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Cuando llegaron al lago, Chiara dejó las luces de la furgoneta encendidas en dirección a la orilla y aparcó lo más cerca posible de ésta, sin esperar a ver lo que hacía Violeta, se quitó toda la ropa excepto un tanga negro y el sujetador de encaje también negro, y salió corriendo hasta zambullirse de cabeza en el agua.

Violeta, por su parte, se quitó la ropa lentamente, doblándola en el asiento delantero hastaquedarse en ropa interior y probar despacio el agua con un pie antes de retirarse y comentar.

—¡Dios, está helada!—

—¡No me seas gallina!— retó Chiara antes de darse la vuelta y verla en ropa interior, luego quedó muda.

Violeta llevaba un conjunto de ropa interior de encaje negro, aquel sujetador realzaba sus pechos, que estaban a punto de desbordarse mientras el frío excitaba sus duros pezones destacándolos a través de la tela. En esos momentos a Chiara se le hizo la boca agua por las ganas que tenía de volver a probar el sabor de su cuerpo, pero se contuvo y siguió observando la gran tentación que se hallaba al alcance de su mano.

Su ropa interior también eran de encaje, no una tanga, sino un culotte de lo más sexy que se ajustaba maravillosamente a su bonito culo, y mientras ella se introducía poco a poco en el agua, mojando su exuberante cuerpo, Chiara hacía lo posible por evitar abalanzarse sobre ella, con una excitación que era insensible al agua helada y que se hacía más grande a cada paso que daba Violeta hacia ella, alejándose nadando como una loca cuando ella estuvo a su lado, para evitar la tentación.

«¿Quién demonios se cree? ¿Flipper?», pensó Violeta mientras nadaba despacio, disfrutando del agua y flotando plácidamente boca arriba con el cuerpo relajado.

En ese momento vio por el rabillo del ojo como Chiara se hundía una y otra vez y nadaba con dificultad, se acercó a ella segura de que necesitaba su ayuda, pero cada vez que ella se acercaba, Jo se alejaba, hundiéndose más en el agua.

—¡Te quieres estar quieta idiota, que te vas a ahogar!— gritó finalmente Violeta enfadada, y ella reaccionó dejándola hacer.

Cuando llegaron a la orilla, Violeta la ayudó a tumbarse sobre una toalla que había colocado en el suelo.

—Un calambre— comentó Chiara dolorida mientras se agarraba la pierna.

—Deja que te dé un masaje— propuso Violeta a la vez que acariciaba dulcemente su pierna dolorida.

—No creo que sea la mejor idea— explicó Chiara, pero seguidamente se tumbó en la toalla.

Violeta masajeó con delicadeza su pierna dolorida, haciéndola recuperar la sensibilidad, pero mientras aliviaba el dolor de su pierna también avivaba el calentón de antes por el cual se había alejado en el lago, así que, sin molestarse en explicarle el efecto que causaban en ella sus caricias, Chiara la apartó bruscamente de si.

—Está bien, la pierna está mejor—

—¡¿Pero qué demonios te pasa?!— gritó Señorita Perfecta enfadada, preparándose para llevar a cabo unade sus reprimendas.
—¡En el agua por poco te ahogas, y aquí intento ayudarte y me apartas como sifuera la peste! Debes estar mal de la cabeza...—

No lo aguantó más, verla allí riñéndole con los brazos sobre la cintura y el ceño fruncido, mientras miles de gotitas de agua acariciaban su dulce cuerpo cubierto únicamente por un escaso conjunto de ropa interior, eso la llevó directo a la locura, y Chiara finalmente acalló sus palabras tomándola entre sus brazos y besando sus labios con la ardiente pasión que latía en su interior, impidiéndole emitir sonido alguno que no fueran los gemidos ardientes que no tardaron de salir de su boca.

Mi perfecta señoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora