7. Vuela alto

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Un policía muerto, a manos de El Calavera. A Gustabo no le sorprendió. Cuando se le encomendó la misión de mantener tranquilo a Jack Conway, recibió indicaciones especiales para una situación así. Jacob Smith era un peligro palpable para la integridad del Superintendente, era su enemigo jurado, el némesis. Tenía una bronca no resuelta con el viejo, y lo que repercutía en Conway, también le involucraba a él, a Gonzalo y Los Santos como locación general.

El vídeo en sí le removió algo por dentro. Un sentimiento que prefería mantener aplastado y que, en el pasado, lo hizo actuar con impulsividad. Un escenario pasó por su mente, como un chispazo; mar, tierra, sangre, el sol en lo alto del cielo, los gritos de un colega. El recuerdo beligerante lo trastocó y a consciencia lo sustituyó por cualquier otro pensamiento. Eligió pensar en hechos sistemáticos, alejándose de las respuestas físicas y psicosomáticas que le llegaron de repente.

—Así fue como murió Albertito —relató Filadelfo, de brazos cruzados. Su voz era firme, pero su mirada decía mucho de sus verdaderos sentimientos—. Llevaba solo tres días patrullando con él...

"Creo que os habéis equivocado. Nosotros somos nuevos, ¡que llevamos cuatro días!"

Gustabo parpadeó, apartando una vez más el recuerdo persistente.

—Pobre Albertito —alentó, con solemnidad—. Tenía un gran futuro por delante. Era un buen tío.

—Pero si le conociste veinte minutos —intervino Gordon, sin ansias de ofender, tan solo puntualizando un hecho.

—Pero a mí me duelen las cosas, Gordon —respondió. La declaración era cierta; pese a que no le dolía específicamente la muerte de Alberto, quería reivindicar su humanidad puesta en duda. En el pasado recibió muchos líos por su frialdad y, para variar, se sentía bien darle la vuelta a los reproches—. Es que tu no tienes ninguna empatía. 

—Bueno, a ver —se defendió el Sub Inspector—, no es que yo no muestre condolencias, pero es que si hubiese sido alguien cercano, vale. En este caso no sé como sentirme.

Filadelfo se apartó de Gordon, moviéndose a un costado de Gustabo.

—Te la pela, ¿no? Si ni siquiera hablaste con él —acusó, frunciendo el ceño.

Gordon se ruborizó.
—No, no es que me la pele, no me habéis entendido.

—¡Eres un sin corazón!

—Que no, Fila... A mi me duelen estas cosas si se trata de gente importante para mí, como vosotros. Si algún día la cascáis, yo me vengo abajo.

—Pero si yo no la voy a cascar —dijo Gustabo—. ¿Me has visto? Estoy como un roble.

El Sub Inspector le miró a los ojos y lo señaló con el dedo. 
—Más te vale que no, hijo de la gran puta.

El trío de policías abandonó la sala de reuniones. Caminaron por los pasillos hacia el garaje, para comenzar a patrullar. En el transcurso, Gustabo pidió más información sobre el asesino de Alberto, y Gordon le corroboró que se trataba de El Calavera.

—Yo le conocí, ¿sabes? —comentó, mirando de reojo las paredes. Lo siguiente que dijo se le salió sin que se parase a analizar el efecto que podrían tener sus palabras—. Era un buen jefe. A mí siempre me trató muy bien.

Gustabo García FICLETSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora