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Terrassa era un pueblo de lo más monótono y aburrido en el que nunca pasaba nada, sus vecinos se podrían haber muerto de aburrimiento si no hubiese sido por las peleas de las dos niñas más adoradas del lugar.

Violeta era siempre perfecta y educada, Chiara una niña revoltosa como cualquier otra, pero, cuando se juntaban esas dos en algún evento o celebración, inevitablemente ocurría algo. De hecho, siempre que estaban cerca, estallaba una guerra.

Tanto era así que los vecinos hacían apuestas con sus trastadas, incluso en el bar de Manu, el lugar más concurrido del pueblo, por la mañana este local era el típico bar de ambiente hogareño repleto de mesas familiares con sus inmaculados manteles blancos adornados con flores frescas y sus ricos menús del día que tentaban a todos los transeúntes al ser anunciados en la pizarra de la entrada. Pero por la noche con su gran barra y sus famosos combinados, se convertía en un espacio sólo apto para mayores, lo que nunca cambiaba de este singular establecimiento era la gigantesca pizarra con los tantos de cada niña, todas las semanas se apostaba sobre quién sería la primera en hacerle una trastada a la otra, y mensualmente se apostaba sobre cuál de las dos era la vencedora.

En ese momento, Manu, un hombre de mediana edad, un poco regordete pero con una amable sonrisa y una maravillosa melena de cabellos negro, dueño, camarero y a veces también cocinero del local, repasaba la pizarra en voz alta para valorar quién ganaría ese mes.

--Bien, veamos; Chiara tiene cinco tantos y Violeta, seis... ¡Por lo que este mes va por delante la angelical chiquilla!-- Exclamó Manu lleno de euforia, porque le encantaba esa niña.

--¡No puede ser, Manu, revísalo otra vez! Yo creo que van empatadas-- Protestó Pablo, el tendero local que siempre apostaba por el empate y que regularmente se llevaba el bote.

--¡Esta vez no vas a ganar Pablo!-- Grito otro de los presentes.

--¡Sí, en esta ocasión la niña lleva la ventaja!-- Señalo un admirador de Señorita Perfecta, que así era como la conocían.

--De eso nada, seguro que la Salvaje hace algo antes de terminar el mes.-- Apunto un tercero aludiendo por Chiara por su apodo.

--Sí, todo está demasiado silencioso y tranquilo últimamente.-- Opinó Pablo, con el que todos estuvieron de acuerdo.

--Bueno, repasemos las travesuras mensuales.-- Continuó Manu --En la celebración de la fundación del pueblo, Chiara acabó dentro del pastel y Violeta dentro de la fuente de la plaza.

--Sí-- Admitieron todos sonrientes al recordar las travesuras de esas dos.

--En la boda de Abril, Violeta acabó atada con un gran lazo rojo en la mesa de regalos, pero, cuando se desató, no sabemos cómo, consiguió meter a Chiara en el baúl de la banda de música, y juro por Dios que esa niña estuvo a punto de irse de gira si las hermanas de Violeta no llegan a darse cuenta de que su amiga no estaba.--

--Pobrecita, la castigaron durante mucho tiempo sin salir por eso-- Se quejo Vick, un anciano pensionista declarado defensor de Violeta.

--En el cumpleaños de Martina-- Continuó Manu, --La piñata que rompió Violeta estaba llena de bichos que le cayeron encima, y Chiara al final de la fiesta, acabó sentada encima de la caca del poni.--

--Hay que admitir que la niña es imaginativa, ¿Cuántas horas le habrá llevado cazar todos esos bichos?-- Comento Joe, el mecánico del lugar.

--En la excursión de la escuela, Violeta se quedó encerrada en el baño de la gasolinera de Alex.

--Sí, ¡qué pena! Se pasó horas llorando.-- Apuntó Alex apenado.

--Sí, pero Chiara, al terminar la excursión, fue encontrada en el maletero del autobús que había alquilado la escuela.--

Mi perfecta señoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora