¿Qué hay de malo reencontrarse con un amigo de la infancia? Todo debería ser color de rosa, pero más bien esta historia toma tintes azules y grises. Muchas emociones, peleas y lágrimas. Pero también puede ser una oportunidad.
¡Sigue leyendo, te gust...
Lo más prudente que pude hacer, sí... eso me dije a mí misma. Claramente me mentí, descaradamente, y me lo creí. Más bien era lo más impulsivo que pude hacer.
La caminata fue larga, parecía no estar dispuesto a tomar ningún bus que le acercase a su próxima parada, prefería ir escondido, sin llamar la atención, decidió tomar los callejones más apartados y alejados de la ocupada población. Yo rezaba para que se dirigiese a su residencia, casa, hogar o al menos lugar dónde reposaba habitualmente.
Me frené en la entrada de una especie de bar abandonado. Él había entrado en el recinto unos cinco minutos atrás, esperé, prudente, esperaba ver un afluente de gente, cuantos entraban y cuantos salían, y sí mezclarme con ellos, pero eso estaba más muerto que que mi cerebro en una clase de matemáticas.
Me acerqué a la puerta.
- ¿Te puedo ayudar? -dijo una voz masculina tras de mí, solo para responderse a sí mismo al momento-. ¡Hazlo tú sola! No, no, te ayudo, ¿qué quieres? ¿Buscas un lugar en específico? Este es un mal bar. ¡Es el mejor! ¡Es horrible!
- Eh... si -la interacción me sorprendió-. Definitivamente no tiene pinta de ser el mejor garito de la zona, pero así suelen ser los que sirven la mejor cerveza... eso me dice mi propia expereiencia.
- No hay nada cómo una buena cerveza. ¡Entra, te invito a una! ¡Págatela tú! -me dijo mientras me empujaba delicadamente hacia dentro del lugar, no me opuse, si estaba allí era porque quería saber más de ese expelirrojo oji-azul.
- Con permisito.
- Chicos, esta es... -se dirigió a los cinco sujetos dentro del bar. Ninguno de ellos era Touya-. ¿Quién eres?
- Soy Kyoko -me presenté por mi nombre de pila y no por el de heroína, a pesar de que aún llevaba el traje puesto.
- Otra chica... -se acercó hacía mí una rubia muy alegre, parecía repasar todas y cada una de mis cicatrices. Algo en su cara me dijo que le gusté.
- Se quiere unir a la liga. ¡No te unas! ¡Únete!
- ¡¿Qué?! Yo no he dicho nada al respecto -abrí los ojos cómo platos.
- ¿Entonces por qué estabas en la puerta?
- Necesitamos una chica más, únete.
Ambos sujetos, la rubia y el de traje gris y negro me tomaron de los brazos de forma cariñosa.
- Estúpidos. Es una heroína.
La voz que pronunció ambas frases, voz grave y algo desquiciada que conozco muy bien, los hizo alejarse de mí de inmediato y ponerse a la defensiva. Yo por supuesto no me quedé atrás, saqué mis cuchillos.
Sin duda esa voz la reconocí en seguida, era de una sexta persona que entraba por la habitación en ese mismo momento.
- ¿Qué haces acá? -esta vez Touya se dirigió hacía mi.
- Ya sabes la respuesta -le intenté mirar con la misma intensidad que lo hacía él.
- Hay que ver Dabi. Primer lige que te traes y es esto.
- ¡Ey! Ni ligue, ni esto, Kyoko. -Respondí en mi tono más seco-. Y para hablar de mí te pones un bálsamo labial, los tienes tan agrietados que parece que se te caen a cachos.
Entre la estupefacción por mi respuesta y mi comentario tan dispares, noté una sonrisilla que asomó en la cara de Dabi.
- ¿Y qué has venido a hacer aquí, Kyoko? -preguntó aún con la mueca en su rostro.
- Dímelo tú. A ver si voy a ser yo la única que acecha al otro.
Se posicionó delante mío, y me tapó la vista de alrededor, tapando, por no decir apartando incluso a la adolescente y al de mono gris y negro.
- No deberías estar aquí -se acercó a mi rostro de manera intimidante.
- Tú, tampoco -vocalicé sin apartar la mirada de sus llameantes ojos azules.
- ¿Cuándo desaparecías por las tardes era por que la ibas a ver, Dabi-kun? -nos interrumpió una voz femenina.
- Qué monada -le siguió el hombre a su lado-. Es asqueroso. Es lo más romántico que he visto -tapó su boca con la mano privado por la dulzura del acto.
- Callad -ordenó Touya en un tono arisco.
Pero parece que alguien le llevó la contraria. Hablando sin permiso. Más bien maullado sin permiso.
- ¿Y tú quién eres? -un tono agudo apareció en ni voz. Lo siento, no puedo evitarlo, es hablar con un animalito y mi voz cambia sola.
Me agaché a tomarlo en mis brazos. Ronroneó, aunque al pegarlo contra mi hombro clavó las garras asustado, le dejé escapar.
- ¿Cómo te llamas? -le pregunté una vez volvía a estar en el suelo. Su oreja cortada y su rabo deforme explicaban su vida pasada en la calle.
- Kyoya -respondió aún sentado un chico con apariencia o quirk de lagarto.
- ¿Ah... si? -miré burlona a su dueño.
- Ya basta. Vámonos.
Dabi me tomó del brazo y tiró de él. No opuse mucha resistencia y le seguí.
- Adiós, un placer y cuidadlo bien -me despedí.
Eran villanos, sí, pero yo tampoco soy una heroína convencional, hice la lista gorda y ellos también.
- Encantados, buenas noches, señorita -dijo el vestido de mago, sentado entre el lagarto y el labios agrietados.
- Adiós, Kyoko-chan.
- Kyoko-san, nos volveremos a ver. Me caes fatal, no vuelvas. Hasta pronto. Vuelve cuando quieras.
Una vez salimos por la puerta me soltó, dejó deslizar su mano desde mi bíceps hasta mi antebrazo, luego por mi muñeca y me soltó. Ya era noche profunda, y caminamos sin mediar palabra.
- ¿A dónde vamos?
- A tu casa.
- Puedo llegar sola... si estás cansado no hace falta que me acompañes.
Se tomó unos minutos para responder.
- Preferible cualquier sitio menos allá adentro ahora, no van a parar de molestar.
No puedo negar que esperaba otra respuesta, más dirigida a que prefería estar conmigo pero supongo que fue culpa de mi egocentrismo.
- A veces me olvido de que eres un villano -atiné a responder.
- De los más buscados.
- Me costarás el empleo -me burlé.
- Eso mismo me dijo mi padre -a pesar de la ironía, unos matices tristes se dejaton entrever en la conversación.
- Puedo seguir salvando gente sin ser una heroína.
Le guiñé un ojo y agilicé mi paso, al adelantarlo, estiré mis manos tras mi espalda y miré a la luna, redonda, blanca y pura en lo alto del cielo.
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