X | Parte 2: Punto de quiebre.

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23 de Enero, 2020.


Guardé el smartwatch después de salir del restaurante con Marcus, pero la sombra de la duda se apoderó de mí mientras observaba cómo él y Angie intercambiaban mensajes. Cada palabra escrita dolía más que la anterior, revelando un encuentro planeado para el mediodía en casa de ella. Imaginar lo que podrían estar haciendo me llenaba de rabia.

La inseguridad que había sentido al conocer a Angie crecía y temía lo que podría descubrir ese día. Tomé un taxi que me dejó a una esquina de la casa de Angie, ocultándome para observar sin ser vista.

Marcus, supuestamente ocupado con el trabajo, ya estaba en la casa de Angie. Escuché el sonido familiar de su motor y me escondí mientras él tocaba la puerta. Angie le dio la bienvenida con un beso, un gesto que me hirió profundamente pero lo que más me hirió fue que Marcus no lo rechazó; al contrario, correspondió al beso y entraron con sus labios unidos al otro, confirmando que estaban juntos.

La rabia, la sorpresa y la consternación se apoderaron de mí. No entendía por qué nos estaban haciendo esto a Estarling y a mí, en nuestras propias narices y sin que nos diéramos cuenta.

Mi respiración empezó a fallar y mis manos temblaban. No podía permitirme caer en esto aquí y ahora. Caminé en círculos, intentando calmar mi respiración, pero la ansiedad seguía apoderándose de mí.

En ese momento, un carro negro se estacionó cerca. Estarling bajó rápidamente, su vista se dirigía a la casa de Angie, pero no sé cómo pero notó mi estado y se acercó.

—Paola. —mencionó mi nombre acercándose hacia mi— Ven, vamos a mi auto, sí? Necesitas sentarte. —me abrazó con cuidado por mis hombros y me dirigió hacia su auto.

Abrió con rapidez el asiento del copiloto y me ayudó a sentarme para luego cerrar.

Se sentó en el asiento del piloto e hizo lo mismo.

—Bien, ahora mírame a mí. —tomó mis manos estas temblaban con más fuerza que antes— Escucha mi voz, ¿puedes hacerlo? —asentí— Bien. Cierra los ojos. —negué— Vamos, hazlo. Te ayudará. —lo hice mientras él seguía acariciando mis manos con sumo cuidado— Solo por unos segundos concéntrate en el toque de mis manos. Concéntrate en ellas, dime el dibujo que estoy haciendo ahora.

—Un círculo —respondí con voz inestable.

—¿Bien y ahora?

—Un círculo y una x.

—Perfecto, vas bien. —su voz y sus toques me tranquilizaba, no entendía cómo pero lo hacían— Ahora, qué estoy haciendo?

—Una estrella, un círculo, una x.

—Bien. —escuché como reía— Ahora solo pon tus manos encima de las mías, puedes apretarlas si quieres, pero hazlo y piensa en las figuras que dibuje, repitelas en tu mente. ¿Puedes hacerlo? —asentí aun con los ojos cerrados.

Puse mis manos encima de las suyas y comencé a repetir en mi mente estos dibujos, y en menos de lo que esperaba ya no sentía el temblor en mis manos, ya no sentía dificultad en mi respiración, ya me sentía mejor.

En ese momento abrí los ojos y los de Estarling se cruzaron con los míos, sus ojos tornaron cierto brillo en ese momento y él sonrió de alivio.

—¿Cómo te sientes? —indagó Estarling aun mirándome.

—Mejor, gracias a ti. —confesé— Gracias Estarling.

—No tienes nada que agradecer Paola. Me alegra haber sido de ayuda. —sonrió— Aunque, puedo preguntarte algo?

Por Primera Vez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora