Walpurga

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Walpurga Black, 1958


   Dos meses sin sangrar.

   Es lo que estábamos todos esperando.

   El primer embarazo.

   No ha pasado tanto tiempo.

   Dos meses sin sangrar, que menos nueve son siete, por lo que, si estamos en febrero, y quedan siete, debería esperar para julio el parto, pero puede que sea menos, o puede ser más.

   "No he sangrado este mes", digo por primera vez en voz alta. Orión calla. Parece increíble que pueda mantener la boca cerrada dos segundos, siempre está diciendo algo.

   Se queda unos segundos callado y sonríe poco convencido. "Estupendo, espero que me des un niño, Walpurga, va siendo hora de dejarle heredero a la familia".

   Va a ser un niño, creo que si fuera una niña sentiría algo distinto, por lo que debe ser un niño. Es lo que dice, todos esperan un varón, va siendo hora. Espero que sea un niño, porque padre está enfermo, no sé si le queden dos estaciones.

   Se marchita cada día, sentado en silencio mirando llegar la primavera, esperando ver a Perséfone resurgir de la tierra y abrazar a su madre. La vida se le consume desde dentro. Sus propias células se suicidan, y los médicos le dejan caer.

   "Padre, vamos a tener un hijo", me siento a su lado. No aparta la mirada de las ventanas, no me mira. Su mano cae cansada sobre los reposabrazos, la tomo para repetir lo dicho. "Padre, Orión y yo vamos a tener un hijo".

   Me mira. La mitad del rostro vendado, la otra mitad roja e hinchada, parece estar a poco de derramarse hervida por sus hombros, hasta quedar en nada menos que un cadáver esquelético. Sonrío, no corresponde.

   "¿Es un varón?", pregunta, no lo se.

   "Es un varón". Separa su mano de la mía, tomando el bastón de marfil, aquél en el que guarda su varita, aquél que más de una vez hemos visto manchado de sangre. No con la mía, nunca con la mía.

   "Asegúrate de no perderlo", me dice volviendo a la ventana. En la calle el viento mece las copas de los pinos, y sus agujas afiladas golpean el cristal con sutileza, olvidando que por crímenes menores son talados árboles más importante.


   La médica lo confirma. Un embarazo de primer trimestre bastante confiable. Lo bueno del embarazo es que Orión se mantiene callado, abstraído, y puedo pensar mejor sin el sonido de su voz. Madre por el contrario me asedia incansable. Trae vestidos, prepara planes, desea que nazca pronto, para que mi padre puedo verlo. "Después de todo lo que se ha esforzado tu padre por esta familia", me dice. Sin embargo, no va a durar tanto. Se está dejando morir, no levanta de su silla posicionada frente a la ventana. Duerme llorando. Vomita las medicinas. Tiene un bulto en la nariz que le está deformando el cráneo, y no hay gota de magia que pueda salvarlo.

   Odio las paradojas, siempre las he odiado, y espero que muerte y nacimiento no coincidan.

   Es tan malvada la idea, dejar ir un gran líder para recibir el futuro de la Casa. Sacrifico a mi creador por mi descendencia, un hijo por un padre, oh, Osiris, escúchame... Payasadas. Vendería mi alma por salvar la vida de mi padre. Mejor el mal conocido que por conocer.

   Orión se marcha de la casa al club después de la cita médica. Quedó con mi madre, que escribe cartas en nombre de padre. Me explica cómo se hace cargo de la vivienda, como toda la información le pertenece a ella, explicándome como administra el dinero de la casa, y que cosas espera que comience a revisar por mi cuenta, como salarios o comidas. Se repite varias veces, increíblemente pesada.

Historias de la Familia Black (Marauders)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora