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Ambas habían fijado su boda para el 25 de noviembre  de ese mismo año, las invitaciones ya estaban listas y se habían enviado a todos sus conocidos y familiares. Parecía que todo estaba listo para que ambas no tuvieran problemas, pero entonces surgió un inconveniente.

Una dama de honor.

Dado que sus bodas habían sido separadas anteriormente, era obvio que serían la dama de honor una de la otra, pero con todos estos problemas encima, ya no sería tan sencillo como habían planeado.

—Lara ¿de verdad no podes? —preguntó Martina

—Perdón, pero estamos ocupadas con la nueva colección y si tengo suerte, podré estar en tu boda sin estrés. En el peor de los casos, no podré disfrutarla como es debido con todo el contrato y la colección. No puedo ser tu dama, perdón. Ahora, recuerda que debes darme las propuestas antes del producto final. Si logras convencerlo con tus diseños, lo tendremos en la bolsa —respondió su hermana Lara, concentrada en el trabajo como siempre.

Martina asintió con las palabras de su hermana. Aunque se sentía desanimada, entendía a Lara. Esta última estaba lidiando con la futura colección que se lanzaría unas semanas antes de su boda y debía ser un éxito después del fracaso de la anterior colección, todo por haber confiado en un supuesto diseñador con una visión no comprendida.

La morocha regresó a su oficina y se sentó, suspirando y pensando en si debería llamar a alguna de sus amigas cercanas. Sin embargo, probablemente ninguna aceptaría; sus amigas eran comunes con Brisa y ninguna quería tomar partido. Si alguna de ellas aceptaba ser dama de honor, sería como si estuviera mostrando preferencia.

Estaba en un completo lío

¿Debería llamar a alguna de las amigas que había hecho en el camino pero con las que había perdido contacto? Sería extraño que una amiga de la escuela o la universidad con la que ya no hablaba le pidiera ser su dama de honor, pero también sería un honor.

—Toc, toc. Lara me contó de tu problema. ¿Aún no encontraste a nadie? —apareció su hermano Nicolas en la puerta.

—No sé a quién llamar y ninguna de mis amigas más cercanas aceptará. Creerán que estoy mostrando preferencia.

—Tranquila, hermanita. Todo saldrá bien. Al final encontrarás a alguien.

La mente de la morocha hizo clic de repente, su mirada se posó en su hermano y se iluminó, la respuesta estaba frente a ella.

—Nico ¿Te gustaría ser mi acompañante en la boda?

—¿"Acompañante"? Ja, no me molesta la palabra y de verdad estaba esperando que me lo propusieras ¡Claro que sí hermanita! Te prometo ayudar con todo lo de tu boda, con mi ayuda todo será perfecto.

Martina sonrió y abrazó a su hermano, realmente tenía suerte de tener tres hermanos.

Por otro lado, Brisa no tenía la misma suerte.

—¿Enserio no podes Sofia? ¡Sabes que aún recuerdo y aprecio los momentos que pasamos en el campamento!— Dijo en una llamada

—Yo también sigo apreciando esos momentos, pero ni siquiera podré asistir a tu boda con todo esto del embarazo y Fernando esta actuando todo paranoico. Perdón

La de ojos marrones se desanimó con la noticia, otra amiga muy cercana suya era Sofia Montoya que hizo en un campamento hace varios años, quien actualmente estaba casada con un tal Fernando, ya que nunca lo llego a conocer completamente pues ella se encuentra viviendo en otra ciudad ya casada y en la espera de su primer hijo.

—Entiendo, no te preocupes, espero que todo vaya bien con tu embarazo.

—Gracias, te deseo lo mejor en tu boda, adiós.— Dijo, para luego colgar y así dar por terminado sus esperanzas de una dama de honor.

Brisa ya no sabía qué hacer, le pidió a unas primas gemelas suyas si podían hacerle el favor, pero ninguna de las dos llegaría hasta una semana antes de la boda. Ninguna de sus amigas cercanas que tenía en la ciudad estaría dispuesta a ser dama de honor en medio de toda la disputa. Ya no tenía a nadie más a quien pedírselo.

La mente de la chica se puso a pensar y encontró una solución desesperada. Ella no quería, no, no podía ser ella ¿Pero acaso tenía opción? Si quería una dama de honor debía ser ella, no había otra opción.

Con todo pesar se acercó al salón donde Barbara dictaba clases, tocó la puerta y esta al verla, detuvo la clase y salió para atenderla.

—¿Qué pasa? Casi nunca venis a verme a menos que me necesites.— Dijo con aquella voz que podía irritarla.

—Sí, am... escucha, tengo algo que pedirte, nada relacionado con el trabajo— aclaró, eso provocó que ella levantara una ceja, dudosa.— Mira, em... qui-quisiera que fueras mi dama de honor en mi boda.

Vio como el rostro de la mayor se tornó en sorpresa, pero no duró mucho, pues una sonrisa creció en esa boca pintada de rosa fuerte.

—No sabía que me considerarás taaan cercana, aunque eso es mucho comparado a todos los favores que hiciste por mí, pero por ser tan servicial aceptaré.

Finalmente Brisa tenía una dama de honor, una mujer mayor insoportable.



















Guerra de novias -Martuli/ BrangieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora