VIII | Mal día, eh?

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18 de Enero, 2020.


Paola
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En este día, desperté con una sensación de rigidez en mi cuerpo. Mis manos temblaban ligeramente y los músculos me dolían más de lo habitual.

—Solo es un mal día —pensé mientras me preparaba para ir al trabajo.

Me duché, me puse ropa cómoda, arreglé mi cabello y mi rostro, aunque parecía estar bien, cada músculo de mi cuerpo me dolía. No entendía por qué.

Salí a esperar el autobús, lo tomé y al llegar a la floristería, mis manos seguían temblando. Abrí el establecimiento con sumo cuidado, ya que mis manos temblorosas no me permitían tener estabilidad. Al estar dentro, encendí las luces y los ventiladores.

Me senté en la caja registradora, ya que hoy me tocaba estar ahí.

Minutos después, sonó la alarma para tomar mis pastillas habituales. Aunque a veces los dolores y temblores disminuían, también volvían, dejándome muy incómoda. Hoy sentía que no iba a poder cumplir con mi asignación en el trabajo.

Los clientes comenzaron a entrar, también París ya había llegado, algunos clientes venían por arreglos florales ya encargados, otros compraban algunos ya hechos, etc. El día comenzó variado, lo cual siempre es bueno.

En la hora de descanso, me dirigí al mostrador donde estaban los arreglos florales ya hechos y por entregar. Me puse mis guantes ergonómicos para agarrar algunos arreglos y verificar que todo estuviera bien, pero yo no estaba bien. Mis manos comenzaron a temblar, y las fuerzas se desvanecían de ellas. Sin darme cuenta, el arreglo floral casi toca el suelo, pero Paris notó la situación y de manera rápida pudo salvar el arreglo floral de convertirse en un desastre.

—Mal día, ¿eh? —Paris insinuó y yo asentí— Sabes que cuando el Parkinson te esté afectando más de lo usual, debes decírmelo. Para eso somos compañeras. Yo te ayudo cuando tú no puedas.

—Sí, gracias, Paris. —me quité los guantes y me alejé del mostrador— Solo no comprendo por qué todo mi sistema hoy está así, o sea, un día me duele cada músculo del cuerpo y lo sobrellevo, otro día son los temblores y lo sobrellevo, pero hoy son ambos. No entiendo por qué.

—No te quedes callada, por favor. —me señaló— Estoy aquí, de verdad. —se acercó a mí y tomó mis manos, estas temblaban levemente— Como castigo por no decirme, irás al invernadero. Ya no hay trabajo por hacer porque ya lo hice todo. Te quedarás allá hasta que termine el día. Habla con las flores, lee un libro, pero nada más.

—Paris...

—Es lo mejor, ahora ve. —dio una palmada en mi hombro.

Asentí y me dirigí hacia allá, me senté en las sillas que tenemos para vigilar el invernadero.

Mientras los minutos pasaban, me entretuve viendo las flores, siempre han sido mi lugar favorito en todo el mundo. Hice algunos ejercicios de respiración y por algunos minutos eso me calmaba, así que seguí haciéndolo hasta que noté en el reloj que ya era la hora de cerrar.

—¿Cómo te sientes? —la pregunta de Paris me hizo sobresaltarme.

—Mejor, pero no mucho. —respondí y me levanté de la silla.

—Bien, vamos a cerrar. Yo te llevo a casa. —motivó.

—¿Segura? No tienes que hacerlo, puedo esperar a Marcus.

—Tranquila, le dije que te espere en casa. —replicó de vuelta y me quitó las llaves para cerrar todo.

Nos dirigimos al estacionamiento donde estaba su auto, y en este ella me llevó a casa.

Al llegar, ella se detuvo y me observó.

—Gracias por ayudarme. —dije agradecida.

Ella me abrazó y respondió: —De nada, para eso estoy. Te quiero.

—Yo también. —respondí y ella dejó de abrazarme.

Salí del auto y me despedí. Me dirigí hacia mi departamento y al estar frente a la puerta noté que esta estaba un poco abierta, al parecer, Marcus sí escuchó a Paris.

Entré y noté que Marcus estaba arreglando la mesa con lo que parecía ser comida hecha por él.

—Hola. —saludé y él notó mi presencia.

—Hola, Floricienta. —saludó de vuelta y reí— ¿Cómo te sientes?

—Cansada. —respondí dejando mi cartera en una silla mientras me acercaba a él— ¿Qué es todo esto?

—Quise prepararte algo rico esta noche. —dejó un beso en mi frente— Sé que tuviste un día difícil.

—Gracias por ser tan considerado.

—No hay de qué. —dejó un beso en mis labios— Vamos a sentarnos.

Me senté frente a él en la mesa, y él me pasó mi plato. Él había preparado empanadas.

Reí.

—¿Empanadas? —indagué riendo.

—Sí, las empanadas. —imitó a Ana Taylor Joy, lo que hizo que riera más— La idea era sacar esa sonrisa, lo logré.

—Te quiero.

—Yo también.

Él comenzó a comer y yo le seguí. Al principio, podía tomar la empanada con las manos y comerla como es usual, pero cada vez que lo hacía, me dolía. Sentía como si estuviera levantando algo muy pesado cuando no era así.

—Paola, ¿todo bien? —la pregunta de Marcus me trajo a la realidad.

—Sí, lo estoy.

—Ven, voy a partir en porciones pequeñas la empanada, así la disfrutas más. —se ofreció y negué la cabeza en señal de negación— ¡Paola, no puedes hacer todo tú sola! ¿Por qué no me pides ayuda cuando claramente lo necesitas? —exclamó Marcus, frustrado.

—No necesito que me cuides todo el tiempo, Marcus. Puedo manejarlo. —respondí sintiéndome vulnerable y herida.

—Déjame partir en porciones pequeñas la empanada, en tus manos se nota que no puedes ni sostenerla por sí sola. —la señaló.

—Te dije que no. —agarré el plato para levantarme de la mesa, pero al mismo tiempo de hacerlo, mis manos inconscientemente soltaron el plato y este cayó al suelo y se rompió.

Marcus me miró enojado, pero nada sorprendido con la situación.

—Esto es increíble. —se levantó de la silla y como imaginaba que iba a recoger los pedazos del plato en el piso, lo detuve.

—Yo lo recojo.

—Paola, joder. Deja que te ayuden.

—¡Te dije que no! —grité— Yo puedo sola.

—No puedo con esto hoy. —alzó los hombros— Sabes que, mejor me voy. Intenté hacer algo lindo por ti porque sabía que por el Parkinson habías tenido un día difícil, quise hacer algo bonito y hasta ayudarte si lo necesitabas. Pero, "tú puedes sola". Estoy harto. Me voy.

Miré cómo recogía sus cosas y se iba. Cerró la puerta con enojo y en ese momento, comencé a llorar. Caminé como pude hasta el sofá, mientras las lágrimas salían de mis ojos, repitiendo: Yo puedo sola. La frase que siempre me pone en este tipo de situaciones, donde, a pesar de que sé que debo recibir ayuda cuando estoy así, una parte de mí no quiere aceptarla, porque siente que puede, que puedo manejarlo por mí misma, cuando nunca es así.

Al final, termino alejando a todos, gracias a esto, por mí.



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Nos leemos pronto <3

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