10.- Anri, limpieza, Bluelock

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—¡Hola, buenos días! —escuchaste el saludo proveniente de una voz femenina al entrar en la sala de espera de recursos humanos.

—Hola, ¿qué tal? Buen día. —respondiste amablemente, tomando asiento a su lado en una hilera de sillas donde sólo estaban ustedes dos.

—¿También vienes por lo del puesto de secretaria? —te preguntó la jóven mujer a quien no le habías prestado atención hasta ese momento.

—Eh, no. En realidad, es por... —Cuando reconociste su rostro, no pudiste contener tu impresión. Japón era más pequeño de lo que imaginabas—¡¿Anri?!

—Ouh, lo siento mucho, ¿te conozco? —se confundió y después sus manos y pies empezaron a temblar— Ay, no. Por favor, ¡te juro que la mujer de esas fotos no era yo! —se apresuró a decir— Fué un grave error haber ido a esa agencia falsa...

—¿Eh? ¿De qué agencia hablas? ¿La de fútbol?

—¿Fútbol? Ya quisiera. —bufó como si le molestara pensar en ello— Mira, sí era yo, ¿está bien? Posé para una revista para adultos, ¡pero estaba desesperada! necesitaba dinero. —se llevó las manos a la cara para cubrir su vergüenza. Luego te tomó de las manos suplicando— Te lo ruego, no le digas al entrevistador, me urge conseguir este trabajo.

—Tranquila, no le diré a nadie. —contestaste aún en shock, con mil preguntas en tu cabeza.

—Adelante. —avisó una entrevistadora para que Anri pasara.

—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Ya voy! —se levantó con su carpeta abrazada contra el pecho y entró a la oficina, dejándote sola y con un remolino de dudas.

—¿Anri tuvo que hacer eso para conseguir dinero? Esto es oscuro... Me da pena por ella. Parece que antes de Bluelock, todos tenían vidas horribles. ¿O será que yo afecté en algo?

—Adelante. —dijo un segundo entrevistador. Era tu turno de entrar.

Después de medio día, entraste a la casa de tu madre con los pies cansados de manejar, caminar y andar por las calles de la ciudad.

—Hola mamá, ya llegué. Me dieron el empleo y mañana comienzo. —anunciaste victoriosa, aunque cansada.

—Menos mal que llegaste, ayúdame a cocinar antes de que lleguen tus hijos. —se acercó a tí, poniendo un recipiente con arroz cocido entre tus manos.

—Sí, casi lo olvido. —sonreíste para tí  misma— Esos dos genios son mi responsabilidad número 1. Ya los extraño y sólo dejé de verlos unas horas. —pensaste con cariño, preparando la comida mientras recordabas tu largo trayecto desde que llegaste— Estos años criandolos me han hecho olvidar que sólo era una fan. Los amo demasiado como para enfocarme en otra cosa y he olvidado muchos de los acontecimientos del manga. Me estoy sumergiendo en esta vida como madre.

Ambos adolescentes llegan a casa con las caras largas después de una larga jornada escolar y eres la primera en saludarlos desde la cocina.

—¡Bienvenidos! ¿Qué tal el primer día?

—Cansado. —dijo Sae, quitándose la mochila.

—Tedioso. —agregó Rin, haciendo lo mismo que su hermano.

—Ay, ¿porqué? ¿Mucha tarea? ¿Profesores estrictos?

—Un montón de chicas se la pasaron estorbándome el camino todo el día, pidiéndome fotos e intentando darme regalos, los rechacé todos porque no quería cargar nada de regreso. —explicó Sae, desahogando su mal humor.

—Igual. —apoyó Rin.

—¿Y eso es un problema para ustedes? —arqueaste una ceja con intriga.

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