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CATALINA.

Los días grises eran mis favoritos para pensar en todos los intentos de suicidio posibles.

Con el cuarto café del día en mano firme uno de los papeles de una larga pila que tenía enfrente mío, procurando ignorar la pesadez en mis ojos. No dormir bien podría ser la cosa que más odiaba en el mundo, ya que mi capacidad de concentración se reducía a cero. Sin embargo, los motivos de mi falta de sueño son una excepción a la regla.

Sonreí en medio de los recuerdos de la anterior noche, percibiendo como los pequeños dolores en algunas partes seguían presentes, recordando el porqué de cada uno de ellos. Probablemente sea una tortura seguir pasando los días conmemorando las imágenes repetía mi mente sin cesar.

Espante mis pensamientos para proseguir con la ardua tarea que tenía por delante y que me generaría un dolor de cabeza a largo plazo. Entre todos los papeles divague sobre el documento pendiente del divorcio de Enzo, que esperaba a ser revisado desde hace días. De tanto frecuentar con él había olvidado por completo que es un cliente con un caso irresuelto, en el que particularmente yo llevaba las riendas. Quedaba un camino medianamente corto antes de dar el veredicto final para pactar el régimen de visitas y la custodia, pero si quería un buen resultado, tendría que meterme a fondo con eso. Si bien la parte continúa mostró una gran predisposición al acuerdo mutuo, no podía descuidarme y dejar que las cosas fluyan así nomás. Por lo pronto, una vez terminada la sección de calvario, trabajaría en el expediente de la familia para tenerlo listo y preparado.

Llegado el mediodía había terminado y despachado, no sabía cómo, toda hoja que habitará mí escritorio. Estaba algo mareada después de tantas letras, números y palabras difíciles de entender y relacionar, por lo que agradecí el receso que nos tomábamos al mediodía; este me daba tiempo para ir a mí casa, comer y dormir veinte o treinta minutos. Sin embargo, ese día tan atareado no me dejó otra opción que almorzar en el estudio para comenzar con los trámites de la separación. Así que, más desganada que otra cosa, opte por pedir delivery de una hamburguesa, único menú que lograría ayudarme a seguir adelante.

El personal fue dejando el estudio con un breve saludo, todos ansiosos por escapar un rato de la luz tenue de las oficinas, descansar la vista de las computadoras y cesar por un minuto de ese calambre que te deja escribir. Yo respondía con una forzada sonrisa a cada uno que pasaba por mi espacio, deseándoles lo peor en secreto. Cuando salió el último suspiré aliviada de poder estar por fin sola, acostándome sobre mis brazos en el escritorio en busca de un poco de alivio para el dolor en mi espalda baja. Estás eran las consecuencias de hacer planes con el morocho entre semana.

Cómo si hubiera leído mis pensamientos, una notificación en la computadora me hizo sobresaltar. Me acomode los lentes para visualizar el mensaje que apareció en la parte de WhatsApp Web.

𝗔𝗕𝗢𝗚𝗔𝗗𝗔 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora