XXIII

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El anuncio de quién iría con Agus y Matí se había atrasado hasta nuevo aviso.
Creían qué el día anterior podrían completar más escenas pero fue todo lo contrario. Apenas lograron una pequeña, pero que involucraba mucho sentimiento.

La mayoría eran actores de teatro, por lo cuál podían hacerlo bien en las primeras tomas, el problema era el uso de la cámara, los ángulos, el sentimiento que se quería sentir en la piel. No era algo que la gente vería una vez y ya, sí no algo que estaría en cines y en una plataforma de streaming en la qué la gente la vería mil veces. Era sobre ser respetuosos con la historia y que el objetivo se cumpla a la perfección.

Así que no irían a sierra nevada hasta que completaran las escenas faltantes, y ya no querían suponer cuánto se tardarían porque siempre terminaban suponiendo mal.

—Hola, buenas noches—saludó Enzo a Belén, cuándo ésta le abrió la puerta de la habitación del hotel.

La cosa era sencilla; Rachel aún no estaba lista.

Se había tardado más tiempo bañándose y se arregló un poco más que si solo fuera una salida de amigos. Sabía que Malena estaría ahí, y aunque creía que ya no volvería a tirar comentarios en los que parecía coquetearle a Enzo, quería verse bien por sí si.

Le había dicho a Enzo qué entrara al hotel, en la habitación 224 y la esperara dentro, con Belén.

—Buenas noches, Enzo—soltó una risita Belén, haciéndose a un lado y dejándolo pasar.—Puedes sentarte en lo que esperas a Rachel.

El pelinegro asintió y tomó asiento en unos pequeños sillones individuales a un costado de la habitación. Estaba un poco incómodo y nervioso.

—¿Porqué te ves nervioso?—cuestionó—Soy Belén, me conoces el mismo tiempo que a Rachel y no soy su mamá. Relájate.

Enzo rio un poco y asintió. Tenía razón, no era su mamá y no era la primera vez que la conocía. Era Belén, con la que trabaja a diario y con quién solía tener conversaciones pequeñas durante las comidas o entre escenas, ¿porqué estaba tan nervioso?.

—¿Y a donde irán?—siguió preguntando. No sabían cuánto iba a tardar la castaña pero esperaban que no tanto. Ninguno quería quedarse en un silencio incómodo.

Veinte minutos después, ya con Enzo más relajado y en una conversación bastante cómoda entre los dos, salió Rachel del baño, totalmente arreglada.

—Estoy lista.—les sonrió y Enzo se puso de pie casi de inmediato.—No sé sí me quedaré con Enzo a dormir o no, pero te aviso cualquier cosa. Buenas noches.

Belén asintió, con una sonrisa algo picarona y a la vez dulce. Le gustaba la pareja, creía que eran justo lo que pensaban si les preguntarán "¿cuál sería tu pareja perfecta?". Ella creía que serian ellos la pareja perfecta del otro. El simple hecho de verlos juntos transmitía dulzura, compresión, confidencia y amor. Era magnífico ver que podían transmitir tantas cosas para los demás solamente con verse a los ojos ó sonreírle al otro.

Rachel se acercó a ella, besándole la mejilla y después tomó sus llaves, por sí acaso. Enzo se acercó y se despidió de Belén de la misma forma, cómo siempre lo hacían todos.

—Tengan cuidado—dijo, despidiéndose—Diviértanse, los quiero.

Salieron de la habitación y se miraron. Sonrieron con diversión y confidencia, para después besarse en los labios.

—Buenas noches, chiquita.—le sonrió más, dejando ver sus hoyuelos a la perfección.—No te había saludado.

—Buenas noches, Vogrincic—le dio otro beso en los labios. Enzo amaba que ella tuviera iniciativa—No nos habíamos saludado.

Rachel RodríguezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora