12. Gorritos de fiesta

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La radio iba encendida, con el volumen en la máxima potencia y las ondas retumbando en las bocinas. Era una de esas raras veces donde Gustabo García estaba fuera de servicio, siendo un civil más tomando un día de descanso. Iba manejando tratando de concentrarse, pero su acompañante no se lo ponía fácil.

Porque eres tan hermosa y a la vez tan difícil —cantaba Isidoro, haciendo gestos con las manos y balanceando las rodillas. A cada frase, subía el volumen de su voz—. Porque la vida pasa y pasa y te quiero a mi veraaaaaa. ¡Si me trataste como a un juguete sucio y abandonado! SI NO COMPRENDES QUE EL AMAR ES ALGO MÁS QUE BESARNOOOOS.

García suspiró. Por culpa de su dúo, luego no podía quitarse las canciones de la cabeza.

—Ay, Gustabito —suspiró el moreno, volteando a verle—. Que bueno que quieras pasar conmigo tu día libre.

—Te subiste al coche y no querías bajar. Técnicamente yo nunca te invité.

—Me ibas a invitar de todas maneras —obvió—, solo no lo sabías aún.

—Sí, claro.

No tenían un rumbo, ni un lugar en el cual estar. Gustabo se limitaba a conducir, tomar los cruces libres de tráfico y seguir las señalizaciones de la carretera. Era como dejar que el azar lo guiara y el deje de incertidumbre le resultaba familiar. Pasaron por la autopista Olympic Freeway, dejaron atrás Chamberlain Hills e hicieron una pausa en una gasolinera que limitaba la ciudad con el área de Paleto. 

—¡Oh, vamos a esa tienda de ahí! —Pidió Isidoro, sacando la mano por la ventana para señalarla mejor—. Nos tomará un instante.

El Inspector accedió, porque se apegaba a su plan de ser espontáneo.

Al inicio pensó que se trataba de una de las payasadas de "Isidoro", pero al bajar del vehículo, el moreno le guiñó un ojo de una forma ya acostumbrada para ambos. Esa no era una petición del Alumno promesa; ese era Gonzalo, el espía de la CIA y hombre de familia que había aprendido a respetar. Y que al igual que a su álter ego mujeriego, a veces se le iba la olla.

—Tenemos una misión —le dijo este, empujando un carrito de compra—, tú vas por dos botellas de ron, whisky, o lo que quieras, y yo voy a por un pastel.

—¿Un pastel? ¿Para qué quieres un pastel?

—Eso es lo de menos. ¿Se te antoja de caramelo o chocolate? ¿O de frutas?

—... Caramelo.

—Excelente elección, amorcito.

Gustabo le miró, ceñudo. Fue a hacer su mandado, no sin antes darle a su compañero un puñetazo en el hombro. Pasó por el frente del refrigerador que contenía las bebidas y agarró las primeras que encontró. Las acunó bajo su brazo y fue a otros pasillos, mirando cosas aquí y allá. 

Vaya, tenía mucho tiempo sin hacer algo tan mundano como ir de compras, o tomarse una copa. Y ya que estaba viéndose forzado a seguirle la corriente a Gonzalo, bien podría disfrutarlo.

Su siguiente parada fue el área de cereales, galletas y granolas. Era un secreto bien guardado, pero disfrutaba demasiado de unas barras achocolatadas que tenían almendra en el centro. Tomó una, luego se lo pensó mejor y agarró otras dos. En eso, "Isidoro" apareció por el otro lado, gritándole BOO al oído.

Gustabo García FICLETSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora