XVI | Por Primera Vez.

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14 de Febrero, 2020.

Estarling.

Ayer fue un día normal como antes lo ha sido con las fiestas de Angie, recoger algunas cosas que tal vez algunos dejaron tiradas y siempre asegurarnos de que nada esté fuera de lugar. Pero, hoy las cosas ya cambiaban, hoy era el día donde íbamos a terminar por fin con toda esta farsa.

No puedo negar que aunque eso me ponía feliz, también me ponía nervioso pensar cómo sería todo al momento de decirles.

Me dirigía a la casa de Angie para recogerla y llevarla al aeropuerto mientras pensaba en todo esto, en cómo nada está seguro, en cómo aunque esperaba este día con ansias, sentía muchos nervios.

Me estacioné frente a la casa de Angie y noté su presencia en el patio del frente de la casa. Ella estaba hablando con sus padres con las maletas ya listas.

Al salir del auto, caminé para llegar a ellos y saludarlos.

—Hola Estarling. —la voz del padre de Angie hizo eco y lo saludé con un abrazo.

—Hola señor y señora Lockward —respondí y luego saludé a la madre de Angie.

Al hacerlo, mi vista se enfocó en Angie, quien estaba esperando a que yo terminara de saludar a sus padres para saludarla.

—Hola, preciosa. —saludé mirándola y dejando un beso en su frente— ¿Estás lista?

—Lo estoy. —respondió con una sonrisa.

En ese momento tomé sus maletas para entrarlas al baúl del auto mientras le daba tiempo para despedirse de sus padres.

Justo cuando abría la puerta del piloto, su presencia en el estacionamiento se hizo presente.

Ella caminó hacia donde estaba el auto y se montó en el asiento del piloto.

Hice lo mismo en mi asiento y me abroché el cinturón para encender el auto.

Al salir de la casa y estar ya en la carretera, la voz de Angie en el carro resonó.

—Siento un extraño presentimiento. —informó y en ese momento la observé, aunque no dejaba de mirar la calle.

—¿Por qué crees eso? —pregunté preocupado.

—No sé, solo lo siento. Siento que algo va a pasar.

—Angie, no tengas nervios. Siempre tu mente te juega una mala pasada por el tema de tu miedo a las alturas. Pero, estarás bien. —sostenía su mano mientras con la otra manejaba.

Algo característico en ella era su miedo a las alturas, cada vez que viajaba para estudiar o venía, se tomaba unas pastillas para dormir para calmar la ansiedad y también hacía saber a las azafatas sobre esto.

—Aún no hemos llegado al aeropuerto y siento que te voy a extrañar.

—¿Todavía no te has ido y ya me extrañas? —pregunté con una voz exasperante y ella rió.

—Sí, lo hago.

—Yo también lo haré. —aseguré, pareciendo seguro sobre esa afirmación, pero no era así. Solo quería que este día acabará.

Los siguientes minutos en el auto se sintieron en total silencio, aunque estaba puesta la radio el único sonido que escuchábamos era la música. Eso hizo que el silencio no fuera tan incómodo y pasará a ser un poco más agradable.

Cuando llegamos al aeropuerto, estacioné mi auto en el primer lugar vacío ya que en estos días se llenaban con facilidad, nos desmontamos y sacamos las maletas del baúl.

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