2.- Sándwich, hijos, beso

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—Mami, tengo hambre. —dijo Rin con voz suplicante mientras se llevaba las manos a su pancita rugiente.

—Mamá, no encuentro mis tacos de fútbol. —se quejó Sae con un poco de pena en sus mejillas, como si lamentara haberlas perdido.

Apenas te dabas cuenta de lo que decían. Sus voces, sus miradas, sus expresiones inocentes, no podías dejar de verlos.

—Pero si son tan hermosos...

Caíste de rodillas y los abrazaste, atrayéndolos hacia tí, sintiendo sus corazones latir y sus cuerpos cálidos. Eran ellos. Rin y Sae de carne y hueso, totalmente reales.

—Mamá... —interrumpió Sae con el sonrojo aún en su rostro por el repentino abrazo. —Se hace tarde.

—¡Oh, sí! Es cierto, perdón.

Los soltaste, avergonzada por tus impulsos ante su ternura. Te pusiste de pie para buscar la cocina, pero no tenías idea de dónde estaba. Sae notó tu desorientación y te jaló hacia él por la mano.

—Mamá, primero ayúdame a buscar mis tacos, por favor.

—Pero yo tengo mucha hambre. —Insistió Rin, tomando tu otra mano.

—Cariño, ¿dónde está mi sandwich? Ya debo irme. —preguntó el hombre que al parecer era tu marido, el padre de los niños.

Estabas en problemas. No tenías idea sobre dónde empezar o cómo hacer esas cosas sin parecer una extraña en esa casa.

—Ah... yo... ¿puedes ayudar a Sae a encontrar sus tacos de fútbol?

El hombre, que tenía el cabello ligeramente alborotado como el de Sae pero color negro verdoso como el de Rin, accedió a tu petición. Al ver que delegar aquella tarea te funcionó, diste un suspiro de alivio. 

—Rin, vamos a la cocina.

Dejaste que el pequeño por su cuenta caminara hasta allá para que tú pudieras seguirlo sin desorientarte, pero aún desconocías los lugares donde se guardaban las cosas.

Rápidamente abriste el refrigerador y para tu suerte, casi todos los productos estaban ahí, a excepción del pan.

—Rin, ¿recuerdas dónde guardamos el pan?

—Uh, tú siempre lo pones allí. —señaló una de las alacenas. —¿Se te olvidó, mami?

—S-sí, lo olvidé, jaja.

Aunque fuera un pequeño, Rin era muy observador e inteligente y eso te ponía un poco nerviosa. No querías estropearlo en tus primeros minutos como mamá.

Tomaste el pan y preparaste los sandwiches, agradeciendo que les gustara la comida americana con la que estabas más familiarizada y no te pidieran algún platillo japonés.

—Aquí está, Rin.

Le das el emparedado al niño, pero este lo rechaza y te mira con desconcierto. Algo has hecho mal.

—No le quitaste las orillas... —dijo apenado al ver que olvidaste aquello que para él era tan importante.

—¡Ah! ¡Lo siento!

Te sentías tonta al no poder hacerlo bien a la primera, pero te apenaba preguntar por cada cosa insignificante. Hiciste lo mismo para el emparedado de Sae y cuando este entró a la cocina tomó el sándwich y lo miró unos segundos con el mismo desconcierto que Rin.

—¿Porqué le quitaste las orillas? A mí me gustan.

Por dentro estabas muriendo de nervios, pero te mantenías con la mejor actitud, como cuando se busca empleo por primera vez.

—Disculpa, Sae. Hoy estoy algo distraída. ¿Encontraste lo que buscabas?

—Sí, papá los encontró bajo el sillón de la sala. Fué mi culpa, tendré más cuidado.

—¡Pero qué educado es! —te sorprendiste— Nada que ver con el tipo de persona en que se convierte al crecer.

—Niños, es hora de irnos. —avisó el padre mientras se acercaba a tomar su comida y se disponía a darte un beso en los labios.

—¡Ah! ¡Tengo mal aliento! ¡Mejor después!

Lo detuviste por el hombro antes de que pudiera tocar tus labios. Sae sacó la lengua en un gesto de asco y Rin sólo los miró curioso.

—Bien, cariño, pero me lo debes.

El hombre abrió la puerta para dejar salir a sus hijos mientras Sae le tomaba la mano a Rin.

Te quedas en la puerta viéndolos subir al auto del padre. Aún no puedes asimilar lo que está ocurriendo. Una vez que se alejan por la carretera, giras tu cuerpo y observas detenidamente toda la casa.

—¡Estoy en Bluelock! —gritas finalmente como toda fangirl cumpliendo de alguna forma la fantasía de estar en su anime favorito. Aunque nunca se te pasó por la mente que serías un personaje tan poco relevante en la historia. Una mujer que apenas tenía un panel en el manga y de la cuál se sabía muy poco.

Caminaste lentamente por aquél sitio que era el hogar de la familia Itoshi. Dibujos de los niños en el refrigerador, pinturas de manos en cartulinas pegadas a las paredes, juguetes ordenados, casa limpia, niños modelo, obedientes y sanos.

No podías comprender porqué si eran tan buena familia, esos dos terminaron odiandose.

—Si estoy aquí, debe ser por una razón. —pensaste, visualizando la escena trágica del quiebre de aquella  relación de hermanos y una idea vino a tu cabeza. —Quiero evitar que Sae y Rin se odien en el futuro. Voy a tener que criarlos de la mejor manera para que nunca se separen.

Ese propósito fué el comienzo de tu papel en la historia. Antes del proyecto Bluelock, debías lograr que Rin y Sae siguieran siendo buenos hermanos, y de ser posible, que ninguno se volviera edgy.

Criando GeniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora