Orion

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Orion Black, 1961




   El sol abrasa por la tarde en el exclusivo club. Mal día para jugar al golf. Aunque la partida era tranquila no dejaba de sudar. Intentaba mantener una conversación educada con mis compañeros de juego sobre temas superficiales que apenas lograban captar mi interés. Aunque el escenario era pintoresco, la repetición de movimientos y la necesidad de aparentar entusiasmo se volvieron una tarea tediosa y monótona.

   Por suerte la serenidad del campo de golf se vio interrumpida cuando un elegante miembro del personal del club se acercó, su presencia discreta destacando entre la atmósfera artificial. "Disculpe la interrupción, pero hay una llamada para usted en la casa club", dijo, manteniendo un tono impecable.

   Curioso e intrigado por la interrupción, me despedí momentáneamente de mis compañeros de juego, anticipando que esta noticia rompería la monotonía de la tarde en el campo de golf.

   Un mensaje de Walpurga. Tentado estuve de guardarlo sin leerlo y hacerme el sueco hasta volver a mi hora prevista, pero lo terminé abriendo malhumorado de antemano. Me informaba que el segundo parto había sido favorable, un nuevo varón. Excelente, pensé mientras guardaba la nota y regresaba al juego.

   "Criar niños es fácil", había dicho una vez Cygnus en el club de caballeros. "Normalmente prefieren estar con su madre, y cuando no, solo quieren pelear. Bella se ha lanzado tantas veces contra mí sin avisar que tuvimos que ponerla un cascabel".

   "Creo que Walpurga no es el modelo de madre cariñosa que podía atraer a sus hijos a dejarme en paz".

   "En ese caso es bueno que sean dos, para que hagan equipo entre ellos".

   "Mientras el equipo no esté en mi contra".

   "Por supuesto que no, aunque no se decirlo, gracias a Merlín que solo tengo hijas", le miré desconcertado por su comentario, pero no repliqué. Siempre he sentido una sutil envidia de Cygnus.

   Desde que estaba casado participaba en toda clase de actividades sociales. No lograba pasar dos días seguidos completamente sobrio, y no solo por mi natural encanto y carisma chispeante, Walpurga me produce sincero terror, y evitar el mayor tiempo posible cruzarme con ella es un excelente aliciente a la extroversión.

   El golf mágico era un deporte considerado bastante exclusivo, era una de las razones por las que lo practicaba. En la entrada de la finca donde siempre he jugado había una placa en la que se rezaba que no se permitían perros y mujeres; brindo por más lugares así. Busqué mi palo, el hoyo se había vuelto a transportar, y si apuntaba bien podría terminar aquella partida para visitar a Regulus recién nacido.

   Gané lamentablemente, y me despedí de todos con la noticia de mi segundo infante. No quería ver a Walpurga, pero era una obligación.


   Regulus era un niño algo bajo de peso, unas semanas prematuro, pero sano. Nunca tomé un recién nacido en brazos y aquella no iba a ser la ocasión, pero Walpurga se veía ligeramente de mejor humor con él. No pregunté por qué.

   Sirius estaba terriblemente emocionado por la idea de tener un hermano menor. Yo también me alegraba de tener un segundo hijo, aunque nunca fue mi sueño ser padre.

   "¿Qué tanto piensas ahí quieto? Ven", me dijo Walpurga. Desde la muerte de su madre tenía unas pocas canas que se cuidaba de mostrar, pero ahora, sin peinar o maquillar, mientras estábamos solos en tan íntimo momento, parecía joven y natural.

Historias de la Familia Black (Marauders)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora