Pasado IV

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"—The evil , it spread like a fever ahead, It was night when you died.
And I'm sorry I left, but it was for the best, Though it never felt right."
Fourth of july
Sufjan Steven's.

[Jack Conway]

Las noches son frías y tenebrosas cuando tu cabeza no para de decirte lo que haz hecho mal.

Aquellos pensamientos en círculo vicioso que te esfuerzas por dejar, la sensación de culpa, frustración, debilidad o miedo te invade, tu cuerpo sufre un escalofrío al recordar tus errores, te da las opciones que pudiste haber elegido demasiado tarde.

Ahí es cuando tu garganta se cierra y tus manos se abrazan a tu cuerpo con consuelo.

Siempre fue un hombre de hierro, al menos eso aparentaba ser, pues por las noches, su mente dibagaba sin descanso en el pasado.

Como si de un holograma se tratara, puede ver el recuerdo de aquella casa en llamas.

Su hogar.

Puede recodar como la letra de una canción pegajosa los gritos de Michelle, el llanto de dos inocentes criaturas y el enojo y terror en la última mirada que le dio su esposa.

Recuerda como si hubiese sido ayer, como Michelle miraba con horror sus manos llenas de sangre, la sangre de Mattias.

Tiene grabado en la memoria cada grito furioso de Michelle, sus lágrimas, los alaridos de Julia.

Los ojos sin vida de sus hijos.

Recordar a aquellos hombres de negro llevarse el cuerpo sin vida de su familia, a la fuerza, sin importar cuanto lucharon, gritaron y suplicaron que no lo hicieran.

Salía de la cama sudando frío y con un hueco en el estomago, la culpa lo hacía querer pegarse un tiro, pero sabía que si eso pasaba, estaría siendo el cobarde que prometió no ser, estaría dejando sola a Michelle y ella lo pasaría mucho peor que él en el infierno.

Siempre espero mil insultos de parte de Michelle, que lo maldijera por haberse fijado en su hermana, pero lo único que recibió de ella fue consuelo y una mirada apagada.

La luz de sus hermosos ojos verdes se había esfumado con el rapto y supuesta muerte de la única familia que tenía.

Y sus ojos oscuros, se volvieron aún más fríos.

Ambos estaban solos en el mundo.

Jamás había visto a esa mujer llorar, ni siquiera cuando los secuestraron y torturaron por días.

También eran humanos.

Humanos entrenados para ser armas.

Fue sorprendente para él ver el brillo en los ojos de Michelle nuevamente, verla tan radiante hablando con el gilipollas que acababa de ingresar a la policía, lo extraño profundamente.

Tampoco entendía el cariño con el que lo trataba.

Era su jefa, después de todo, la conocía mejor que nadie, pero cuando el mismo tuvo el impulso de revolver los cabellos del chico y felicitarlo cuando fue el único en salir ileso en un tiroteo, se asusto.

Porque empezaba a encariñarse con un crío, no quería que lo tomarán como blanco para hacerle daño, pero él y su hermano se volvieron sus favoritos, el rubio era terco, egoísta, egocéntrico, soberbio, testarudo, con un muy buen temperamento, serio, analítico, le recordaba a él.

Mientras que el de cresta era blando, amable, divertido, sensible.

Ambos le recordaban a sus hijos...

《Así es la vida》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora