Alphard

45 2 0
                                    

Alphard Black. 1957


Los retratos de mis antepasados me miran consternados, sin decir nada. Walpurga está callada; Orion habla con sus invitados. Me fije en su rostro frío, su sonrisa falsa. Al verme mirarla, me aguantó la mirada, y avergonzado la dejé caer. Yo no quería condenar a nadie, pero me vi abrumadoramente superado en mis funciones.

Me levanté de la mesa, la gente me miraba, pero nadie decía nada. No se conocía el motivo de mi renuncia, la asunción general se mofaba en lo desagradable. Recordaba un pequeño pasadizo oculto en la biblioteca que llevaba a las cocinas. Desde allí podría salir al patio a fumar sin que nadie me viera. Era primavera y hacía un día delicioso. Una sombra intranquila se deslizaba dentro de la habitación cuando abrí la puerta. Me detuve para mirar.

"Le he visto", busqué quién podía moverse tan sigilosamente. Una mano se asomó por detrás de una estantería, sujetándose a la madera dejó aparecer un rostro sorprendido. "¿Qué hace aquí?".

"Me he perdido", mintió nervioso. No sabía quién era, pero me recordaba a algún amigo lejano de mi padre, muy distante como para memorizar su nombre. Le vi unos segundos pensativo, y un ligero nerviosismo en mi bajo vientre me obligó a apartarme del camino a la puerta, para invitarle a regresar a la fiesta.

"Cruzando este pasillo a mano izquierda", quería sonar frío. El hombre no se movió, me miraba con cuidado.

"¿Es usted, señor Alphard Black?", dijo sonriendo. Asentí mientras le volvía a mirar, tenía barba y cabello pelirrojo oscuro, "¿Me recuerda?".

"Lamento mucho no recordar su nombre...".

"Perdón, no nos han presentado como tal, Fabian Prewett. Estudiaba un año por debajo de usted en Hogwarts", nos observamos con detenimiento, al final suspiré.

"¿Cómo ha terminado en la biblioteca, señor Prewett?".

"Curioso que suene, me conducía a los servicios, y al entrar por error en la biblioteca me fascinó ligeramente su colosal tamaño. ¿Ha tenido oportunidad de leer todos estos libros?", negué con la cabeza, si quiera vivía en la casa ya. "No pensaba tomar nada, lo juró, aunque me quedé a ojear".

"El baño se encuentra al girar a la derecha, la puerta más oscura", Fabian asintió avanzando fuera del cuarto. Miraba el suelo con timidez, pero me observó al salir. No quería admitirlo con facilidad, pero se sentía bien que alguien volviera a tratarme como una persona dentro de casa.

Mi familia estaba sentada alrededor de la mesa central, de luto por la soltería de Walpurga, y la atmosfera se alejaba de todo lo mundanamente conocido. Mi hermanita vestía con un largo vestido blanco, de novia, adornado con pedrería cristalina. Llevaba tal cantidad de joyas familiares que comenzaba a hundirse lentamente bajó el peso de su collar de piedras.

Entre Druella y su hermano, el señor Rosier, había una silla vacía. Me dirigí allí, pero mi madre me cazó a tiempo para acompañarla en sus usuales saludos a la familia. Toda la sala era parte de la familia.

"El señorito Woods va a casarse", me dijo mi progenitora con mala intención, "Qué amable su madre comunicándolo. Heredará Penga, una posesión", me explicó como si no conociera mejor que ella a mi querido Woods.

"¿De veras? Una buena noticia", mentí mientras mi madre me arrastraba por el salón, saludando a los demás. "¿Quién es ella?".

"Anne Durham, podéis leer la carta. Él la conoció en Grecia", poco me importaba quién fuera. Nick siempre había sido sincero con que aquello iba a pasar, puede que hubiera estado enamorado de mí, pero siempre prometió casarse con una mujer al final. Una bella.

Historias de la Familia Black (Marauders)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora