6.- Ausencia paternal silenciosa

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—Mamá, ¿dónde está papá? —Te preguntó Sae mientras manejabas de regreso a casa, haciendo que levantaras ambas cejas con sorpresa. 

—Ah, él está...

No lo sabías. No tenías una respuesta. No les contaste de aquello antes a Rin y Sae porque no te pareció importante que lo supieran. Dejaste pasar esa situación a propósito.

En los últimos años, el padre de los niños había tenido un comportamiento desentendido y su presencia se volvió cada vez menos indispensable, al punto de que incluso habías olvidado que existía.

Años antes...

—Bueno, los niños ya se durmieron. —musitó en tu oído, una vez que cerraron la puerta de su habitación y quedaron a solas— Podemos pasar tiempo tú y yo.

—Ay, diosito, ayúdame, que este hombre me quiere dar y no las buenas noches.— Un escalofrío te recorrió por la espalda y sentiste náuseas sólo de pensar en hacer ese rol en el papel de la esposa— Espera, me... mejor no. Me siento muy cansada.

—¿Y si te hago un masaje? Puedo usar ese aceite aromático que tanto te gusta.

—No te preocupes, me tomaré una pastilla y me iré a dormir.

—Cariño, ¿qué te está pasando? Has estado muy distante últimamente. Rechazas mis besos, mis caricias, mis deseos e incluso mis elogios. ¿He sido malo contigo? ¿O es que ya no me quieres?

—¿Cómo le explico a este hombre que hasta hace unos días ni siquiera lo conocía? —Tu mente daba vueltas buscando una solución rápida— Además, no puedo verlo como mi esposo. Para mí sólo es el padre de Sae y Rin. Es tan ajeno a mí.— dedujiste con tristeza por aquél hombre— Discúlpame, en serio, no tengo ganas. 

—Entiendo. ¿Estás entrando en eso de la menopausia?

—¡No! No soy tan mayor.... ¿O sí? ¡No me respondas! —preferías no saber cuánto tiempo tenías antes de que comenzaran a salir las primeras arrugas. — Qué problema. Este hombre me ve como su mujer y seguramente sufre con mi indiferencia.—La realidad era que todavía eras muy jóven y no pasabas los 30— Otro día, ¿sí?

Sus ojos de decepción debieron darte la primera señal de alerta, pero la ignoraste.

Para tí, ese hombre no era relevante en la historia, según como lo recordabas y por eso no te diste cuenta de que en realidad sí lo era. Y mucho.

—Cariño, reservé una mesa en tu restaurante favorito para ir a cenar esta noche. ¿Qué te parece? —dijo animado mientras te llamaba por teléfono.

—¡Oh, lo siento! ¡No puedo! —respondiste evadiendo cualquier  tipo de acercamiento romántico a él— Estoy con Rin en la enfermería de la escuela. Se lastimó la rodilla. —Lo primero y más importante para tí eran tus hijos.

—¡¡Buaaaahh!! ¡Me está saliendo algo rojo! —lloró el pequeño de 6 años señalando su pierna.

—Yo le dije que no corriera tan rápido. —dijo Sae de inmediato para evitar que lo culparan por no cuidarlo bien.

—¿Necesitas que vaya a recogerlos? —ofreció el padre.

—¡No te preocupes! Yo los llevo. Nos vemos en casa, ¡adiós!

—Pero, ¿qué voy a hacer con... —En ese instante, escuchó la llamada cortarse, dejándolo a medias en su pregunta— ...la reservación?

Lo intentó en más de una ocasión. Reavivar su matrimonio, buscando todas las formas posibles, pero tú estabas tan ocupada con tu objetivo, que él ni siquiera aparecía en tu lista de prioridades o intereses.

Criando GeniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora