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Ari estaba sosteniendo un papel con fuerza entre sus pequeñas manos. Estaba ansiosa y avergonzada, hace cuatro días había pasado aquella especie de confesión y hasta aquel día no había cruzado ninguna palabra ni mirada con Rivers, ni si quiera habían compartido un espacio en común gracias a la cobardía de Ari. No se había acercado, pero hasta donde sabía Rivers terminó con Felix un día después de haberle confesado que le gustaba.

-¿Estás listo? -inquiere Millaray, quien estaba hablando por teléfono con Ari desde hace media hora atrás.

Millaray era la segundo mejor amiga de Ari, quien había tenido que ir a vivir fuera del país por razones familiares, pero nunca perdieron el contacto. Cuando Ari se le confesó a Rivers, comenzó a hablarle a Millaray sobre aquella confesión y ella nunca la defraudo, nunca la crítico; es más, ahora la estaba apoyando.

Ari estaba frente la casa de Rivers con una especie de carta toda arrugada en sus manos, a causa de los nervios había estrechado aquel papel blanco con bordes rosa pastel que contenía dentro todo aquel sentimiento dulce y demasiado empalagoso que había escrito para Rivers.

Armándose de valor le dijo a Millaray en voz baja que después le contaría su fracaso y le colgó, hasta que finalmente guardó su celular y con pasos temblorosos y torpes se posicionó frente a la puerta de madera para después golpearla con su mano derecha.

-Ari -sonrió la madre de Rivers cuando abrió la puerta. Su sonrisa derrochaba ternura y amabilidad por todas partes, después de todo, era como la madre atenta que nunca tuvo. -¿Qué tal? ¿Buscas a Riv?

Ari asintió con su cabeza repetidas veces, demasiada avergonzada. Sin decir ni una palabra se adentró al lugar cuando su madre no biológica se hizo a un lado dándole permiso.

-Está en el segundo piso, ve con cuidado.

Y sin más le agradeció en voz baja y continuó su marcha en busca de Rivers. Subió las escaleras con cautela y caminó hasta la puerta de la habitación de la menor y finalmente tocó la puerta.

Las risas del lugar se escuchaban en todos los rincones de aquella casa proveniente de dos niñas quienes tenían unos 7 años. Rivers estaba sobre Ari mientras le hacía cosquillas. Le gustaba bastante ver como su mejor amiga reía y reía, o como pequeñas lágrimas caían de sus mejillas producto a la risa incontrolable que lo atacaba. Cuando se quejaba de que le dolía la pancita y sus mejillas o cuando le decía que parara, que le daría un zape si no paraba.

-¡Riv!

-¿Qué? -sonrió divertida mientras sus dedos ágiles seguían haciendo presión repetidas veces sobre las costillas de la otra.

Este no paraba de reír, sus ojos estaban más achinados que antes y estaba que estallaba. No respiraba bien, sus mejillas estaban sonrosadas y calentitas.

-¡Ya, ay!

Rivers sonrió con travesura y dejó finalmente de hacerle cosquillas. Cuando Ari estuvo a punto de darle un zape mientras soltaba pequeños e inocentes jadeos, Rivers fue más rápido y besó con inocencia y ternura la mejilla sonrojada de Ari.

-No te perdonaré -dijo la castaña mientras se cruzaba de brazos, manteniéndose recostado boca arriba sobre el suelo.

-¿Y si te doy otro besito, sí me perdonará? -inquirió Rivers mientras llevaba uno de sus dedos hasta sus rosados y esponjosos labios.

Ari lo pensó un poco y finalmente cedió a aquella propuesta, asintiendo con su cabeza tímidamente.

Rivers se acercó a su mejilla y depósito otro besito en esta, con dulzura y delicadeza.

-Ari -murmuró Rivers cuando abrió la puerta de su habitación y se encontró con la castaña.

Ari estaba bastante nerviosa y sus piernas temblaban nuevamente. Sus ojos tenían un brillo especial, un brillo que Rivers no comprendía, solo le gustaba ver a su amiga con aquel brillo en sus ojos. Temblaba peligrosamente, como si en algún punto no podría más y caería al suelo; estaba asustada.

-Olvida todo -Ari fue más rápido. -Olvida lo que dije, lo que te confesé -se aclaró, y sus ojos comenzaron a llenarse nuevamente de lágrimas. -Riv, no quiero perder tu amistad, en serio no quiero.

Los labios de Rivers temblaron, y solo se limitó a asentir con su cabeza bastante dolida.

Le gustaba Ari.

Lo supo en el momento en el cual se sintió mal por ser la razón por la cual Ari llorara.

Lo supo en el momento en el cual Ari salió rápidamente corriendo a la salida.

Pero no supo que hacer cuando vió una especie de carta tirada en el pasillo, la cual estaba toda arrugada.

G I R L S?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora