14.- El primer trabajo de Sae

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—¿Estás seguro de que podrás hacer esto? —preguntaste a Sae, acomodando el cuello de su camisa.— Puedo llevarte y recogerte todos los días si quieres.

—Madre, ya no soy un niño, prometo que estaré bien. —aseguró mirándote a los ojos con seriedad.

Con 16 años cumplidos y tras graduarse de la secundaria, Sae ingresaría a la preparatoria Namikaze, la cuál quedaba lejos de casa. Sin embargo, él no quería ser una carga para tí, pues se sentía decepcionado por haber fallado el examen de ingreso a Ichinan, así que buscó un empleo de medio tiempo para ayudarte con los gastos.

—No olvides avisarme cuando estés de regreso. —pediste una vez que salieron a recibir el taxi que lo llevaría a su trabajo.

—Lo prometo. —contestó subiendo el cierre de su abrigo, ante el frío de la mañana.

—¡Nii-chan! Cuídate. —se despidió Rin desde la ventana. Nagi asomó medio rostro e hizo una señal de amor y paz.

—Sí. —respondió Sae con una media sonrisa— Ey, Rin. Esfuérzate, ¿quieres? —animó— Sé el mejor del mundo por mí.

Rin se sintió elogiado con sus palabras y rápidamente dió una respuesta.

—¿Y porqué no ambos? —propuso tratando de alentarlo.

—Está bien, ambos... —aceptó Sae, apretando un puño a discreción dentro de la chamarra y subiendo a su taxi para seguir la frase al cerrar la puerta sin poder ser escuchado.— Tú e Isagi sean los mejores del mundo por mí.

Cuando entraste a la casa y tomaron el desayuno, Rin estaba más contento de lo normal. Incluso ayudando a servir el plato de Nagi y revolver de forma sutil su cabello tal y como tú lo hacías.

Nagi lo observó extrañado, pero no le tomó importancia y comenzó a comer.

—Mamá, ¿qué tipo de trabajo obtuvo Nii-chan?

—Oh, uno de esos lugares que suelen tomar por primera vez los chicos de su edad cuando sólo pueden asistir medio tiempo.

—¡Suena genial! ¿Cómo se llama?

Tu mente pausó un instante antes de dar la respuesta. Nunca imaginaste que un día como ese se haría realidad, pero resultaba que también existían franquicias de esa marca en Japón.

—Bienvenido a McDonald's, ¿puedo tomar su orden? —preguntó Sae desde la ventanilla de atención a su primer cliente, con una expresión de hielo y tono seco, que sólo eran amortiguados por lo bonito que se le veía la gorra roja con la M amarilla.

—Hola, ¿me das una hamburguesa?

—¿De qué tipo?

—¿De qué hay?

—¿Que no ves el letrero? —señaló sobre su cabeza los cárteles con los diferentes productos, promociones y precios.

—¿Perdón? Estoy aquí para que me atiendas, es tu trabajo. Mi dinero paga tu salario, mocoso.

—Cuando tenga lista su decisión vuelve a hacer fila y ordena. —respondió con tono irritado— Ahora muevase, está retrasando a los demás.

—No me voy a mover hasta que tomes mi orden.

—Entonces pida algo rápido, ¿o está tan ciego que quiere que le lea todas las opciones?

—Suficiente, quiero hablar con tu superior.

—Oye, niña, este viejo inadaptado quiere hablar contigo. —llamó Sae señalando con asco a su cliente.

—¡¿Eh?! ¿Cómo que inadaptado? ¡Si se nota a leguas que tú no tienes ni una pizca de habilidades sociales! ¡Mocoso irrespetuoso!

—¡¡Ay!! ¡Ay! ¡Lo siento tanto! —se disculpó una chica pelirroja de cabello liso, largo y un rostro angelical. Tomó a Sae por los hombros y lo hizo retroceder. —Este chico es nuevo, está en entrenamiento, le pido una disculpa por su comportamiento.

—Capacítenlo correctamente antes de darle un puesto en servicio al cliente, señorita. Necesita supervisión constante. Que controle ese mal carácter.

—Sí, lo siento, lo siento mucho. Me encargaré de eso. —siguió inclinándose y luego llamó a alguien más para que tomara las ordenes, llevándose a Sae a la cocina. —Chico nuevo, ¿no seguiste el protocolo como te dijeron?

—Yo lo seguí, el que no lo hizo fué el marrano ese.

—Pero es el cliente, él no debe seguirlo... En fin, quédate conmigo en la cocina y ayúdame a freír las papas.

Sae sintió un escalofrío al escuchar eso. Realmente le disgustaba estar frente a aquella charola llena de aceite hirviendo mientras tiras de papa cruda nadaban al fondo, hinchándose de grasa. La chica se protegía el cabello con un gorrito especial y le dió uno a él.

—No sé cómo se pone esto.

—Es broma, ¿no? —se ríe ella.

—¿Tengo cara de que estoy bromeando?

—Ay, qué adorable. Me recuerdas a mi hermano menor, siempre está de mal humor, pero es tan tierno.

—Ajá. —respondió sin mucho interés en la conversación.

—¿Y Sae es tu nombre o tu apellido? —señaló el gafete en su camisa al momento que le indicaba cómo ponerse el gorro.

—Nombre. —respondió haciendo caso a su instrucción.

—Mucho gusto, Sae. —sonrió mientras preparaba una orden a su lado. —Y ya que yo soy tu superior, tendrás que llamarme por mi apellido.

—Ah, sí. Como sea.

—Oye, no seas tan antipático, nos vamos a ver todos los días. De verdad te pareces a mi hermanito, ya sólo falta que también seas un prodigio del fútbol.

—¿Hm? —Sae la miró inmediatamente, terminando de rellenar un paquete de papas fritas —¿Cuál dijiste que era tu apellido?

—Ay, ahora sí me prestas atención. —se alegró— Dí en el blanco, ¿no?

—Contesta.

—Bueno, ya que insistes. —estiró su mano para quitarle las papas y colocarlas en la bolsa de entrega. —Dime Chigiri.

—Hmm... No me suena. Nunca escuché ese apellido.

—Mi hermano es popular en su escuela, pero está en Kagoshima con mi mamá. Vine aquí para trabajar y ayudarla con los gastos de la casa. —añadió para darse la vuelta y llevar los pedidos al área de entrega.

Sae guardó silencio, no le había importado en lo más mínimo relacionarse con otras personas, pero aquella chica vivía una situación similar a la suya. Por primera vez, alguien fuera de su familia captó su interés.

—Oye, Chigiri-san. —la llamó discretamente cuando la vió regresar con más órdenes.

—¿Sí?

—¿Qué harás en tu día de descanso?

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⏰ Última actualización: Mar 07 ⏰

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