media vuelta con los nervios de punta. Que él, la persona más habladora del mundo, no dijera palabra y solo me observará con esa mirada intimidante, me dejaba muda.

—¿Me esperas a que me bañe?— solté de repente, expectante a escapar de la situación.

Soltó una risa nasal antes de acercarse con lentitud.

—Si puedo entrar con vos— se encogió de hombros.

—Ya te bañaste vos— recordé.

—Dicen que hace bien bañarse dos veces al día— bromeó, tirándose de lleno en el sillón como si fuese suyo.

—A vos qué siempre estás sucio nomás. Ahí vengo, está el control si querés poner música— dije mientras me dirigía al cuarto.

—No me extrañes— se despidió.

Entre a la ducha lo más rápido posible, pero también queriendo que el rato a solas pase lento. Me desesperaba no saber qué hacer con él, ya que nunca había estado tan nerviosa de tenerlo conmigo. Si bien esto se sentía mucho más íntimo que el baño de un juzgado, ninguno de los dos estaba tan suelto como en ese momento. Parecía que nos había atrapado la timidez de un segundo a otro.

Al cerrar el agua, pude escuchar la canción que había seleccionado el morocho. Estuve tan pérdida en mis pensamientos que no me percaté de lo fuerte que sonaba. Tanto, que en cualquier instante algún vecino vendría a reclamar. Para colmo, no era un tema tranquilo, sino todo lo contrario; el enganchado de La Champions Liga podía escucharse desde la otra cuadra. Por suerte la mayoría de los inquilinos hablaban inglés.

𝗔𝗕𝗢𝗚𝗔𝗗𝗔 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora