> BOOM
Leonardo esperó, montado en la Mery, a que el dúo caótico de Isidoro y García se apersonaran al Badulaque. El atracador, cuyo nombre clave era "El Pelos", se notaba irascible, de gatillo fácil. Tenía dos rehenes arrodillados frente a la puerta de vidrio y caminaba con impaciencia flanqueando los pasillos de la tienda. El Oficial tamborileó los dedos contra el manillar, evitando la mirada inquisidora de El Pelos. Cuando los minutos pasaron y el Zeta no se asomaba, interrogó por radio:
—Inspector, ¿está de camino?
—Hemos tenido un percance —respondió, con algo de dificultad—. CÁMBIAME EL ASIENTO —gritó. Leonardo asumía que el reproche iba dirigido a Isidoro—. ¡Es que de verdad! ¡Estábamos a nada de llegar!
—¿Necesitáis ayuda?
—Lo que necesito es cambiar el patrulla porque mi compañero es un disminuido y ha volcado a media carretera. Espera, ya llegamos.
Leo tragó grueso. El Pelos no tenía cara de querer seguir esperando.
—Disculpe, caballero. Mis compis tuvieron un accidente.
—Ya llevamos en esto media hora, hombre. Que venga alguien más cercano, o le rajo el cuello a uno de los rehenes.
Comenzando a sudar frío, Leónidas sopesó las opciones; por un lado, la vida de los rehenes era prioridad, pero, por el otro, llevarle la contraria a un superior podía causar que le degradaran. No Gustabo, porque si algo había que aplaudirle era su amabilidad y lo fácil que perdonaba, como aquella vez que le borró una mala reseña al expediente de Moussa. El verdadero problema era Murray, el otro Inspector. Este se hallaba coordinando a todas las unidades y muy al pendiente de cualquier error que le diera una excusa para desahogarse con alguien.
Leonardo se decidió por apelar a la protección de García. Si Murray quería desquitarse con él, esperaba ser defendido. Subió a la frecuencia del rubio y le informó:
—Gustabo, el atracador quiere que llame a otro patrulla.Sin que lo supiera, El Pelos alzó las cejas en su dirección, reconociendo el nombre. Gustabo... ¡Ah, claro! Ahora lo recordaba. Había sido su negociador en más de un par de veces y, a decir verdad, concertar acuerdos con él era un placer ya conocido entre los malandros. Si se les preguntase a quién preferían para negociar, ellos responderían, sin dudar, "queremos al Inspector."
—Aguarde, señor policía. Esperaré a que Gustabo venga.
Aunque la súbita alegría del atracador le pareció extraña, Leonardo respiró más tranquilo. Al cabo de casi diez minutos, el Z-20 aparcó a un lado de la acera. Isidoro bajó de la puerta del copiloto y García de la del conductor.
—Ah, que este va en Mary —destacó Isidoro—. Y pensar que estaba siendo un día de puros éxitos.
—Escúchame Isidoro, ¿no eres tú el que le dio vuelta a un patrulla?
—Ahí te ha dao' —comentó el rubio, con una risita—. ¿Habéis negociado ya?
—Negativo; el atracador estaba esperando a que usted llegara.
Gustabo asintió. Él e Isidoro se aproximaron a la entrada del Badulaque.
—Buenas tardes, caballero —dijo el Inspector. Acostumbraba saludar o agradecer indistintamente de si hablaba con sus compañeros o con delincuentes—. ¿Cuántos rehenes tiene y qué quiere por ellos?
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Gustabo García FICLETS
Fanfiction1. Los policías encuentran a Gustabo dormido en lugares aleatorios de comisaría. 2. Redada a los verdes, desde la perspectiva de Gonzalito. 3. Nadie puede ganarse a los delincuentes como Gustabo. Aunque lo intenten. 4. La noche en que Conway provocó...