—Rin. —Cruzaste una mirada con él desde el espejo del auto para pedirle prudencia.
—Lo sabemos, mamá. —dijo Sae, apoyando la barbilla en sus nudillos mientras te observaba. —Que papá te engaña.
—Niños... Sobre eso...
—Mamá, no tienes que darnos ninguna explicación. —Rin puso su mano sobre tu hombro en señal de apoyo moral.
—Lo ocultaste para no preocuparnos. No pasa nada. —perdonó Sae, con una expresión cálida.
—Mientras tú estés tranquila, nosotros seguiremos fingiendo que todo está bien. —aseguró Rin, hablando por ambos.
—Fingir que todo está bien. —pensaste asintiendo con una sonrisa y volviendo tu mirada al frente— ¿Y porqué suena tan mal?
Han pasado algunos días desde que Sae se reincorporó a la secundaria. Rechazó volver al equipo de fútbol de la escuela, pero Rin aceptó ya que hacía falta un miembro y necesitaba puntos extra en caligrafía por su mala letra.
Sae está cerca de cumplir 15 años y Rin acaba de llegar a los 13. Ambos son adolescentes que abandonan lentamente la niñez. La etapa más difícil de crianza para los padres, la prueba de fuego.
Los dos van a la secundaria juntos y tú estás en casa, leyendo las noticias del periódico virtual mientras bebes una taza de Kombucha salada, bebida parecida a un refresco que aprendiste a hacer porque a Sae le gustaba. Y como si del destino se tratase, una nota deportiva hablaba de él.
•••
Sae Itoshi, la estrella fugaz que se fué como llegó.¿Una decepción para el Real Madrid? El genio promesa renunció al equipo sin motivo aparente y regresó a Japón para continuar sus estudios. Leer más...
•••Cerraste la página con fastidio. Los medios de comunicación internacionales "comían" del amarillismo y de exagerarlo todo para llamar la atención.
—No me importa. Rin y Sae están juntos. Eso era lo que yo quería y lo correcto para que ninguno sufriera. —apagaste el teléfono y diste otro sorbo a tu bebida, observando el jardín por la ventana— ¿Verdad?
Un aire de duda invadió tu cabeza. Una espina acerca de esas palabras de Rin. "Fingir que todo está bien".
El teléfono suena. Es una llamada de la dirección de la escuela.
El motivo, Sae.
—¿Ya viste las noticias? Sales ahí, perdedor. —Un bully de turno no dudó en molestar al pelirrojo cuando se enteró de su regreso— "Sae Itoshi declaró que su familia es más importante que perder su tiempo en el extranjero". Qué basura. —le arrojó su platillo de comida al suelo.
—Métete en tus propios asuntos. —Sae se inclinó para levantar la bandeja, pero el chico, que era más alto y gordo, pisó su mano, pensando que era un blanco fácil de humillar.
—No tienes verdadero talento, tu hermano Rin es quien debió ir al Real Madrid. Qué desperdicio de oportunidad. Das pena.
En aquél punto, Sae tenía una vena marcada en la frente que era cubierta por su flequillo y su mano libre comenzó a empuñarse.
—Cierra la boca. —advirtió con la poca paciencia que le quedaba.
—¿O qué? ¿Me acusaras con tu madre? Al fin que la quieres tanto.
Sae lanzó una patada que lo derribó y en seguida se abalanzó sobre él para golpearlo. El escándalo de la pelea en el comedor fué tal que le avisaron a Rin y este los detuvo tan rápido como llegó.
—¡Los dos son igual de débiles! —chilló el bully, que tenía sangre por todo el rostro y un ojo hinchado— Un par de niños mimados que no toleran escuchar la verdad. ¡Perdedores!
—Estás muerto. —Sae se soltó del agarre de Rin y la pelea continuó.
—¡Nii-chan, basta!
Una carta sobre el escritorio del director dictaminó por escrito su mal comportamiento. Deslizada hacia tí, que estabas sentada junto a Sae, y del otro lado, el bully con su madre, talvez más obesa que el hijo, llorando dramáticamente.
—Señora Itoshi. —suspiró el director antes de hablar— Me temo que su hijo ha infringido las reglas de esta escuela al golpear a uno de sus compañeros. A menos de que sus razones sean válidas para explicar sus actos, me veré en la obligación de tomar medidas para corregirlo.
—¡Me atacó sin razón! —interrumpió el bully— ¡Yo sólo le mostré una noticia donde hablaban de su fracaso en España y comenzó a pegarme! ¡Está loco! Dígale a su hijo que aprenda a perder.
—Ya, mi vida. Se te hinchará más la cara. —consoló la mujer a su hijo.
—¿Y bien, Sae? —preguntó el director— ¿Qué tienes que decir en tu defensa?
La seriedad en su rostro y sus puños aún apretándose te preocupaban. Él no era así. Te aseguraste de criarlo a la perfección para que nada parecido sucediera, para que confiara en tí.
—Es como él dice. —respondió bajando la cabeza y ladeando la mirada con ira— Lo mataré si continúa hablando.
El chico y la madre se horrorizaron, estando a punto de quejarse, pero el director les hizo una señal para que se detuvieran.
—Bien. —dijo al bully y a su madre— Ustedes pueden irse. Dejenme a solas con ellos. —La oficina fué abandonada por las "víctimas", y la mirada decepcionada del director se dirigió a tí— Señora Itoshi, la actitud violenta de Sae no va acorde a los valores que enseñamos en esta institución, por lo que debe asistir a terapia durante al menos un mes. Permanecerá suspendido de forma indeterminada hasta que su psicólogo confirme una mejoría en su estado de salud mental. Eso es todo, retírense.
Sae va en el asiento del copiloto, en completo silencio, no se ha puesto el cinturón de seguridad y observa hacia la ventana mientras el atardecer refleja el fuego de sus pensamientos.
—¿Un comportamiento rebelde por esa noticia? ¿Porqué le afectaría tanto? No fué él quien quiso renunciar? —analizabas en tu mente sin despegar tus ojos del camino, pero viendolo de reojo de vez en cuando— Los medios de comunicación tan crueles, no escatiman en sus palabras para ganar devotos. —Al final, trataste de sonreír y animarlo, cambiando de tema—¿Tienes hambre? Podemos llegar a comprar algo.
—¿Porqué me recompensas? ¿No vas a preguntarme porqué lo hice? —cuestionó sin verte. Sus ojos y rostro seguían ocultos de tu alcance.
—Tomaste la decisión de volver a Japón por tí mismo. —respondiste con más seriedad— Quiero respetar tus deseos. Lo que hiciste al chico estuvo mal, pero te conozco. No lo golpeaste sólo por eso, hirió tu orgullo al meterse con tu sueño.
—¿Cuál orgullo? ¿Cuál sueño? —lo escuchaste sollozar. Su voz se había quebrado y su cuerpo temblaba de coraje por todo lo que había soportado hasta ese instante— ¿No ves dónde estoy? Regresé porque el extranjero es una mierda. Yo soy una mierda. Todo a mi alrededor es tan patético como mi propia existencia. Me convertí en un perdedor en el momento que dejé España. Ni siquiera fuí capaz de decírselo a Rin... Soy tan débil... Lo eché todo a perder...
—Nii-chan, no digas eso. —El más jóven estuvo en el asiento trasero todo el tiempo— Yo soy felíz si estoy contigo, porque mamá nos enseñó a estar juntos sin importar nada. Juegues o no, jamás voy a dejarte solo.
Sae lo escuchó y se llevó una manga al rostro para secar sus lágrimas. Tomó un respiro y después habló.
—Yo quería alcanzar mi sueño, quería convertirme en el mejor del mundo, pero... no sé qué pasó. Perdí la motivación cuando estuve allá. En lo único que pensaba era en ustedes. Mamá, tú dijiste que buscara mi sueño donde yo fuera felíz. Por eso quise regresar con ustedes, porque aquí es donde me siento así.—Rin y tú se vieron mutuamente. Era la primera vez que Sae expresaba sus sentimientos de aquella forma. —Por favor, no me envíes a terapia. Ya no quiero volver a esa escuela.
Sus motivos te conmovieron hasta las lágrimas. Durante un semáforo en rojo, le diste un abrazo y Rin palmeó su cabeza.
—Como tú digas, Sae. Si ya no quieres ese sueño, persigue otro.
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Criando Genios
Fiksi PenggemarDespertaste una mañana siendo la madre de Rin y Sae. Ahora es tu deber criarlos, educarlos y evitar a toda costa el futuro cruel que les espera. ¿Podrás lograrlo o tus hijos terminarán rompiendo sus lazos nuevamente?