VIII

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—¿Quién va a cenar?—preguntó Bayona, sacando los alimentos que habían guardado para el viaje. La comida era simple y repetitiva; ensaladas, ensaladas de atún, atunes y arroz con leche, frío.

Los profesionales y los fotógrafos levantaron las manos. Bayona les dio a ellos un par de comidas, diciéndoles qué había más si es que querían más. Se giró y le dio a Rachel una pequeña lonchera con comida, y un poco de arroz con leche, sabiendo que a la castaña le gustaba mucho las cosas dulces.

—Gracias—murmuró Rachel, que aunque tenía mucha hambre no podía dejar de pensar en que Enzo estaba afuera de la casa de acampar.—¿Enzo no cenará?

Bayona se encogió de hombros:—No lo sé, pero tengo mucho frío como para salir por él ahorita.

—Voy yo.—se puso de pie rápido y salió del lugar. Sintió la bocanada de viento golpearle la cara y por un momento sintió qué no podía respirar. Volteó a su alrededor y divisó a Enzo a no más de un metro de distancia, admirando los Andes. Rachel camino a paso lento hacia su dirección, la nieve le llegaba casi a la rodilla, no era tan alta como Vogrincic, que le llegaba unos centímetros arriba de los tobillos.—Hola

Enzo la miró, ya había escuchado pasos y sabía que se trataba de alguien del equipo pero no pensaba que fuera Rachel. La temperatura bajaba demasiado apenas oscurecia.

—Hola—respondió, mirándola—¿porqué estas aquí?, hace mucho frío

—Bueno, venía a ver que estabas haciendo,—admitió, admirando los Andes—Y porque todos vamos a cenar, sólo faltas tú. ¿O no vas a cenar?

Enzo sonrió grande. De cierta manera le ponía feliz que Rachel se preocupara por si iba a cenar o no, o por si iba a quedarse ahí afuera o iba a entrar.

—Sí, si voy a cenar.

Empezaron a caminar de vuelta, con pasos tranquilos y lentos, pareciera que no quisieran entrar a la pequeña casa de acampar para quedarse juntos un ratito más.

—Tienes la nariz rojisima—comentó Enzo, en un intento de crear una conversación antes de entrar. Rachel lo miró y sonrió.—Los cachetes también

—Tú también tienes la nariz roja, y apuesto que las manos congeladas, no las haz sacado de las bolsas del pantalón—señaló Rachel. Siempre veía los detalles, por eso era la productora. Enzo sonrió, dejando ver aquellas líneas que a Rachel le gustaban.

—Hoy fue divertido—siguió Enzo después de unos segundos de silencio.—Es grandioso estar aquí, aún no me lo creo que yo vaya a ser protagonista

—Puedes creertelo, Enzo. Te lo haz ganado,—hizo una pausa, mirándolo a los ojos y supo que tenía que disimular—Todos los chicos se lo han ganado, son bastante buenos actores y con la ayuda de Bayona, estoy segura que van a sacar todo su potencial. Son actores, Enzo, aunque sea tu primera película en el cine o con una producción gigante como lo es Netflix, siguen siendo actores; de teatro, de comerciales, de cortometrajes, de novelas, de series pequeñas, pero si llegaron aquí, con Bayona, es porque son talentosos, actores qué valen la pena.

—Aún me parece sorprendente qué estemos aquí, y no estén actores de gran nombre, sí no unos argentinos y uruguayos qué no tienen mucha experiencia en cine

—Bayona apostó por actores poco conocidos, los castings fueron gigantes y aunque yo no revise nada de esa área, sabía que el casting fue larguísimo y fueron cantidades gigantes. Aún así, los escogieron a ustedes y a lo que yo veo, todos están haciendo un trabajo impresionante. Yo creo que así debía ser, que ustedes tenían que ser. Netflix apostó por Bayona, dándole total libertad creativa, sabiendo que iba a buscar actores qué el mundo no conocía, y que el proyecto es bastante costoso, pero apostó por eso. Y yo creo que lo vamos a lograr, quizá después no seas un actor de teatro o un actor desconocido, tal vez después seas Enzo Vogrincic y el mundo te conozca.

El pelinegro la miró, con aquella mirada llena de admiración e ilusión. Si Rachel lo decía de esa manera sonaba totalmente diferente a como su mente lo pensaba por las noches. Sonaba más real.

—¿De verdad lo crees?

Rachel sonrió con algo de burla:—Enzo, soy productora. No voy a mentir para ilusionar a mis actores si lo están haciendo mal. Realmente creo en ustedes y en el proyecto. Todos son talentosisimos; amo la actuación de Fran, de kuku, de Agustín, de Matí y por supuesto, la tuya. Cuando veo las escenas siento que son los verdaderos primos Strauch, el verdadero Nando, Canessa y Numa. Y se siente real. Eso es una buena actuación y eso nos lo están dando unos actores no conocidos de argentina y de uruguay. Soy Mexicana, Enzo, sé lo que es creer que solamente vas a brillar en el mundo si eres de habla inglesa, Estados Unidos sigue siendo el líder de alguna forma, pero cada vez hay más latinos con el nombre en alto, y sé que el tuyo también lo será.

—Gracias.

Rachel asintió con una sonrisa amable, sin decir nada más. Enzo subió el cierre de la casa de acampar y dejó qué Rachel pasara primero. La cerró después de entrar él.

Cenaron todos juntos, con una temperatura mucho más cómoda para todos, junto con el calor de las ocho personas juntas. Conversaban y reían. Hablaban del proyecto, de la portada, de las fotografías y de lo que harían al día siguiente. Hablaban del frío mortal de la cordillera, de los supervivientes, y del accidente. Hablaban de los proyectos de Bayona, de lo grandes productoras qué eran Belén y Rachel, de los fotógrafos tomando toda la escencia de los Andes y de Enzo siendo uno de los protagonistas en su primera película de cine.

Aún faltaba mucho para terminar el proyecto, y los actores ya tenían meses trabajando con los coaches de actuación, con Bayona y con Belén, puesto que Rachel estaba verificando qué todos los fuselajes estuvieran hechos, hablando con los supervivientes, arreglando la publicidad, marketing y entrevistas con Netflix. Por lo que con Rachel tenían alrededor de dos meses trabajando.

Rachel era la mano derecha de Bayona, y apoyaba en cualquier área qué fuera necesario. Era la clase de persona a la que le gusta trabajar y se esfuerza y hace lo posible por cumplir sus metas, sus proyectos y los de Bayona, en donde ambos concluían en lo mismo; hacer arte.

—Buenas noches—dijo Rachel en general, acostada en un saco para dormir entre Bayona y la pared de la casa de acampar.

—Buenas noches—respondieron todos al unísono, para todos, pero Rachel pudo escuchar la voz ronca de Enzo dirigiendose un poco más a ella. Apretó los labios y aguantó una sonrisa. No podía permitirse pensar más sobre él ni mirarlo diferente a los demás, al final del día, no sabía sí Enzo pensaba en ella como su jefa, su compañera o si pensaba de la misma forma en la qué Rachel lo empezaba a hacer. No quería pensar en eso, estaban haciendo una película y lo primordial era ser profesionales y terminar el proyecto.

Rachel RodríguezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora