XII | Un mensaje... Ella podría ser?

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10 de Febrero, 2020.

Paola.

—¿Aún sigues pensando en todo? —la voz de Paris invadió la sala principal de la floristería, devolviéndome a la realidad.

—¿Cómo no hacerlo? Ha sido toda una locura estos días. —confesé y ella se acercó a mí.

—Lo sé, admiro mucho cómo has enfrentado todo y cómo actúas como si nada hubiera pasado con Marcus. —puso su mano en mi hombro.

—Es lo que debo hacer. Es lo mejor. —solté en un suspiro.

—Hablando de eso y de Estarling, ¿cómo está? —indagó Paris.

—No he sabido mucho de él desde hace dos días. Quedamos en vernos este fin de semana, para ver si logramos coordinar bien lo que haremos. —respondí y París soltó una risa pícara— ¿Por qué esa risa?

—He notado cómo te mira. Solo eso. —informó alzando los hombros.

—Paris...

—Solo digo. —hizo un guiño para luego agregar— Por las cámaras vi a Marcus; al parecer, vino a recogerte. Ve a cambiarte y retoma fuerzas. Le diré que te espere aquí.

—Gracias. —agradecí mientras me dirigía al cuarto de empleados a cambiarme el uniforme.

Al estar dentro, me repetía las palabras que por estos días siempre me digo a mí misma: "Tú puedes hacerlo, ya queda poco, tú puedes". Estas palabras, aunque para otros insignificantes, el repetirlas en mi mente hacía que me sintiera mejor y si me siento bien, el Parkinson no hace erupción a menos que sea algo fuera de lo normal.

Terminé de cambiarme y al hacerlo volví a la sala principal.

Ahí estaba Marcus, mirando algunas flores en el mostrador. Solté un suspiro y retomé fuerzas para saludarlo.

—Hola, amor. —lo saludé y él se volteó para verme— ¿Cómo estás?

—Hola, floricienta. —le brindé una sonrisa, aunque no tenía deseos de hacerlo— Bien, ¿y tú?

En ese momento se acercó más a mí y me abrazó; correspondí al abrazo.

—Bien, bien.

—Eso es genial. ¿Nos vamos? —indagó y asentí.

Salimos del establecimiento, ya que Paris iba a quedarse a sacar cuentas. En el estacionamiento estaba su moto, así que nos montamos en ella y salimos a la carretera. El trayecto fue tranquilo, pude ver el atardecer y el viento me relajó bastante.

En el camino, Marcus comentaba muchas cosas a las cuales ni siquiera sabía cómo respondía; todo era automático, me sentía como si estuviera en automático con él, pretendiendo que todo está bien, pero en definitiva, no lo está.

Llegamos a mi casa y me desmonté automáticamente. En ese momento él me observó con cierta preocupación.

—¿Todo bien?

—Sí, ¿por qué lo preguntas? —respondí rápidamente.

—No sé, te noto media distraída y eso me preocupa.

—Estoy bien. —aseguré— Entraré a la casa a cambiarme, ¿bien? —me acerqué y dejé un beso en la mejilla.

—Bien.

Entré a la casa y encendí las luces, dejé mi bolso en el mueble mientras me dirigía a la habitación. Estando en ella, repetía una y otra vez las mismas palabras para animarme, para poder sostenerme un poco.

Salí de la habitación y Marcus estaba sentado en el sofá, ya con la tv encendida.

—¿Qué veremos? —pregunté sentándome a su lado.

Por Primera Vez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora