SÉPTIMA PARTE

141 25 15
                                    

¡Bonjour!

¡Buena lectura!

Inés huyó a su habitación mientras lloraba amargamente.

Corrió al baño para despojarse de sus prendas y meterse bajo la ducha. Con los ojos cerrados pasó sus manos por su cuerpo, deteniéndose en la zona en la estaban sus cicatrices.

El estómago se le revolvió y vomitó.

Cuando logró recuperar la compostura, terminó de asearse para salir del sanitario.

Buscó en su maleta alguna ropa que fuera lo suficientemente holgada para que se sintiera cómoda ante la ausencia de senos en su cuerpo, pero no halló nada.

Recordó como Diana y ella eligieron de las tiendas esas prendas... Inés había creído que por fin recuperó su autoestima y confianza.

No obstante, ahora solo deseaba estar en su casa y bajo sus sábanas.

Anhelaba con su alma desaparecer del lugar, escaparse de todo y no volver a ver nunca más en su vida a Bernarda.

También deseaba no haber conocido a Victoriano...

Como no halló nada que aplacara sus inseguridades, hurgó en la maleta de Victoriano.

Claro que con la diferencia de tamaños los prendas del hombre le venían como anillo al dedo.

Se vistió con una playera negra muy amplia y nos shorts igualmente grandes.

Secó su cabellos y luego se recostó en la cama e incapaz de controlar sus emociones, se soltó a llorar.

Fue tanto su dolor que el llanto se extendió hasta que ella no pudo más, quedando dormida del cansancio.

Debió de haber pasado mucho tiempo, ya que cuando escuchó la voz de Victoriano susurrarle al oído y abrió los ojos, observó a través de las cortinas como ya no había tanta luz afuera.

- Inés, te busqué por todos lados -informó el hombre acongojado- nadie vió cuando te marchaste, te me perdiste de un momento a otro.

- Me sentí cansada y deseaba recostarme -mintió- no exageremos, por favor.

Pero Victoriano de tonto no tenía un pelo.

La miró y por sus ojos rojos e hinchados inmediatamente supo que había algo más.

- Inés, sabes que puedes decirme lo que quieras -manifestó.

La mujer asintió con la cabeza, luchando en su interior para no derrumbarse.

- Estuviste llorando -la enfrentó sin rodeos- ¿Por qué?

- Sí, lloré por... porque extraño mucho mi casa y a Diana -mintió.

No muy convencido, Victoriano pensaba insistir. Sin embargo, desistió ya que no veía muy bien a su compañera.

- ¿Quieres comer algo? -preguntó mientras acariciaba su mejilla- te ves pálida.

- Tal vez necesite beber algo de agua y me apetece una fruta -dijo y luego se puso de pie.

Victoriano frunció el ceño al verla vestida con su ropa.

- ¿Qué haces vestida así? -cuestionó algo enfadado- ¿Qué pasa contigo, Inés? ¿Por qué estás complotandote  de esta manera?

Un nudo cada vez más grande se formaba en la garganta de la mujer, Inés moría de ganas de contarle como Bernarda la había estado atosigando, pero tenía miedo de que el hombre no le creyera.

¿QUIÉN ME HA ROBADO EL MES DE ABRIL?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora