Nevada y café

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Jimin acababa de salir del trabajo y se apresuró a llamar a su mejor amigo Tae, que estaba participando en un campeonato de algo que le apasionaba. Quería saber cómo le había ido, si había logrado su objetivo, si estaba feliz. Su voz sonaba alegre y entusiasta cuando le dijo:

—Hola, Tae. ¿Qué tal? ¿Cómo te fue? ¿Todo bien? ¿Ganaste? —preguntó con curiosidad y ansiedad.

Tae estaba eufórico. No podía creer lo que acababa de pasar. Había conseguido una oportunidad única, algo que había soñado desde que era niño. Tenía que contárselo a Jimin, su amigo de toda la vida, el que siempre lo había apoyado y animado. Su voz sonaba emocionada y sorprendida cuando le respondió:

—Minnie, no te lo vas a creer. Más de lo que te imaginas, mucho más. Ellos... podré pertenecer a ellos si firmo el contrato. Es lo mejor que me ha pasado en la vida. —Estaba tan feliz que no podía contener sus palabras.

Jimin se quedó boquiabierto. No podía creer lo que escuchaba. Su amigo Tae había logrado algo increíble, algo que pocos podían conseguir. Se sentía orgulloso y feliz por él. Quería felicitarlo y celebrar con él. Su voz sonaba asombrada y eufórica cuando le exclamó:

—¿En serio? ¡Oh, por Dios! ¡Tae! ¡No puede ser! ¡Simplemente estoy muy feliz por ti! ¡No puedo creerlo! —gritó eufórico haciendo que su corazón bombeara sangre más de lo normal.

Pero entonces se dio cuenta de algo. Algo que le entristeció de repente. Algo que le hizo bajar el tono de su voz y cambiar su expresión. Su amigo Tae tendría que irse lejos, muy lejos, si firmaba ese contrato. No sabía cuándo lo volvería a ver, ni si seguirían siendo tan amigos como antes. Su voz sonaba triste y apagada cuando le preguntó:

—Pero eso quiere decir que si firmas el contrato, ¿tardarás en volver? —preguntó con poca felicidad a la que irradiaba hace un momento.

Tae se sintió culpable. Sabía que Jimin se pondría triste al saber que tendría que irse. Él también lo estaba. No quería dejar a su amigo, al que quería como a un hermano. Pero tampoco podía dejar pasar esta oportunidad, que era única en la vida. Tenía que hacerlo, por él, por su familia, por su futuro. Su voz sonaba sincera cuando le admitió:

—Sí... —suspiró.

Jimin no quería ser un aguafiestas con su amigo y arruinar su momento de triunfo. Sabía que Tae se merecía esa oportunidad, que había trabajado duro para conseguirla, que era su sueño. Quería que fuera feliz y que aprovechara esa ocasión. Su voz sonaba resignada y comprensiva cuando le dijo:

—Ya veo. Está bien. Debes estar muy feliz y quitar cualquier pensamiento negativo. No pienses en nadie más que no seas tú. Solo aprovecha esta oportunidad. Firma el contrato cuanto antes. —Jimin amaba a su amigo y quería lo mejor para él, pero también era egoísta y lo extrañaría mucho. Sabía que no iban a estar juntos toda la vida, pero le costaba aceptarlo.

Tae se sintió agradecido. Sabía que Jimin era un buen amigo, que lo apoyaba y lo comprendía, que quería su bienestar. Quería que supiera que no lo olvidaría, que siempre estaría en su corazón, que volverían a verse. Su voz sonaba determinada y esperanzada cuando le aseguró:

—Tengo que hablarlo con mis padres, Minnie, es un hecho que firmaré. Y te prometo algo más. Tan pronto reciba mi sueldo, te mudarás conmigo y estudiarás aquí mismo. ¿Me lo prometes? —Tae quería que Jimin fuera parte de su futuro, que compartiera su sueño, que estuviera a su lado.

Jimin se sintió ilusionado. Sabía que Tae era un amigo fiel, que no lo abandonaría, que cumpliría su promesa. Quería que supiera que lo esperaría, que lo apoyaría, que lo amaría. Su voz sonaba tierna y emocionada cuando le respondió:

JUNG Vmin/KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora