12.- Por favor, cuida a Nagi

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Después de aquella fallida reunión con Ego, no volviste a recibir una llamada o un mensaje de él. Pasaron un par de meses y te enfocaste en tu trabajo para no pensar en todo el asunto de la reencarnación.

—Compañera, te busca un hombre en la entrada.

—¿Un hombre? —pausaste tu trabajo para levantar la mirada— ¿Cómo es?

—Es bastante alto, muy delgado y usa lentes. Parece algo malhumorado. ¿Le debes dinero?

—Ego... —Una vez en el recibidor, confirmaste que se trataba de él y una parte de tí estaba felíz de verlo— Creí que trabajabas todo el día.

—Renuncié. —dijo tomándote del brazo y guiandote fuera de las oficinas—Y tú también lo harás.

—¡¿Qué?! Oye, Ego, ¿a dónde me llevas?

—A mi sótano.

—¡¿Sabes lo mal que se escucha eso?!

Sin más alternativa, fueron a su casa en tu auto y tal como dijo, te invitó a pasar a su sótano, donde al encender la luz, también se encendió el lado fan que había dormido en tu memoria desde años atrás.

—¡¿Qué es todo esto?!

—Son los planos, las estrategias, los diseños, los estudios, todo el sistema de Bluelock plasmado en esta habitación. Sin ejecutar.

Diste un recorrido lento por la habitación, admirando cada detalle de aquél proyecto de gabinete.

—Tenías todo listo, pero no lo llevaste a cabo.

—La asociación no estaba interesada. —respondió dando un suspiro— Cierto niño que abandono el Real Madrid hace un tiempo fué el detonante para que mi idea fuese ignorada al perder la esperanza de tener jugadores prometedores. La cultura japonesa futbolística es insuficiente. Los niños de hoy son criados con demasiado amor y poco egoísmo sin saber que eso los convierte en seres débiles y fáciles de manipular.

—Auch. Me dolió la indirecta.

—Necesitaré a una asistente que se encargue de todo el proceso de registro de datos y análisis. ¿Conoces a alguien así?

Sonreíste esperanzada al escuchar esas palabras. La posibilidad de que el proyecto comenzara se sentía cada vez más cercano.

—Conozco a la persona perfecta.

Al día siguiente, en la oficina, Anri lanzó por el aire los documentos que llevaba en las manos con una alegría incontenible después de que ambos le explicaran sobre Bluelock.

—¡Estoy dentro! ¡No más revistas para adultos!

—Eh... —Ego arqueó una ceja al escucharla decir eso.

—Larga historia.

Y aunque tú también pensabas unirte a ellos, empezaste a involucrarte anteriormente en solucionar algunos problemas dentro de las oficinas y cuando menos lo pensaste, fuiste abordada por tu jefe a la salida.

—Señora Itoshi, veo que se le da muy bien la organización y la comunicación. Me sorprende que no haya estudiado nada anteriormente.

—Es que mis estudios son de mi vida pasada... Je...—pensaste un poco inquieta por la interrogante— Me gusta ser autodidacta, leer y aprender con la práctica. —inventaste.

—¿Sabes qué? Quiero darte un ascenso. Irás a un curso administrativo a Tokio durante tres meses. La empresa pagará todos los gastos.

—¡¿En serio?! —dejaste caer la escoba al escuchar aquella oferta.

Quizás tu cara de asombro no cambió hasta que se lo contaste a todos en casa.

—Esa es una gran noticia, madre. —felicitó Sae, bebiendo su té con galletas de arroz.

—Tienes que ir. —animó Rin, llevándose un panecillo de chocolate a la boca.

—¿Estarán bien sin mí por un rato? ¿No les aterra su abuela?

—Ah, sí. —respondió Rin, aún traumatizado por aquella amenaza del hacha.

—Pero ahora entendemos de dónde sacamos ese carácter. —justificó Sae.

—No te preocupes, mamá. Sabemos cuidarnos, te llamaremos todos los días.

—Les prometo que en cuanto pueda pagarlo, se mudarán a un departamento decente. Con agua caliente e internet.

—Está bien, ya nos acostumbramos a que nos despierten las gallinas picando nuestras narices. —dijo Sae en tono burlesco.

—Osh... El chivo se comió mi cuaderno de geografía en la mañana. —se quejó Rin.

—Al menos no fué el de caligrafía, lo necesitas bastante.

—¡Nii-chan! —se avergonzó el menor al ser evidenciada su mala letra.

Antes de que comenzara una pequeña discusión entre los dos, los abrazaste fuertemente y ellos correspondieron entre sonrojos.

—Los quiero tanto. Cuidense mutuamente mientras no estoy. No olviden lo que les he dicho siempre.

—Sí, mamá. —prometieron ambos, comenzando a extrañarte sin que te hubieses ido aún.

Los meses que estuviste fuera, se pasaron volando para tus hijos, quienes se adaptaron a sus nuevas rutinas donde Rin jugaba para la selección de la escuela y Sae lo esperaba al final de sus partidos, viendo cada día cómo su amistad con Isagi se reforzaba.

Rin incluso comenzó a visitar la casa de Isagi cuando no había entrenamiento y Sae regresaba solo a casa. Los llamabas todos los días, pero aún así, les tenías una sorpresa. Cuando estuviste de vuelta, les presentaste a un nuevo integrante temporal de la familia.

En realidad, ellos mismos te preguntaron por él cuando lo vieron durmiendo en una tercera cama del ático.

—¿Quién es ese? —preguntó Rin a su hermano. Ambos desconocían al chico.

—¿A qué hora va a despertar? —interrogó Sae, poniéndose el uniforme.

—Se llama Seishiro Nagi. Irá con ustedes a la escuela. —dijiste subiendo para despertarlo.

—¿Qué? ¿Porqué? —se quejaron ambos.

—Porque su madre me pidió que cuidara de él. Es difícil de explicar... Ayúdenme a despertarlo mientras voy por su ropa. —volviste a bajar, dejando a Rin y Sae mirándose mutuamente.

—Hey, tú. Levántate, se hace tarde. —empujó Sae con ambas manos de lado a lado.

—Hmm... No quiero. Unos minutos más.

—Bajen a desayunar. Yo me encargo. —les pediste sabiendo lo que debías hacer según tus recuerdos de la historia. Cargarlo. —Uy, cómo pesa. ¿Porqué me metí en esto? Ah... sí... Ya recordé.

Días antes de que terminara tu curso, te topaste con una mujer de tu edad con el cabello blanco que te preguntó si conocías una buena secundaria porque necesitaba trasladar a su hijo ya que quería ayudarlo a ser más independiente.

No dudaste en recomendarle la secundaria donde estaban tus hijos a pesar de encontrarte en Tokio. Así que la mujer se comprometió a pagar la mitad de un alquiler junto a tí a cambio de que su hijo estudiara con los tuyos.

Y así, Nagi Seishiro terminó en tus manos. Siendo temporalmente uno más de tus hijos.

La buena noticia era que ya podrían mudarse a la ciudad.

La mala era que Nagi, al ser de segundo año, no tenía convivencia escolar con Rin ni Sae. Sino con Isagi.

¿Qué efectos traería a los Itoshi este nuevo integrante? Un chico perezoso como él no podía representar una amenaza. ¿O sí?

Criando GeniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora