¡Bonjour!
¡Buena lectura!
Tras la discusión con su madre, Victoriano volvió a su habitación cerrando la puerta con llave. Esta vez no estaba dispuesto a permitir que nadie los interrumpiera.
Al voltearse se topó con Inés sentada en la cama, un poco desorientada.
- Te quedaste dormida en la playa -explicó- así que te traje en brazos hasta aquí.
Poco a poco la mujer recordó lo sucedido horas atrás y sonriendo se puso de pie.
- Voy a mi habitación, necesito tomar un baño y...
- Puedes hacerlo aquí -dijo mientras se acercaba a ella- ve a la ducha mientras yo cambio las sábanas.
Al inicio Inés no parecía estar muy convencida, sin embargo bastó un beso de Victoriano para que aceptara la orden.
La mujer fue a darse una ducha, mientras el hombre presuroso cambiaba las sábanas con intención de alcanzarla en el baño. Para su suerte, Inés no tenia pensado salir antes, ya que también quería compartir ese momento con él.
Cuando Victoriano se metio bajo el agua abrazándola por la espalda, Inés solto una risa de sopresa y excitación.
Lo que empezó con juegos, caricias y besos, terminó en ambos saliendo de la ducha y haciendo el amor en la cama.
Al acabar el intimo encuentro, abrazados iniciaron esa conversación que esperó tanto tiempo para darse.
- Ya lo sé todo -susurró al oído de Inés que inmediato tensó su cuerpo al escuchar a Victoriano- sin darse cuenta mi madre soltó toda la verdad.
- Victoriano...
A la mujer se le formó un nudo en la garganta, Inés sabía lo mucho que Victoriano estimaba a su madre y por más de que esa mujer era una reencarnación de la maldad y egoísmo, no quería ser la causante del quiebre entre madre e hijo.
- Yo... yo quiero que sepas que, bueno... tu madre se interpuso en nuestra relación, pero al final fui yo la que tomó la decisión de abandonarte.
Victoriano quedó conmovido ante su mujer. No podía creer que a pesar de todo, buscaba defender a Bernarda, aunque esta no lo mereciera.
- ¡Ay, mi mujer altanera! -exclamó con el pecho henchido de orgullo- no hay duda de que me enamoré del ser más hermoso que existe, millonario de luz, se hacía llamar un poeta al hablar de su musa... ahora, con solo mirarte, entiendo a qué se refería.
Inés se abrazó con fuerza al cuerpo de su doctor fantoche, si él supiera, si tuviera tan solo una mínima idea de todas las cosas que salvó en ella.
No cabía duda que ambos estaban destinados el uno al otro.
Cuando el día de la boda llegó, las cosas entre madre e hijos no había mejorado.
Aún en contra de Bernarda, la boda se realizó con éxito. La ceremonia fue emotiva y tan emocionante que las lágrimas por parte de los novios e invitados no se hicieron esperar.
La fiesta fue tan divertida y alegre, ya que realmente estaban celebrando el amor.
Kassandra y Eduardo se mostraban cómplices, en sus ojos brillaban la dicha de unir sus vidas en ese nuevo camino.
Bernarda no soportó lo que ella consideraba un error de su hija, sumado a ver a Victoriano e Inés inseparables, abandonó la fiesta y para ser sinceros, nadie la echó de menos.
Cuando llegó el momento del brindis, Victoriano fue el último en dar su discurso.
- Kass, mi pequeña y dulce hermana -su voz parecía que se quebraría de la emoción- no tengo nada más que desearles que todas las noches, sean noches de boda y que todas las lunas, sean lunas de miel.
A continuación el vals comenzó y los novios bailaron.
No se pudo saber qué tanto se susurraban al oído, pero se podía asegurar que eran las promesas y palabras de amor más bellas que existían.
Más tarde, cuando los músicos ya casi cortaban la racha de canciones románticas, Victoriano sorprendió a todos subiendo al escenario.
- Buenas noches -los invitados quedaron en silencio- nuevamente, muchas felicidades Kass y Eduardo. Les deseo toda la felicidad y amor de este mundo.
Victoriano hizo una pausa, mientras miraba a la mesa de su amada Inés, quien intrigada lo observaba. Ella no tenía idea de lo que el doctor se traía entre manos.
- Kass, discúlpame por robarme este momento de tu día especial -continuó- pero es necesario que le dedique al amor de mi vida, Inés Huerta -todos los invitados fijaron su mirada en ella, haciendo que se sonroje hasta el alma- esta canción, que es nuestra y define todo lo que somos y sentimos -el hombre suspiró al borde de las lágrimas- Por supuesto que no voy a ser yo quien la cante, sino estos maravillosos músicos. No obstante, me gustaría hacer énfasis en esta estrofa antes de que ellos nos deleiten con su interpretación.
Victoriano se aclaró la garganta y mirando fijamente a su mujer dijo:
- Yo no quiero un amor civilizado con recibos y escena del sofá. Yo no quiero que viajes al pasado y vuelvas del mercado con ganas de llorar.
Lo que yo quiero, corazón cobarde es que mueras por mí...A continuación la melodía de la canción comenzó a sonar, mientras Victoriano bajaba del escenario e Inés corría a los brazos de su doctor.
Al encontrarse en medio de la pista, se fundieron en un beso ignorando todo lo que tenían a su alrededor.
Los invitados aplaudían mientras la canción: "Contigo" de Joaquín Sabina, invitaba a los enamorados a bailar ese ritmo lento de amor y poesía.
Meses después, Inés y Victoriano retomaron su vida juntos.
Volvieron a vivir en el mismo hogar, Inés retomó su trabajo con Diana y todo marchaba estupendo entre ambos.
Pero cómo quién dice "todo es tan tranquilo, que el silencio anuncia el ruido de la calma que antecede al huracán".
Una mañana, mientras se cepillaba el cabello, Inés notó como el cabello se le caía más de lo normal.
Aunque decidió ignorarlo, con el paso de los días encontraba su cabellos por todas partes.
Así que para que Victoriano no lo note, Inés decidió recogerse el pelo en un moño todos los días,en lugar de tenerlo suelto como de costumbre.
Sin embargo, la caída de cabello iba acompañado de fatiga, cansancio, vómitos y sangrado de nariz.
Inés no tardó en tomarse un descanso de su trabajo para reponerse. Victoriano sospechaba que ella le ocultaba algo, ya que Inés fingía estar bien.
Pero la palidez de su rostro la delató un día, al igual que su cepillo de cabello.
Victoriano había llegado más temprano del hospital y al subir a la habitación se encontró con Inés sentada en suelo del baño.
Estaba llorando luego de vomitar sin parar. Victoriano corrió a ayudarla, la levantó y aseó para luego cambiarle la ropa.
La llevó a la cama y cuando la recostó, la nariz de Inés comenzó a sangrar.
Victoriano le tendió un pañuelo para luego recostarse a su lado y abrazarla con fuerza.
Ambos lloraron al entenderlo todo... El cáncer de Inés había vuelto.
Continuará...
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¿QUIÉN ME HA ROBADO EL MES DE ABRIL?
RomansaEsta historia la había publicado ya por el 2018 más o menos, solo que bajo el nombre de: "Una mirada que fue mentira" y la verdad que la idea de lo que iba escribiendo me encantaba, hasta que no tengo idea del porqué lo convertí en algo totalmente d...