Experimento.

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17 de junio / 2018

Después de unos días de sufrimiento los robots llegaron para sacarme de la celda de castigo, jamás estuve más feliz de ver a esas hojalatas. Como pude camine, estaba muy cansado por las malas noches y por la falta de alimento, apenas y podía mantenerme de pie, mis brazos me dolían bastante, ya no podía ni alzarlos, los tenía totalmente entumidos y adoloridos. No podía esperar para llegar a mi celda para dormir pacíficamente, pero grande fue mi sorpresa al darme cuenta que al lugar donde me llevaban, no era exactamente a la celda.

Después de un largo rato de pasar por varios pasillos de las deth Egg llegamos a la habitación en donde había tenido el almuerzo con Eggman, la única diferencia es que en esta ocasión se encontraba totalmente en penumbra, solo se veía una pequeña mesa con un poco de caldo de pollo y agua. Los robots me acercaron a esta y aproveché para comer, estaba algo insípido, pero era mejor a tener hambre, cuando terminé me sentía mucho mejor. Todo se quedó en silencio hasta que entró Eggman, que, en la oscuridad, solo se podía distinguir su silueta, al sentarse una pequeña luz lo alumbro.

— ¿Qué te pareció el menú? — preguntó el calvo

— Le falto sal — dije cruzándome de brazos.

— No es para que lo disfrutaras, solo quería ver que estuvieras en buenas en condiciones para el experimento.

— ¿Qué experimento? — dije consternado.

Eggman solo hizo un gesto con la cabeza, lo que provocó que los robots me sujetaran y me pusieran contra el suelo. El calvo le entregó una jeringa a uno de sus secuaces con un líquido de un color rosado intenso; al ver como se iba a cercando, más me intentaba liberar, pero los secuaces de Eggman se sentaron sobre mi para mantenerme inmóvil.

— ¡No! — dije muy alarmado al ver como el robot se acercaba cada vez más.

— No tiene caso resistirse Sonic — dijo el doctor dando una sonrisa maliciosa.

Sentí como me corrieron la manga y el piquetito, seguido de la sustancia que ardía demasiado. Los robots se bajaron de mí, me intenté levantar, pero al hacerlo me sentí muy mareado y con ganas de vomitar, la risa de Eggman me revotaba en los oídos, perdí el equilibrio y terminé tirado en el suelo, mis sentidos se fueron debilitando poco a poco, hasta que todo se quedó negro. Lo último que vi fue a Eggman con una sonrisa satisfactoria.

— Dulces sueños.

Me desperté en un Green Hills destruido, descolorido y marchito, el olor me recordaba a los incendios y gases de combustión, un olor que no me agradaba para nada. Empecé a correr para ver si podía encontrar algo o alguien con vida, aunque lo dudaba, la devastación era tal, que estaba seguro de que ningún tipo de vida podía subsistir en ese lugar. Hubo un largo rato sin respuesta hasta que vi una choza destruida, el único indicio que pude ver de vida. Al entrar vi que la estructura apenas y se podía mantener de pie, estaba completamente sucia, la madera estaba podrida, y emanaba un olor horrible. Estaba observando la estructura cuando una de las puertas puerta de uno de los cuartos se abrió lentamente dejando ver un foco que producía una luz de color ámbar, algo escalofriante para mi gusto. Me acerqué lentamente a ella, precavido por si acaso, cuando entré me encontré en un lugar totalmente diferente, había varias literas bien ordenadas, poseía un olor a limpio y todo estaba ordenado y reluciente, no tarde mucho para descubrir en donde estaba.

— ¿El orfanato? — susurre sorprendido.

— Dónde todo comenzó — dijo una voz que hizo eco en el lugar.

De las sombras salió un chico con el cabello rojo.

— ¿Knuckels? — dije muy confundido.

Él se acercó y me dio una bofetada.

— ¿Y eso por qué fue? — le reclame sobándome la mejilla.

— Como en los viejos tiempos — dijo dándome otra que pude detener – no es así amigo.

— No le digas así Knux — dijo Tails cruzada de brazos — nosotros no tenemos como amigos a inútiles inservibles que se quedan de brazos cruzados mientras los demás lidian con su propio desorden.

Las palabras de Tails me dejaron muy sorprendido, antes de que pudiera cuestionar algo, alguien me dio una patada por la espalada haciendo que me golpeara contra la pared.

— ¿Qué paso Sonic? — dijo Silver con un tono burlón — la criatura más rápida no pudo esquivar un golpe normal.

— No puedo creer que lo consideramos como nuestro amigo — dijo Tails reflejando en su rostro repudio.

— Escuchen — dije parándome — de ve haber un error, yo solo...

— Es un cobarde — dijo Traveler — sabe que no puede contra nosotros.

— No es eso, es solo que...

— Es un bebe llorón — dijo Shadow saliendo de la nada — no puede resolver sus problemas sin intentar hablar porque sabe que es débil como para resolverlos peleando.

— Patético — dijo Blaze — solo demuestra su propia debilidad.

— Es inservible — dijo Silver.

— Pensé que éramos amigos — dije sin aguantar más, dentro de mí, el dolor y el enojo iban ganando terreno.

Todos se empezaron a reír haciendo eco en la habitación, poco a poco me iban acorralando más contra la pared.

— Amigos tuyos jamás — dijo Tails limpiándose las lágrimas que le habían salido de la risa.

— Oigan les parece que juguemos con nuestro saco de boxeo — opinó Knuckels.

Todos asintieron y me voltearon a ver con malicia, sabía a lo que se refería. Intente escapar con mi super velocidad, pero solo pude moverme a una velocidad normal, alguien aprovecho para meterme el pie ocasionando que me cayera.

— Mi velocidad — exclame consternado al ver que no la tenía.

Todos se abalanzaron sobre mí, me daban golpe tras golpe sin permitir que pudiera respirar, apenas daba unos cuantos gritos desesperados pidiendo ayuda o solo para que se detuvieran, pero al final solo alimentaba más su odio, lo que se expresaba en golpes aún más fuertes y aún más insultos. El dolor era tanto que mis gritos se hacían cada vez más fuertes al igual que mis quejidos, simplemente eran demasiados como para poder defenderme.

— Quiere llorar él bebe.

— Mírenlo, sin su velocidad no es nada.

Ya no pude aguantar más.

— ¡Basta! — grite con todas mis fuerzas.

Me levante sobresaltado en un cuarto con demasiadas herramientas, me encontraba acostado en una cama de metal, con grilletes tanto en mis piernas como en las muñecas, por alguna extraña razón tenía un casco en la cabeza que recogía información que no podía comprender, al igual que tenía un bozal de metal, lo que no me permitía hablar. Mi cabeza me dolía, mi temperatura estaba alta y tenía ganas intensas de vomitar.

— Interesante — dijo Eggman parándose de una mesa llena de computadoras — lleven al sujeto a la sala de recuperación.

Solo dijo eso y se marchó sin más, junto a Shadow que se encontraba en silencio observando desde un rincón. Intente hablar, pero el bozal me lo impedía, tenía muchas ganas de preguntarle lo que había pasado o lo que me había hecho.

Los robots se acercaron y me quitaron todas las cadenas que tenía. Como pude, me levanté para poder ir a donde las maquinas me marcaban, las piernas me temblaban demasiado, lo único que quería en ese momento era descansar, que fue lo primero que hice al llegar a una habitación llena de instrumentos con una cama. La cabeza me dolía mucho por lo que decidí mejor dormir, ya en la mañana tendría la cabeza más fría para poder pensar con mayor claridad.

180 días en las sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora