Jacob Smith.
Los juegos de azar son filosofía pura. Desde el inicio de los tiempos, han sido un pecado, una forma de retar la soberanía de Dios en la causalidad del universo. Son, también, ruina y esperanza. De los casinos salen dos tipos de personas: aquellos pobres diablos que apostaron mal y lo han perdido todo, y la reducida cantidad de afortunados que regresan a casa con el espejismo de haber ganado. Oh, pero esos son los peores, porque la ilusión del triunfo es más aplastante que la realidad de la derrota; y así, como si nada, se crea un ciclo, de pobreza y fanfarronería, de personas sin hogar y de millonarios en la cima. Es como la vida misma; el A, B y C de las adicciones. Pero eso solo sucede si te dejas llevar por la idea del azar.
La otra opción es la lógica numérica, aquella a la que los banqueros y dueños de tragaperras vetan de los casinos. No hay nada más inteligente y más vergonzoso que valerse de la estadística para asegurar un acierto, aunque hay que hacerlo con cuidado, porque nadie es más despreciado entre los ludópatas que aquel que entiende las reglas del juego y las usa a su favor.
El mundo está lleno de ellos por igual, de ludópatas, suertudos, genios alienados y pobres diablos. Por eso, aquí abunda la sinceridad.
—¡Me cago en la...! No se vale, me has mufao'.
Ah. Ese, damas y caballeros, es un pobre diablo.
Me levanté del asiento y casualmente me hice con un espacio en la ruleta del objeto de mi curiosidad. Dicha persona a penas me dirigió la mirada, se veía más ocupado despotricando e insultando a su conocido como para si quiera imaginar que a su derecha se hallaba sentado el responsable de múltiples asesinatos de policías, la principal oposición a Jack Conway y, si mi teoría es cierta, un familiar olvidado. Qué curioso; hace una semana me topé con el Superintendente jugando al Blackjack, y ahora encontré a su cordero favorito apostando estúpidamente en la ruleta.
—Gustabo, haces apuestas muy arriesgadas —opinó Noah Holliday, sub-comisario de la LSPD. Pese a su defecto de ser leal a Conway, es un funcionario amable y comprensivo. Y sí, totalmente tengo una lista con varios nombres escritos—. ¿Cuántas fichas te quedaban?
—20 mil.
—¿Y cuántas apostaste?
Gustabo García se encogió de hombros.
—Pues 20 mil.—Pero no hagas eso, hijo mío. Jamás te vas a recuperar a este paso.
—Oh, vamos, solo es un poco de infortunio. Le puede pasar a cualquiera —García tamborileó los dedos en la mesa de la ruleta. Apoyó la barbilla en su propia mano y suspiró—. Ahora no tengo con qué apostar.
—¿Y acaso te sorprende? —Inquirió Holliday, negando con la cabeza—. Mejor volvamos a patrullar.
—Mmm. Ve primero. Te alcanzo en unos minutos, ¿vale?
—Como prefieras... Diviértete.
El sub-comisario se fue y Gustabo García se quedó a mi lado, observando en silencio mientras yo tiraba la ruleta. Parecía ser un tipo de pocas palabras y bastante inmerso en sus pensamientos, que eran difíciles de adivinar teniendo en cuenta que sus ojos estaban cubiertos por gafas semi polarizadas (supongo que el maldito viejo le pegó una de sus ridículas costumbres). Pero para mí es imposible olvidar ese azul desafiante y estoico que presencié en la isla donde di la orden de fusilar a un oficial. Y meses después, cuando se quitó la máscara en el cuartel de The Union en su audaz infiltración exitosa.
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Gustabo García FICLETS
Fanfiction1. Los policías encuentran a Gustabo dormido en lugares aleatorios de comisaría. 2. Redada a los verdes, desde la perspectiva de Gonzalito. 3. Nadie puede ganarse a los delincuentes como Gustabo. Aunque lo intenten. 4. La noche en que Conway provocó...