14 - La Espada Maldita

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Shun temblaba, sin poder pensar claramente; todo era borroso. Pregunta tras pregunta lo inundaba, pero solo podía pensar en otra cosa. Y aunque quisiera decirlo, el ruido de todos lo hacía demasiado sensible-...no lograba decir nada.

Mu y Shaka lo revisaban, mientras su hermano lo sostenía. Hyoga y Shiryu hablaban con Afrodita, tratando de entender que demonios estaba sucediendo. Los demás caballeros de oro estaban ayudando por aquí y por aya, trayendo cosas que los maestros Mu y Shaka necesitaban. Algunos cómo Aldebaran, Masca de Muerte y Shura regresaron de sus turnos de búsqueda. El maestro, Shoko, había ido a los cinco picos, según a buscar algo importante que podría ayudarlos. Saga, por su parte, solo estaba parado a unos metros de todo esto, la angustia comiéndolo vivo, junto a una rabia que tenía que contener. Tuvo que esconder una parte de su cabello, cual se estaba tornando en aquel color de plata...igual que aquella vez...que casi mató a Seiya y sus amigos.

Hace unos días...perdió control después de encontrar un cadaver bajo un monte lejano de aquí. Era un chico, que desde lejos se veía castaño. Cuando lo reviso, casi grito del susto, por la gran desfiguración de el rostro, que por el impacto, se veía que callo desde arriba. Pero, después de revisarlo atentamente, este no tenía rastros de ser Seiya.(Busco aquella marca hecha por la espada de Hades, y no estaba ahi.) No sabía si estar agradecido, o gritarle a los dioses por darle tal susto. Mientras sepultó el cuerpo, dió sus respetos al pobre muchacho. Juro a sí mismo encontrar a Seiya, antes que algo cómo esto le llegue a suceder.

Esa noche, el sueño no le llegó... y podía sentir su otra mitidad, su otra...'vida', arder, quemarlo, desde adentro, gritándo palabras cómo..."traidor", "inutil", "eres una plaga para aquellos que amas".

Y tal vez...tenía razón. Shiryu solo le pidió una cosa esa noche, que por favor cuide de Seiya, mientras el y sus amigos iban de vuelta a Japón. Solo fue eso, y el fallo. Miserablemente, falló.

Camus y Milo trataban de calmar a Shiryu y Hyoga, quienes estaban cuestionando desesperadamente a Afrodita. Estos días no han sido nada fáciles...con todo lo que está pasando, ellos no han dormído bien, apenas comen algo, y siempre se ven estresados. Llegaron a pensar que se podrian enfermar, al igual que Aioros. Y...el es quien parece tenerlo peor. Su salud está por el suelo, cuando duerme se podía ver el dolor que sentía, y más que nada...su hermano sufría junto a él. Ahora que Aioros a desaparecido por el santuario, todo está más que tenso. Querían ir a buscarlo, pero Mu les impidió salir, ordenando que se queden aquí hasta que Aioria regrese.

No quería perder nadie más.

Hace unos años, cuando aún no habían peleado contra los jóvenes caballeros, Aioria sufría de ataques de pánico. De ves en cuando, se llegaba a encerrar en su templo, sin hablar con nadie, sin comer, y sin dormir. Desde los templos lejanos, se podía sentir la tristeza proveniendo de la casa de Leo. Al igual, aunque sea raro, la casa de Sagitario parecía estar igual. La precencia de Aioros nunca desvaneció por completo, y cuidaba de su pequeño hermano desde el más allá.

"¿De que estás hablando? ¿Que sucedió?", pregunto Shiryu, sacudiendo un poco a Afrodita , desesperado. Si algo se prometió, y trataría de cumplir, sería cuidar al hermano de Aioria. Si los caballeros de oro no pudieron proteger a Seiya, se aseguraría que el mayor este bien, una vez que regrese su amigo-...no, aquel quien es como su hermano...los dos porfin sean felices. No se tentaría el corazón, no de nuevo.

Una vez casi perdió a Seiya, gracias a Hades. Y desde ese día el pánico de poder perderlo, o de llegar a perder a uno de sus amigos, su familia...a inundado su mente. Y el imaginar, que aquel día que dejó a Seiya al cuidado de los caballeros más fuertes de este santuario, haya desaparecido de tal forma.

Amor Prohibido // Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora