Aioria estaba más o menos perdiendo su mente. Hace un momento habia ido a buscar ayuda para su hermano, y ahora, corría como loco por el santuario, buscando cada rincón que estaba cerca de la habitación.
El cosmos de Aioros estaba débil desde hace días, cuando paso, bueno, el accidente. Y ahora cuando más necesitan que el este bien, desaparece, y en su estado, no saben si llegue lejos. Kiki y Mu fueron y se separaron para uno ir a buscar a Aioros, y el otro, al ir a avisarle a los demás.
Si conocía bien a su hermano, estaba seguro que el a hido a buscar a Seiya. Y como, como le encantaría que de milagro lo encuentre, y que todo esté bien. Pero, en este momento, en esta realidad que están viviendo; Aioros está en grave estado, y Seiya, lo único que parece poder levantarlo, no está.
Se maldecia, cada segundo se preguntaba, el porque rompieron esa promesa. Era fácil, en realidad si lo era.
"Por favor, cuiden de el. Nosotros tenemos que atender unos asuntos, y además, no creo que quiera irse en éste momento." Fueron las palabras que dijo Shiryu, con una confianza absoluta en ellos, esperando que sea un simple favor...
Fue un simple favor, y al tener esa oportunidad, pensaron en poder cerrar aquellas heridas que les han causado ya hace tiempo.
Y en especial Aioria y Saga, quines casi... mataron a Seiya.
Leo sacudido su cabeza, y trató de enfocarse en la situación del momento. Teniendo malos recuerdos no ayudarían.
Aioria se detuvo con fuerza para abrir una puerta, escaneando para ver si de casualidad estaría ahí su hermano, cuál, como los últimos que, 17 cuartos, no a llegado a estar.
"No no, dónde estás-" dijo Aioria con un suspiro agitado, y nuevamente empezó a correr.
Gritando su nombre como loco, Aioria había logrado darle vuelta a todo el piso donde estaba el cuarto de Aioros, esperando que estuviera ahí, sin poder llegar lejos.
"¿Rayos, dónde habrá ido...?" Nuevamente llegó al cuarto de su hermano, y decido entrar, tal vez encontraría una pista por lo menos, ya que no perdería nada al intentarlo.
"Dónde donde-" decía mientras escaneaba el baño, abajo de la cama, en el closet que había, en los armarios enormes- dios estaba loco. Como si deberás estaría ahí.
"No no..." decía Aioria mientras se empujó su cabello hacia atrás en frustración, sintiendo sus ojos ardiendo con lágrimas, y su respiración elevandose.
"Cálmate...-calmate..-respira respira.." se dijo a si mismo. No necesita un ataque en este momento, no ahora. Con frustración matandolo, dió vuelta para salir del cuarto, pero justo cuando sostuvo la manija de la puerta, algo reflejo contra su mano.
Aunque estuviera usando su armadura, sabía que no venía de el, ya que el cuarto estaba algo oscuro. "¿Que-?"
Al darse vuelta, lo primero que vio fue una pulsera, no; la pulsera..., de Seiya. Brillando suavemente, como si estuviera débil, estaba postrada sobre la cama, dónde Aioros estaba descansando hace rato.
Aioria dió pasos rápidos y la vio con curiosidad, haci que la sostuvo en su mano. En el instante que toco la pulsera, su mirada fue inundada por una luz blanca, y se perdió en una visión, que no era suya.
____
Todo era borroso, apenas y podía distinguir lo que está frente a el; pero, aunque llegue el día que pierda la visita, ese rostro nunca dejará de estar tan claro como el agua.
Una figura vestida con tunicas blancas, trazos de armadura celeste mezclada entre ellas, y cabello... castaño. Ese famoso tinte de pelo, que parecía ser único en su propia clase, brillaba justamente perfecto en el sol.
Oh...esos ojos hermosos. No deberían verlo así...con esa frialdad, con aquel... odió.
Aquel tinte color marrón en sus ojos hermosos, con el más delicado tinte de rojo, era una combinación que marcaría su corazón infinitamente, destinando su amor solo a él.
'No...tu- no...no- me mires así...'
Todos, los dioses mismos, que me lleguen a ver así.
Todos, menos tú.
Su visión se nublo como si llegara a llorar, y todo paro por un momento, un momento silencioso.
"¿...Seiya...?"
___
Aioria suspiro del susto, dando un paso atrás. Parpadeando de confusion, lentamente viendo la pulsera, cuál agotó el brillo que llegó a tener.
"¿Que- que demonios -...", como golpe directo del universo, recordó las palabras de Mu hace días.
_____
"Es...sobre Seiya."
Unas horas después, los caballeros de oro se reunieron en la sala de trono, o de Athena. Ahí, fue evidente el repentino temor a la situación que occuria. Entre ellos se empezaron a questionar, pero, era la misma conclusión.
Aioros y Seiya habían salido juntos de la fiesta, y desde ese día, Aioros a empeorarado en términos de salud, y Seiya, no aparecia. No solamente eso, pero, Mu logro estudiar más a fondo la pulsera de Seiya, y encontró rastros de sangre.
Aquel cristal pequeño central, cuál Afrodita menciono que no se veía haci antes, en realidad se estaba tornando a ese color carmesí, porque de algúna manera, sangre brotaba de su interior.
Según los datos de ADN, Mu reviso el historial sanguíneo de los caballeros, y como sospecho, esa sangre no era más que de el mismo Seiya.
Nota: Mu retiene un historial de sangre de todos los caballeros que a llegado a tratar, por alguna emergencia en el futuro.
Tomo el tiempo de leer unos libros, pero no llego a encontrar nada de algo parecido. Lo único que encontró en un libro antiguo de joyas/gemas/cristales, era más como un mito, o un 'decir':
'Las joyas son eternas, contienen una parte de sus dueños, y representantan un reloj en nuestras vidas.' -Autor desconocido.
___
Aioria volteo como ralló y salido disparado rumbo a la sala de trono, de, Athena. Donde, esperando que su suerte por una vez este con el, llegue a encontrar a todos ahí.
Y tal vez a esa-...¿visión?, que acaba de tener, tenga una idea de dónde esté su hermano.
Aquellas montañas que vio, eran demasiado familiares, ya que ahí;
, fue el mismo lugar donde su hermano una vez lo llegó a entrenar.
______
ESTÁS LEYENDO
Amor Prohibido // Saint Seiya
FanfictionSeiya había sido engañado toda su vida. Sin saber la verdad de su origen, el a sido sirviente de Athena por muchos años. Hasta que un día, su vida cambió de la noche a la mañana. Amigos ahora eran enemigos, y su amado ahora era solo una memoria dist...